Yo tampoco quiero más vacaciones.

Con mi amigo Ernesto Bettschen comparto muchas cosas aparte de tener un apellido que nos condena a deletrearlo casi constantemente. Él, aunque es español, de suizo tiene el apellido… y un gen (o algo) que efectivamente le dota de un carácter… si no especial, por lo menos un poco diferente a lo que estamos acostumbrados por estas latitudes.

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   El otro día, hablando con él, me realizaba la observación de que ser Español sale bastante caro. Esto, viniendo de un medio-suizo, sorprende un poco, pero la explicación me resultó bastante interesante y por eso la comparto por aquí.

   Decía Ernesto que ser español sale muy caro. Y desde su punto de vista quizá tenga algo de razón. Defendía su afirmación, tras una serie de comentarios sobre lo sucias y degradadas que están algunas ciudades españolas. Tal vez no nos demos cuenta, pero esto es verdad. Los que vivimos aquí, parece que nos vamos acostumbrando, o tal vez no nos demos cuenta del cambio lento, a peor. Pero es verdad que las calles están sucias, que las calzadas están en mal estado, y que las infraestructuras (metro, autobuses, trenes, sus paradas y estaciones, etc.) sufren una degradación no tan lenta. Y mantener todo esto resulta caro. Muy caro. Que las cosas envejezcan, es inevitable. Que lo hagan menos rápidamente es evitable. Y es que en España, decía Ernesto, pasa una cosa que no sucede en muchos otros países: que lo que es mío, es mío. Y lo que es de todos, no es de nadie. En Suiza: lo que es mío, es mío. Y lo que es de todos, también es mío. Y, así, como la calle es mía, pues me cuido de tirar papeles. Pero también, como el tranvía es mío, si te veo haciendo un grafiti o rayando la ventana es probable que te llame la atención. Yo, y tantos otros “propietarios” que viajan conmigo…

   Pues es verdad. Yo lo envidio. Y efectivamente, esa permisividad nuestra sale cara. Luego queremos pagar menos impuestos… (¡veis!, lo he vuelto a hacer… generalizando otra vez: esa permisividad ME sale cara, a mí, sí, a mí, individualmente. A mí, y a ti.).

   Y así, hablando de Suiza, tocamos también el tema del famoso referéndum sobre si los suizos querían disponer de más días de vacaciones, y sobre el que el resultado fue un rotundo NO (opción elegida por más del 66% de votantes). Y aquí Ernesto, también me dio una explicación bastante lógica (según él, la que escuchó de su amigo suizo Paul): en un país que llega a la tercera edad con un poder adquisitivo más que notable, muy por encima de la media de muchas otras naciones… ¿cambiarías las reglas para acercarlas más a las de otros países en las que no se da esa situación? Más personalmente: si ves que tus padres han llegado a ser medianamente ricos, ¿votarías por un cambio que te alejara a ti de alcanzar lo mismo? Pues eso: 66%, NO. Porque a la larga, eso es: una vez más, sale caro.

   Y lo que no tuvo tanta repercusión mediática, fue otra votación realizada (yo tengo que reconocer que me enteré por Ernesto), sobre si se permitiría que las empresas públicas no tengan obligación de ser rentables… (ni me molesté en preguntar el resultado)

   ¡¡¡ O sea que hay países donde las empresas públicas tienen la obligación de ser rentables !!!

   Es verdad. Mi amigo Ernesto Bettschen tiene razón: ser español sale muy caro.

El Plan C.

   Cuando uno se convence de todo lo que contamos por aquí, y finalmente se decide a comenzar su plan de inversión personal, casi siempre sucede lo mismo.

   Al principio todo es prudencia. La cantidad a aportar es muy moderada, y desde que la tecnología lo permite, uno se tira, varias veces al día, varios días a la semana, echando un ojo para ver cómo van las cosas. Y sí, la cosa fluctúa… pero desde luego no me estoy arruinando de un día para otro.

   Así se forja la confianza en el sistema personal, y de los temores y prudencias iniciales, en cuanto se han cobrado unos pocos dividendos, se pasa a un momento de angustia por haber estado “ciego” tanto tiempo, por no haber empezado antes, por haberse dejado llevar por la inercia de una masa que dice “eso es muy arriesgado” sin ni siquiera haberlo experimentado…

   Y entonces, el tiempo perdido trata de recuperarse a golpe de aportación. Y se incrementa el importe o se incrementa la frecuencia de las aportaciones. Y ya no se mira tanto. Que ya nos lo sabemos, hoy más, mañana menos, al otro también y vuelta a empezar. La cosa pasa a ser más bien un “bueno, voy a ver qué ha pasado desde la última vez”.

   Y… ya está…

   – (Tú) … ¿Ya está?

   Pues sí. Ya está. ¿Acaso esperabas un final escabroso? Seguro que hay mil historias que lo tienen, pero no es mi intención contarte algo que ya sabes (o deberías saber antes de meter un duro en cualquier lado). Se ha hablado de ello por aquí: que si Zutano puso todo en Bolsa y lo perdió. Que si mengano se Forró…

   Zutano era un pardillo. Y Mengano, pues también, pero con suerte.

   Pero estoy seguro que la secuencia que os he contado muchos la habéis vivido en primera persona. Y vuestra intención inicial de poner X al mes, ha pasado a ser de 2X o 3X… en ocasiones hasta un límite que puede volverse imprudente, sobre todo si el sistema de ahorro no ha contemplado una cantidad líquida para imprevistos, imprevistos previsibles, auto financiación o lo que sea.

   Y esa imprudencia, puede volverse contra nosotros de otro modo, mucho más peligroso, y es dejando de invertir en lo realmente importante… Que básicamente es… ¡en nosotros!

   Por esto la independencia financiera es diferente de la (f)independencia. Porque en el camino de esta última además del aspecto relacionado estrictamente con el dinero, entra en la ecuación el desarrollo de las personas y la relación con su entorno (habilidades técnicas), y la conciencia de que las limitaciones que uno tiene, pueden paliarse en una comunidad (habilidades interpersonales) que a su vez realimente nuestras habilidades técnicas.

   ¿Para qué sirve un esfuerzo de inversión tan prolongado en el tiempo, si cuando vienen mal dadas el mercado laboral no te quiere, no eres capaz de desempeñar una actividad profesional por ti mismo, y contactos tienes los justos…? En este punto, párate a pensar que en la actualidad, con 45 años, el mercado te mira desde arriba… Si has conseguido la tan afamada “independencia financiera” (lo que toda la vida ha sido “vivir de las rentas”), estupendo. En caso contrario (siento desanimarte, pero a esa edad es más que probable), prepárate para asumir un descenso a los infiernos…

   45 años. A 27 años vista de la jubilación…

   Sí, has acertado, cuidar este aspecto, supone un aporte adicional, en esfuerzo, tiempo y dinero. Así que trata de plantearte qué es lo próximo que vas a aprender, y repasa tu agenda para ver qué contactos reales tienes, y no hablo de Facebook o LinkedIn… no… hablo de esos esos que te reconocen nada más cogerte el teléfono y que te harían un favor incondicionalmente…

   Como verás, no todo es dinero. Tal vez haya que empezar a pensar y preparar también un PLAN C…  (porque el A supongo que será tu trabajo, y el B, tu plan de inversión personal…)

   Y sí, si cuidas también estos aspectos, no dudes de que te estarás acercando a la (f)independencia.

Excusas. Un ejemplo real.

   Yo quiero. Pero… no tengo dinero, no tengo tiempo, no sé, no entiendo… Y pasa otro día. Mejor mañana. Y así se han ido ya demasiados días. Meses. Años.

   Excusas.

    Y todo puede ser verdad. Pero no se trata de quedarnos con el problema, sino ir encontrando soluciones.

   Y esta era la situación de “Miss Y”, una conocida sobre la que no revelaré su verdadera identidad, preocupada por su presente y por su futuro.

   Cuando le realicé la primera sugerencia a “Miss Y”, nos conocíamos desde hace bastante tiempo, y ella ya sabía de mis andanzas por los mercados. Una única experiencia no muy positiva la había alejado a ella de aquel mundo hasta la fecha. Madre de un hijo entonces. Y de dos hoy.

   Y ese día, lo único que le propuse fue hacer una inversión de 50€ al mes. Ni más ni menos. Todos los meses. El mismo día. Un único producto. Y sólo le pedí una cosa: constancia. Corría el año 2011.

   Y esto es lo que pasó…

aportaciones

   Bueno, ahí están los números. Vamos a hacer un pequeño análisis.

   El fondo es un fondo bastante convencional: gestión activa, invierte como máximo un 70% en Renta variable y el resto en Renta Fija, una comisión por dicha gestión del 2% con cargo al patrimonio del fondo, dividendos reinvertidos, y fuera de esto sin comisiones adicionales ni por aportación, ni por reembolso. La gestora, aunque yo personalmente me inclino más hacia la gestión pasiva, es de lo mejorcito que se mueve por el panorama nacional. Y las cuantías, pues las que veis. Primero 50€, luego 100€, y ahora 120€. El próximo mes, la cuantía de la aportación pasará a ser de 135€ al mes.

   Primero 50€. Lo que por entonces era una cantidad que “se podía”… y además no daba miedo perder, incluso en su totalidad. Eso de “Zutano metió todo en bolsa y se arruinó” parece que pasa de la mañana a la noche, y aunque el caso puede darse (siendo bastante temerario, todo hay que decirlo), confié en el tiempo para dejar que se alejase ese miedo “de principiante”. Y así pasó que “Miss Y” sólo tardó 6 meses en sentirse cómoda con su nuevo instrumento financiero (ni más que ni menos que aprender a convivir con la fluctuación) y por voluntad propia decidió aumentar su aportación. No me gustó demasiado la idea, más que nada, por temprana, pero como la cantidad inicial me pareció razonable tampoco puse demasiada objeción.

   50€, ese fue el empujón que necesitó “Miss Y”. No hubo más. Luego ya se “cocinó” todo sólo.

   Se “cocinó”… y, como veis, sigue cocinándose.

   El siguiente paso del análisis pasa por la rentabilidad: bueno, pues como se puede ver en el informe, hasta la última aportación, la rentabilidad neta es del 9,26%. Pero eso poco importa, porque no me cabe la menor duda (y ahora a “Miss Y” tampoco) de que el valor fluctuará. Lo que me parece más interesante de resaltar es la acción del tiempo sobre el fondo en cuestión: si miramos las primeras 32 aportaciones (hasta la flecha roja), todas tienen una rentabilidad positiva. Todas. ¿Es casualidad?… ¿O más bien es el efecto que ejerce el tiempo y la acumulación sobre el fondo en cuestión? Me inclino más por lo segundo, sobre todo convencido porque el ejemplo es muy lineal: aportaciones mes a mes, todos los meses sin excepción, independientemente de cómo esté el mercado. Y si hoy tenemos las primeras 32 aportaciones con balance positivo, creo que dentro de NN años, siguiendo en la misma dinámica, este efecto se habrá extendido unas cuantas líneas más hacia adelante.

   Y bueno, pues en la práctica, “Miss Y”, sigue sin poder, sin saber y sin entender… pero paso a paso ha ido creando algo, sencillo y fácil de ejecutar, que muy probablemente le desahogara a la hora de pagar los estudios universitarios de sus hijos, o tal vez, más a largo plazo, su propia jubilación. Ella me confesó que el mismo día que abrió su fondo de inversión, su marido, que tampoco podía, ni sabía, ni entendía, hizo exactamente lo mismo, con las mismas cantidades, periodicidades e incrementos… y aunque les quede un largo camino por delante, la constancia casi seguro que les recompensará, y dentro de unos cuantos años (que los tienen por delante), si siguen con sus aportaciones, y sus incrementos, y con una buena revalorización… quién sabe, ¡tal vez lleguen a ser (f)independientes!


   Desde aquí, mi agradecimiento a “Miss Y” (nombre ficticio) por facilitarme su extracto y permitirme publicarlo aquí.