El algodón no engaña.

   Si te digo la verdad… los ricos de verdad escasean bastante. Hay muchos más de lo que parece, y de lo que te imaginas, pero no es fácil dar con ellos.

   Y hablo de ricos “de verdad”. Y creo que este calificativo merece una explicación.

  “De verdad”…. Veamos. La prueba de algodón.

   Cojo el teléfono y llamo a mi amigo y mentor “Mister L”. Tras los saludos de rigor, le propongo un plan. Él vive en una capital de provincia, en la costa. Y yo, en Madrid. Así que decidimos llevarlo a cabo en un punto intermedio. Y… ¡ya está!. En una semana, tenemos plan.

   Hasta aquí, puede parecer todo normal. Pero entre líneas, veréis que hay una segunda lectura bastante interesante.

   Como el plan le apetece de verdad (conociéndole, ¡cómo resistirse a una buena cuchipanda con gente vital, y alguna que otra comilona!) se ha apuntado rapidísimamente. “Mister L” se ha delatado: una breve conversación por teléfono… en la que no se habla de disponibilidad, coste o condiciones. Se hace el plan. Y se ejecuta. Alguna vez hay que cuadrar agendas con un poco más de trabajo, pero poco: al fin y al cabo, hacer este tipo de escapadas entre semana resulta más fácil… y más barato, aunque creo que para “Mister L” eso es bastante secundario.

   Tampoco me pregunta sobre el resto de asistentes. A “Mister L ” le basta con (puede resultar presuntuoso, pero es así) mi garantía personal: desde luego que no me voy a pasar un par de días con gente que no me resulte interesante, me aporte, y (propósito principal del plan) con la que no me lo pase bien. “Mister L” es un firme creyente en eso de “Los amigos de mis amigos, son mis amigos”… Y da por sentado que la gente que va a conocer le resultará interesante, le aportará, y que se lo va a pasar muy bien. Y si te descuidas, pues puede surgir algún negocio o plan, que conocer gente nueva es lo que tiene.

   Y así de sencillo. “Mister L” no tiene que pedir días libres, y el coste del plan le importa poco o nada. Es rico. Rico de verdad. De los que cuesta encontrar.

   La prueba del algodón. Una llamada, y hay plan. Hay plan, y no objeciones: “es que tengo que cogerme el día”,”¿y dónde vamos a quedarnos?”, “¿y cuánto cuesta?”,  «y quienes vamos»…

   Nada de eso: ¡un planazo!. Esto apesta a (f)independencia, porque precisamente es el fruto de la misma. El el premio por unas cartas bien jugadas. Es el fruto del desempeño de las habilidades técnicas, interpersonales y financieras a lo largo del tiempo. Y se materializa en una libertad de elección maravillosa.

   La vida es sorprendente: también he llamado en alguna ocasión a “Mister H”. En apariencia “Mister L”, al lado de “Mister H” parece un pobre de los de caridad. Pero “Mister H” nunca puede. El trabajo se lo impide. Muchos viajes. Mucha reunión. Mucho trabajo fuera de horas. Claro, tiene que ser así. No puede ser de otra manera. La mansión en la que vive tiene una hipoteca directamente proporcional a sus metros cuadrados y la exclusividad de su barrio residencial, y aunque su coche principal se lo facilita la empresa para la que trabaja, su segundo vehículo no es ninguna tontería. Y como la apariencia cuenta, mucho traje, mucha marca… Sus relaciones sociales, desde hace un tiempo, se ven “contaminadas” por su vida laboral. Esas cenas con un propósito oculto pero evidente, a las que su mujer va con esa incomodidad (comprensible), y que son frecuentes. Pero es el precio del éxito… Ese éxito que nos quiere vender la sociedad.

   Un éxito que, analizado, paga un precio al final demasiado caro: una vida hipotecada en tiempo y coste. Trabajar para vivir y vivir para trabajar. Un bucle ruinoso. Un status forjado a golpe de pago. El coste de vivir como un rico de verdad… sin serlo. Trabajar para pagar. Pagar para mantener el nivel de vida que requiere esos pagos. Y vuelta a empezar. Y lo más grave, con el sacrificio del tiempo. Tu tiempo. Una dinámica que te priva sistemáticamente de esos momentos antológicos. Como el de aquel miércoles con “Mister L”, que perdura (y perdurará) en mi mente hasta el último de mis días.


   Si bien «Mister H» es un estereotipo, debo decir que «Mister L» si se corresponde con una persona real. Y su trasfondo y riqueza es tan real como yo he tratado de reflejar en esta entrada. Y, puesto a contar, tan real como el plan de aquellos días entre semana. 😉

Echar un vistazo.

   El otro día me preguntaron por qué opción de inversión hubiese optado si tuviera veinte años. La verdad, nunca lo había pensado. Y eso fue lo que respondí.

   A priori, creo que una inversión tipo “Bogleheads” sería la respuesta.  Pero, precisamente, dar respuesta a la pregunta me hizo echar un ojo a ver… “¿qué hay de nuevo, viejo?”.

   Y para sorpresa mía, pues sí, encontré alguna novedad: un complemento perfecto para un viejo conocido casi por todos.

   El viejo conocido es el Vanguard Dividend Appreciation ETF, VIG (https://personal.vanguard.com/us/funds/snapshot?FundId=0920&FundIntExt=INT), un ETF como pocos que conozco. Si no has oído hablar de él, merece la pena que le eches un vistazo.

   Y la novedad, un complemento del que hasta ayer mismo no tenía conocimiento de su existencia:  el Vanguard International Dividend Appreciation ETF,  VIGI (https://personal.vanguard.com/us/funds/snapshot?FundId=4415&FundIntExt=INT).  El mismo concepto, pero en versión internacional. Como he dicho, un complemento perfecto para el VIG.

   Creo que no cambio mi respuesta: una cartera de fondos indexados tiene, para mi esquema inversor (ahora y a los veinte años) más ventajas que inconvenientes sobre una de ETFs, pero creo que el pequeño descubrimiento puede alegrar a más de uno y por eso lo comparto con vosotros.

   Y para los que se pregunten el porqué de mi reafirmación, pues os lo cuento a modo de pros contras:

   En contra de la cartera de fondos indexados frente a una de ETFs:

  • Mayor comisión inherente a los fondos que a los ETFs.

   A favor de la cartera de fondos indexados frente a una de ETFs:

  • Menor coste por operación de aporte / retirada: los ETFs se compran y venden con comisiones similares a las que se aplican en la compra de acciones, mientras que en los fondos, esa comisión suele estar incluida en la comisión total del propio fondo. Para muchas compras periódicas, un fondo de inversión probablemente evite mucho gasto en comisiones.
  • Posibilidad de rebalanceo o cambio de tipología de fondo (por activos, por riesgo, por diversificación, etc.) sin peaje fiscal.

   En cuanto al reparto de dividendo de los ETF, no lo veo como ventaja o inconveniente, ya que se puede obtener el mismo resultado con ambas opciones: en mi caso yo prefiero dividendos repercutidos y no distribuidos. El dividendo distribuido (en efectivo) me obligaría, en época de aportación, a su reinversión, incurriendo, en el caso de ETFs, en una comisión de compra adicional. En época de “recepción”, el dividendo en efectivo de los ETFs podría ser de utilidad para no tener que realizar una venta de participaciones, pero en el caso de fondos puede obtenerse el mismo resultado buscando un fondo de reparto (que paga dividendo en efectivo), y el traspaso a este fondo de reparto estaría también exento de peaje fiscal. La cuestión aquí, sería encontrar un muy buen fondo de reparto, porque echando un ojo al panorama, hay muchos que utilizan el propio patrimonio del fondo para pagar el dividendo, o la utilización de derivados. Pequeñas argucias… que hay que analizar con lupa de muchos aumentos.

   Pero hoy me quedo con la experiencia de cómo el análisis de una simple pregunta (¿por qué opción de inversión hubiese optado si tuviera veinte años?) me ha llevado a un pequeño descubrimiento… Y es que a veces merece la pena salir a “echar un vistazo”.

echar-un-vistazo

Otro ejemplo real.

Si hace relativamente poco veíamos la historia inversora de “Miss Y”, en este caso debo agradecer a “Mister X» el haberme prestado sus datos para ilustrar este otro ejemplo real.

   El caso de “Mister X” es algo diferente: él sí que tiene espíritu inversor, y aunque no le apasiona el tema, está firmemente convencido de que la inversión es más obligación que decisión. Está de acuerdo conmigo en que no cree que Papá Estado (el peor padre del mundo), vaya a ser capaz de cumplir sus compromisos. Así que eso, está “obligado” a invertir.

   Y su historia pasa por un desengaño con la banca llamémosla “tradicional”. Un inicio de no saber bien, de dejarse aconsejar… y de sufrir una equivocación de esas que ahora, echando la vista atrás, él cataloga como “providencial”.

   Y es que la vida se las gasta así, y en ocasiones nada mejor que una lección de esas que no se olvida: unos cuantos miles que desaparecen al materializarse esa situación imposible en la que el patrimonio del fondo entonces perdería un X%. El “es prácticamente imposible que pase”, se traduce entonces en “era prácticamente imposible que sucediese, lo sentimos mucho, tal vez debería Vd. entonces mover sus activos restantes a productos de menor riesgo, y bla, bla, bla…”

   A “Mister X” le bastó esa única vez para comprender que estaba tratando con el enemigo. Con un lobo con piel de cordero. Con el zorro en el gallinero.

   Y entonces empezó una labor de investigación para intentar hacer las cosas de manera diferente.

   Y probó varias opciones, unas veces con inversiones virtuales, otras con pequeñas cantidades de dinero real, y perdió, y ganó y lo comido por lo servido…

   Y así fue hasta que, finalmente, “Mister X”, se topó con la filosofía inversora de los “Bogleheads”.

 Pero, como le digo yo, no todo es dinero, y la experiencia ganada tiene ya de por sí un valor añadido muy interesante.

   Y sobre todo, un resultado “material” que “Mister X” me ha permitido compartir con todos vosotros, y que en el momento de escribir este artículo tiene este aspecto:

misterx-boglehead-portfolio

   “Mister X” tiene esta cartera desde el año 2014, y su “experimento” (en €uros reales) dice que finalizará “en breve”. Una vez finalizado, tiene el firme convencimiento de ir traspasando poco a poco el resto de activos financieros a este modelo, porque es barato, porque es sencillo, y porque no le requiere casi ninguna atención. Simple y llanamente. Hasta el día de la fecha, “Mister X” sólo realiza una operación al año. Aporte y rebalanceo. ¡Una vez! ¡Al año!…

   Como última, pero valiosísima aportación de “Mister X” a esta entrada, nos aporta también la evolución de esta misma cartera en los años 2014 y 2015.

2014 misterx-boglehead-portfolio-1st-rebalance-2014      2015 misterx-boglehead-portfolio-2nd-rebalance-2015

   A estas alturas, “Mister X”, ya ha asumido que hay que “cambiar el paso”… y así lo refleja su forma de pensar: paradójicamente no le gusta una cartera tan verde. Se acerca la hora de su movimiento anual, y aunque no piensa faltar a su cita, eso le supone comprar caro…

   A “Mister X” le queda mucho camino. Pero tiene lo más valioso del mundo por delante: tiempo. Tiempo que suma a una experiencia adquirida muy voluntariosamente. Sufriendo o disfrutando las consecuencias de sus decisiones en sus propias carnes… o mejor dicho, en sus propios €uros. “Mister X” ya ha dado mucho más que un primer paso…

   No me cabe duda: así se camina hacia la (f)indepenencia.


   Desde aquí, mi agradecimiento a “Mister X” (nombre ficticio) por facilitarme sus extractos y permitirme publicarlos aquí. Y termino esta entrada con la promesa de mutua de continuarla en un futuro, comentando las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades de este modelo.