Derechos de suscripción.

(“Derechos de suscripción” es un artículo escrito por Ernesto Bettschen).


   Quien tenga una cartera diversificada de acciones es probable que en los últimos años haya tenido que tomar una decisión sobre si cobrar el dividendo de alguno de sus valores en efectivo o en acciones. Algunos lo llaman “Ampliación liberada de capital”. Otros “Scrip Dividend”. Y yo, pues depende…

   El “Scrip dividend” es una artimaña a la que recurren las empresas cuando no tienen la caja demasiado boyante. En lugar de pagar con efectivo, se ofrece la posibilidad de que los accionistas que lo deseen reciban el pago en forma de nuevas acciones. Aparentemente ventajoso: el inversor se ahorra la retención fiscal del pago en efectivo y las comisiones de compra de esas acciones. Y en cuanto a si el pago en esta forma es un dividendo real, pues depende de lo que haga la empresa con el resultado de la operación: si amortiza las nuevas acciones emitidas, lo es. Un dividendo en toda regla. Si no lo hace, lo único que ha hecho es que cada una de tus acciones participe de la empresa un poco menos, y esa diferencia te la proporciona en forma de nuevas acciones (o en efectivo). Así que lo comido por lo servido, y no hay aumento de valor. No es un dividendo.

   Sé que sobre este punto hay diversidad de opiniones. Y es normal, porque para el gusto se hicieron los colores. En mi caso, aun cuando la empresa no amortiza las nuevas acciones emitidas, me intereso en esas nuevas acciones porque creo en el crecimiento de la empresa y simplemente con el pequeño ahorro fiscal y de comisión de compra ya me doy por satisfecho.

   Y en ocasiones, con esos valores de los que estoy convencido, incluso amplío el número de acciones que me “tocan” realizando una compra adicional de derechos.

   Muchos ya realizamos este tipo de operaciones como parte de nuestra estrategia habitual de incrementar nuestra posición en los valores de nuestras carteras. Pero mi objetivo es darlo a conocer a aquellos que no lo hayáis puesto en práctica nunca. Porque lo que no conoce mucha gente es que la comisión de una operación de compra de derechos es diferente a la de compra de acciones: es mucho más barata.

   Un poco de matemática básica y un ejemplo real me ayudarán a contaros como funciona.

   Si tenéis acciones de una compañía que realice este tipo de ampliaciones (o dividendo scrip), habréis notado que cuando llega le fecha de pago de dividendo os ofrecen quedaros con los derechos o percibir efectivo.

   Si optáis por conservar los derechos, estos pasan a cotizar al mercado y tras un periodo así, en el que se pueden comprar o vender (a su valor de mercado, claro), se convierten acciones en base a un factor de conversión (dan 1 acción por cada N derechos).

   El punto de partida de nuestro ejemplo es cuando nos asignan los derechos de suscripción y conocemos ese factor de conversión (1 acción x N derechos).

   Supongamos que nosotros tenemos 720 acciones de la empresa “Bettschen&Bettschen”.

   Por esas 720 acciones nos asignaran el mismo número de derechos, con lo que pasaremos a tener 720 derechos de suscripción cotizando en el mercado. Y en este punto nos indican que nos darán una acción nueva por cada 87 derechos.

   Así que si tenemos 720 derechos, y nos darán una acción nueva por cada 87 de ellos, percibiremos (si no vendemos los derechos en ningún momento) 8 acciones. Y todavía nos sobran 24 derechos que se convertirán en efectivo por no ser suficientes para completar una acción adicional (si nos dan 8 acciones a 87 derechos, eso suma 696 derechos, que si los restamos de los 720 que teníamos resultan los 24 sobrantes).

   24 derechos. Nos faltan 63 para completar los 87 necesarios para completar una acción.

   Y los podemos comprar. Así, nos darían 9 acciones en lugar de las 8 que nos corresponderían.

   Y lo mejor de todo. La operación de compra tiene una comisión mucho menor que la de las acciones: para esta operación, eL canon de bolsa es de 1,20€ y el bróker nos cobra 0,20 % sobre efectivo, sin mínimo. Es decir, si los derechos cotizan, por ejemplo, a 0,049€ y necesitamos comprar 63 derechos, el importe efectivo total asciende a 3,087€, por lo que la comisión del bróker que aplica es de 0,006€. Total 1,21€.

   El ejemplo, así contado, no resulta demasiado atractivo: Pagar 1,2€ por completar una sola acción puede resultar proporcionalmente muy caro. Pero si metemos otras variables en la operación, con un poco más de dinero, veremos que podemos llegar a obtener alguna ventaja interesante.

   Igual que podemos comprar los 63 derechos que nos faltaban para comprar una sola acción, podemos comprar derechos para completar dos… o tres… o cuatro… Con la misma ventaja en la comisión de compra. Por ejemplo, si quisiera hacerme con 27 acciones adicionales, tendría que comprar 2325 derechos (27 acciones por 87 derechos, suman 2349. Pero como tengo los 24 que sobraban, necesito sólo 2325), y entonces la comisión total de la operación sería de 1,43€…

   Compara esta comisión con la que pagarías por comprar las acciones. En mi caso, comprar las acciones a través de mi bróker me supondría un desembolso de 9,20€ de comisión total… pero vía derechos yo he pagado 1,43€.

  Entonces… ¿cuántas acciones comprar vía derechos? Pues cada caso es un mundo, porque intervienen muchas variables: puede ser que nos ahorremos en comisiones, pero si vía derechos las acciones que compramos salen más caras que la cotización actual de la acción ordinaria, podemos estar haciendo el pardillo. O aun saliendo más barata la operación, si vía derechos estamos comprando acciones por encima de nuestro precio medio de acción, puede ser que no nos resulte interesante tampoco. Y también está la comisión de la operación vía derechos, que como hemos visto no tiene un mínimo… así que es seguro que llega un momento que esa comisión será superior a la misma operación comprando directamente las acciones.

   Mi criterio es el siguiente: compro derechos cuando creo en la empresa que los emite. Esto ante todo. Y después se tienen que cumplir 3 condiciones:

1.- Que el total de la operación (operación + comisiones) vía derechos sea más barata que vía acciones.

2.- Que en el momento de comprar los derechos, el precio de compra de la acción vía derechos sea inferior a la cotización actual de esa acción.

3.- Que el precio de compra de la acción vía derechos, sea inferior al precio medio de compra de esa misma acción en mi cartera.

   Y entonces, ahí voy. Si se cumplen estas tres condiciones, voy realizando compras de poco importe, que mejoran mi precio medio de las acciones y con unas comisiones realmente ventajosas.

   Y, aunque muchos de vosotros ya conocías todo esto, quería compartirlo con vosotros de la misma manera que Fansworth lo compartió conmigo. Porque estoy convencido de que este tipo de cosas nos ayuda también a ser un poco más… ¡(f)independientes! 😉

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   Ernesto Bettschen. Noviembre 2016.

El algodón no engaña.

   Si te digo la verdad… los ricos de verdad escasean bastante. Hay muchos más de lo que parece, y de lo que te imaginas, pero no es fácil dar con ellos.

   Y hablo de ricos “de verdad”. Y creo que este calificativo merece una explicación.

  “De verdad”…. Veamos. La prueba de algodón.

   Cojo el teléfono y llamo a mi amigo y mentor “Mister L”. Tras los saludos de rigor, le propongo un plan. Él vive en una capital de provincia, en la costa. Y yo, en Madrid. Así que decidimos llevarlo a cabo en un punto intermedio. Y… ¡ya está!. En una semana, tenemos plan.

   Hasta aquí, puede parecer todo normal. Pero entre líneas, veréis que hay una segunda lectura bastante interesante.

   Como el plan le apetece de verdad (conociéndole, ¡cómo resistirse a una buena cuchipanda con gente vital, y alguna que otra comilona!) se ha apuntado rapidísimamente. “Mister L” se ha delatado: una breve conversación por teléfono… en la que no se habla de disponibilidad, coste o condiciones. Se hace el plan. Y se ejecuta. Alguna vez hay que cuadrar agendas con un poco más de trabajo, pero poco: al fin y al cabo, hacer este tipo de escapadas entre semana resulta más fácil… y más barato, aunque creo que para “Mister L” eso es bastante secundario.

   Tampoco me pregunta sobre el resto de asistentes. A “Mister L ” le basta con (puede resultar presuntuoso, pero es así) mi garantía personal: desde luego que no me voy a pasar un par de días con gente que no me resulte interesante, me aporte, y (propósito principal del plan) con la que no me lo pase bien. “Mister L” es un firme creyente en eso de “Los amigos de mis amigos, son mis amigos”… Y da por sentado que la gente que va a conocer le resultará interesante, le aportará, y que se lo va a pasar muy bien. Y si te descuidas, pues puede surgir algún negocio o plan, que conocer gente nueva es lo que tiene.

   Y así de sencillo. “Mister L” no tiene que pedir días libres, y el coste del plan le importa poco o nada. Es rico. Rico de verdad. De los que cuesta encontrar.

   La prueba del algodón. Una llamada, y hay plan. Hay plan, y no objeciones: “es que tengo que cogerme el día”,”¿y dónde vamos a quedarnos?”, “¿y cuánto cuesta?”,  «y quienes vamos»…

   Nada de eso: ¡un planazo!. Esto apesta a (f)independencia, porque precisamente es el fruto de la misma. El el premio por unas cartas bien jugadas. Es el fruto del desempeño de las habilidades técnicas, interpersonales y financieras a lo largo del tiempo. Y se materializa en una libertad de elección maravillosa.

   La vida es sorprendente: también he llamado en alguna ocasión a “Mister H”. En apariencia “Mister L”, al lado de “Mister H” parece un pobre de los de caridad. Pero “Mister H” nunca puede. El trabajo se lo impide. Muchos viajes. Mucha reunión. Mucho trabajo fuera de horas. Claro, tiene que ser así. No puede ser de otra manera. La mansión en la que vive tiene una hipoteca directamente proporcional a sus metros cuadrados y la exclusividad de su barrio residencial, y aunque su coche principal se lo facilita la empresa para la que trabaja, su segundo vehículo no es ninguna tontería. Y como la apariencia cuenta, mucho traje, mucha marca… Sus relaciones sociales, desde hace un tiempo, se ven “contaminadas” por su vida laboral. Esas cenas con un propósito oculto pero evidente, a las que su mujer va con esa incomodidad (comprensible), y que son frecuentes. Pero es el precio del éxito… Ese éxito que nos quiere vender la sociedad.

   Un éxito que, analizado, paga un precio al final demasiado caro: una vida hipotecada en tiempo y coste. Trabajar para vivir y vivir para trabajar. Un bucle ruinoso. Un status forjado a golpe de pago. El coste de vivir como un rico de verdad… sin serlo. Trabajar para pagar. Pagar para mantener el nivel de vida que requiere esos pagos. Y vuelta a empezar. Y lo más grave, con el sacrificio del tiempo. Tu tiempo. Una dinámica que te priva sistemáticamente de esos momentos antológicos. Como el de aquel miércoles con “Mister L”, que perdura (y perdurará) en mi mente hasta el último de mis días.


   Si bien «Mister H» es un estereotipo, debo decir que «Mister L» si se corresponde con una persona real. Y su trasfondo y riqueza es tan real como yo he tratado de reflejar en esta entrada. Y, puesto a contar, tan real como el plan de aquellos días entre semana. 😉

Echar un vistazo.

   El otro día me preguntaron por qué opción de inversión hubiese optado si tuviera veinte años. La verdad, nunca lo había pensado. Y eso fue lo que respondí.

   A priori, creo que una inversión tipo “Bogleheads” sería la respuesta.  Pero, precisamente, dar respuesta a la pregunta me hizo echar un ojo a ver… “¿qué hay de nuevo, viejo?”.

   Y para sorpresa mía, pues sí, encontré alguna novedad: un complemento perfecto para un viejo conocido casi por todos.

   El viejo conocido es el Vanguard Dividend Appreciation ETF, VIG (https://personal.vanguard.com/us/funds/snapshot?FundId=0920&FundIntExt=INT), un ETF como pocos que conozco. Si no has oído hablar de él, merece la pena que le eches un vistazo.

   Y la novedad, un complemento del que hasta ayer mismo no tenía conocimiento de su existencia:  el Vanguard International Dividend Appreciation ETF,  VIGI (https://personal.vanguard.com/us/funds/snapshot?FundId=4415&FundIntExt=INT).  El mismo concepto, pero en versión internacional. Como he dicho, un complemento perfecto para el VIG.

   Creo que no cambio mi respuesta: una cartera de fondos indexados tiene, para mi esquema inversor (ahora y a los veinte años) más ventajas que inconvenientes sobre una de ETFs, pero creo que el pequeño descubrimiento puede alegrar a más de uno y por eso lo comparto con vosotros.

   Y para los que se pregunten el porqué de mi reafirmación, pues os lo cuento a modo de pros contras:

   En contra de la cartera de fondos indexados frente a una de ETFs:

  • Mayor comisión inherente a los fondos que a los ETFs.

   A favor de la cartera de fondos indexados frente a una de ETFs:

  • Menor coste por operación de aporte / retirada: los ETFs se compran y venden con comisiones similares a las que se aplican en la compra de acciones, mientras que en los fondos, esa comisión suele estar incluida en la comisión total del propio fondo. Para muchas compras periódicas, un fondo de inversión probablemente evite mucho gasto en comisiones.
  • Posibilidad de rebalanceo o cambio de tipología de fondo (por activos, por riesgo, por diversificación, etc.) sin peaje fiscal.

   En cuanto al reparto de dividendo de los ETF, no lo veo como ventaja o inconveniente, ya que se puede obtener el mismo resultado con ambas opciones: en mi caso yo prefiero dividendos repercutidos y no distribuidos. El dividendo distribuido (en efectivo) me obligaría, en época de aportación, a su reinversión, incurriendo, en el caso de ETFs, en una comisión de compra adicional. En época de “recepción”, el dividendo en efectivo de los ETFs podría ser de utilidad para no tener que realizar una venta de participaciones, pero en el caso de fondos puede obtenerse el mismo resultado buscando un fondo de reparto (que paga dividendo en efectivo), y el traspaso a este fondo de reparto estaría también exento de peaje fiscal. La cuestión aquí, sería encontrar un muy buen fondo de reparto, porque echando un ojo al panorama, hay muchos que utilizan el propio patrimonio del fondo para pagar el dividendo, o la utilización de derivados. Pequeñas argucias… que hay que analizar con lupa de muchos aumentos.

   Pero hoy me quedo con la experiencia de cómo el análisis de una simple pregunta (¿por qué opción de inversión hubiese optado si tuviera veinte años?) me ha llevado a un pequeño descubrimiento… Y es que a veces merece la pena salir a “echar un vistazo”.

echar-un-vistazo

Otro ejemplo real.

Si hace relativamente poco veíamos la historia inversora de “Miss Y”, en este caso debo agradecer a “Mister X» el haberme prestado sus datos para ilustrar este otro ejemplo real.

   El caso de “Mister X” es algo diferente: él sí que tiene espíritu inversor, y aunque no le apasiona el tema, está firmemente convencido de que la inversión es más obligación que decisión. Está de acuerdo conmigo en que no cree que Papá Estado (el peor padre del mundo), vaya a ser capaz de cumplir sus compromisos. Así que eso, está “obligado” a invertir.

   Y su historia pasa por un desengaño con la banca llamémosla “tradicional”. Un inicio de no saber bien, de dejarse aconsejar… y de sufrir una equivocación de esas que ahora, echando la vista atrás, él cataloga como “providencial”.

   Y es que la vida se las gasta así, y en ocasiones nada mejor que una lección de esas que no se olvida: unos cuantos miles que desaparecen al materializarse esa situación imposible en la que el patrimonio del fondo entonces perdería un X%. El “es prácticamente imposible que pase”, se traduce entonces en “era prácticamente imposible que sucediese, lo sentimos mucho, tal vez debería Vd. entonces mover sus activos restantes a productos de menor riesgo, y bla, bla, bla…”

   A “Mister X” le bastó esa única vez para comprender que estaba tratando con el enemigo. Con un lobo con piel de cordero. Con el zorro en el gallinero.

   Y entonces empezó una labor de investigación para intentar hacer las cosas de manera diferente.

   Y probó varias opciones, unas veces con inversiones virtuales, otras con pequeñas cantidades de dinero real, y perdió, y ganó y lo comido por lo servido…

   Y así fue hasta que, finalmente, “Mister X”, se topó con la filosofía inversora de los “Bogleheads”.

 Pero, como le digo yo, no todo es dinero, y la experiencia ganada tiene ya de por sí un valor añadido muy interesante.

   Y sobre todo, un resultado “material” que “Mister X” me ha permitido compartir con todos vosotros, y que en el momento de escribir este artículo tiene este aspecto:

misterx-boglehead-portfolio

   “Mister X” tiene esta cartera desde el año 2014, y su “experimento” (en €uros reales) dice que finalizará “en breve”. Una vez finalizado, tiene el firme convencimiento de ir traspasando poco a poco el resto de activos financieros a este modelo, porque es barato, porque es sencillo, y porque no le requiere casi ninguna atención. Simple y llanamente. Hasta el día de la fecha, “Mister X” sólo realiza una operación al año. Aporte y rebalanceo. ¡Una vez! ¡Al año!…

   Como última, pero valiosísima aportación de “Mister X” a esta entrada, nos aporta también la evolución de esta misma cartera en los años 2014 y 2015.

2014 misterx-boglehead-portfolio-1st-rebalance-2014      2015 misterx-boglehead-portfolio-2nd-rebalance-2015

   A estas alturas, “Mister X”, ya ha asumido que hay que “cambiar el paso”… y así lo refleja su forma de pensar: paradójicamente no le gusta una cartera tan verde. Se acerca la hora de su movimiento anual, y aunque no piensa faltar a su cita, eso le supone comprar caro…

   A “Mister X” le queda mucho camino. Pero tiene lo más valioso del mundo por delante: tiempo. Tiempo que suma a una experiencia adquirida muy voluntariosamente. Sufriendo o disfrutando las consecuencias de sus decisiones en sus propias carnes… o mejor dicho, en sus propios €uros. “Mister X” ya ha dado mucho más que un primer paso…

   No me cabe duda: así se camina hacia la (f)indepenencia.


   Desde aquí, mi agradecimiento a “Mister X” (nombre ficticio) por facilitarme sus extractos y permitirme publicarlos aquí. Y termino esta entrada con la promesa de mutua de continuarla en un futuro, comentando las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades de este modelo.

Yo tampoco quiero más vacaciones.

Con mi amigo Ernesto Bettschen comparto muchas cosas aparte de tener un apellido que nos condena a deletrearlo casi constantemente. Él, aunque es español, de suizo tiene el apellido… y un gen (o algo) que efectivamente le dota de un carácter… si no especial, por lo menos un poco diferente a lo que estamos acostumbrados por estas latitudes.

                    swissflag

   El otro día, hablando con él, me realizaba la observación de que ser Español sale bastante caro. Esto, viniendo de un medio-suizo, sorprende un poco, pero la explicación me resultó bastante interesante y por eso la comparto por aquí.

   Decía Ernesto que ser español sale muy caro. Y desde su punto de vista quizá tenga algo de razón. Defendía su afirmación, tras una serie de comentarios sobre lo sucias y degradadas que están algunas ciudades españolas. Tal vez no nos demos cuenta, pero esto es verdad. Los que vivimos aquí, parece que nos vamos acostumbrando, o tal vez no nos demos cuenta del cambio lento, a peor. Pero es verdad que las calles están sucias, que las calzadas están en mal estado, y que las infraestructuras (metro, autobuses, trenes, sus paradas y estaciones, etc.) sufren una degradación no tan lenta. Y mantener todo esto resulta caro. Muy caro. Que las cosas envejezcan, es inevitable. Que lo hagan menos rápidamente es evitable. Y es que en España, decía Ernesto, pasa una cosa que no sucede en muchos otros países: que lo que es mío, es mío. Y lo que es de todos, no es de nadie. En Suiza: lo que es mío, es mío. Y lo que es de todos, también es mío. Y, así, como la calle es mía, pues me cuido de tirar papeles. Pero también, como el tranvía es mío, si te veo haciendo un grafiti o rayando la ventana es probable que te llame la atención. Yo, y tantos otros “propietarios” que viajan conmigo…

   Pues es verdad. Yo lo envidio. Y efectivamente, esa permisividad nuestra sale cara. Luego queremos pagar menos impuestos… (¡veis!, lo he vuelto a hacer… generalizando otra vez: esa permisividad ME sale cara, a mí, sí, a mí, individualmente. A mí, y a ti.).

   Y así, hablando de Suiza, tocamos también el tema del famoso referéndum sobre si los suizos querían disponer de más días de vacaciones, y sobre el que el resultado fue un rotundo NO (opción elegida por más del 66% de votantes). Y aquí Ernesto, también me dio una explicación bastante lógica (según él, la que escuchó de su amigo suizo Paul): en un país que llega a la tercera edad con un poder adquisitivo más que notable, muy por encima de la media de muchas otras naciones… ¿cambiarías las reglas para acercarlas más a las de otros países en las que no se da esa situación? Más personalmente: si ves que tus padres han llegado a ser medianamente ricos, ¿votarías por un cambio que te alejara a ti de alcanzar lo mismo? Pues eso: 66%, NO. Porque a la larga, eso es: una vez más, sale caro.

   Y lo que no tuvo tanta repercusión mediática, fue otra votación realizada (yo tengo que reconocer que me enteré por Ernesto), sobre si se permitiría que las empresas públicas no tengan obligación de ser rentables… (ni me molesté en preguntar el resultado)

   ¡¡¡ O sea que hay países donde las empresas públicas tienen la obligación de ser rentables !!!

   Es verdad. Mi amigo Ernesto Bettschen tiene razón: ser español sale muy caro.

El Plan C.

   Cuando uno se convence de todo lo que contamos por aquí, y finalmente se decide a comenzar su plan de inversión personal, casi siempre sucede lo mismo.

   Al principio todo es prudencia. La cantidad a aportar es muy moderada, y desde que la tecnología lo permite, uno se tira, varias veces al día, varios días a la semana, echando un ojo para ver cómo van las cosas. Y sí, la cosa fluctúa… pero desde luego no me estoy arruinando de un día para otro.

   Así se forja la confianza en el sistema personal, y de los temores y prudencias iniciales, en cuanto se han cobrado unos pocos dividendos, se pasa a un momento de angustia por haber estado “ciego” tanto tiempo, por no haber empezado antes, por haberse dejado llevar por la inercia de una masa que dice “eso es muy arriesgado” sin ni siquiera haberlo experimentado…

   Y entonces, el tiempo perdido trata de recuperarse a golpe de aportación. Y se incrementa el importe o se incrementa la frecuencia de las aportaciones. Y ya no se mira tanto. Que ya nos lo sabemos, hoy más, mañana menos, al otro también y vuelta a empezar. La cosa pasa a ser más bien un “bueno, voy a ver qué ha pasado desde la última vez”.

   Y… ya está…

   – (Tú) … ¿Ya está?

   Pues sí. Ya está. ¿Acaso esperabas un final escabroso? Seguro que hay mil historias que lo tienen, pero no es mi intención contarte algo que ya sabes (o deberías saber antes de meter un duro en cualquier lado). Se ha hablado de ello por aquí: que si Zutano puso todo en Bolsa y lo perdió. Que si mengano se Forró…

   Zutano era un pardillo. Y Mengano, pues también, pero con suerte.

   Pero estoy seguro que la secuencia que os he contado muchos la habéis vivido en primera persona. Y vuestra intención inicial de poner X al mes, ha pasado a ser de 2X o 3X… en ocasiones hasta un límite que puede volverse imprudente, sobre todo si el sistema de ahorro no ha contemplado una cantidad líquida para imprevistos, imprevistos previsibles, auto financiación o lo que sea.

   Y esa imprudencia, puede volverse contra nosotros de otro modo, mucho más peligroso, y es dejando de invertir en lo realmente importante… Que básicamente es… ¡en nosotros!

   Por esto la independencia financiera es diferente de la (f)independencia. Porque en el camino de esta última además del aspecto relacionado estrictamente con el dinero, entra en la ecuación el desarrollo de las personas y la relación con su entorno (habilidades técnicas), y la conciencia de que las limitaciones que uno tiene, pueden paliarse en una comunidad (habilidades interpersonales) que a su vez realimente nuestras habilidades técnicas.

   ¿Para qué sirve un esfuerzo de inversión tan prolongado en el tiempo, si cuando vienen mal dadas el mercado laboral no te quiere, no eres capaz de desempeñar una actividad profesional por ti mismo, y contactos tienes los justos…? En este punto, párate a pensar que en la actualidad, con 45 años, el mercado te mira desde arriba… Si has conseguido la tan afamada “independencia financiera” (lo que toda la vida ha sido “vivir de las rentas”), estupendo. En caso contrario (siento desanimarte, pero a esa edad es más que probable), prepárate para asumir un descenso a los infiernos…

   45 años. A 27 años vista de la jubilación…

   Sí, has acertado, cuidar este aspecto, supone un aporte adicional, en esfuerzo, tiempo y dinero. Así que trata de plantearte qué es lo próximo que vas a aprender, y repasa tu agenda para ver qué contactos reales tienes, y no hablo de Facebook o LinkedIn… no… hablo de esos esos que te reconocen nada más cogerte el teléfono y que te harían un favor incondicionalmente…

   Como verás, no todo es dinero. Tal vez haya que empezar a pensar y preparar también un PLAN C…  (porque el A supongo que será tu trabajo, y el B, tu plan de inversión personal…)

   Y sí, si cuidas también estos aspectos, no dudes de que te estarás acercando a la (f)independencia.

Excusas. Un ejemplo real.

   Yo quiero. Pero… no tengo dinero, no tengo tiempo, no sé, no entiendo… Y pasa otro día. Mejor mañana. Y así se han ido ya demasiados días. Meses. Años.

   Excusas.

    Y todo puede ser verdad. Pero no se trata de quedarnos con el problema, sino ir encontrando soluciones.

   Y esta era la situación de “Miss Y”, una conocida sobre la que no revelaré su verdadera identidad, preocupada por su presente y por su futuro.

   Cuando le realicé la primera sugerencia a “Miss Y”, nos conocíamos desde hace bastante tiempo, y ella ya sabía de mis andanzas por los mercados. Una única experiencia no muy positiva la había alejado a ella de aquel mundo hasta la fecha. Madre de un hijo entonces. Y de dos hoy.

   Y ese día, lo único que le propuse fue hacer una inversión de 50€ al mes. Ni más ni menos. Todos los meses. El mismo día. Un único producto. Y sólo le pedí una cosa: constancia. Corría el año 2011.

   Y esto es lo que pasó…

aportaciones

   Bueno, ahí están los números. Vamos a hacer un pequeño análisis.

   El fondo es un fondo bastante convencional: gestión activa, invierte como máximo un 70% en Renta variable y el resto en Renta Fija, una comisión por dicha gestión del 2% con cargo al patrimonio del fondo, dividendos reinvertidos, y fuera de esto sin comisiones adicionales ni por aportación, ni por reembolso. La gestora, aunque yo personalmente me inclino más hacia la gestión pasiva, es de lo mejorcito que se mueve por el panorama nacional. Y las cuantías, pues las que veis. Primero 50€, luego 100€, y ahora 120€. El próximo mes, la cuantía de la aportación pasará a ser de 135€ al mes.

   Primero 50€. Lo que por entonces era una cantidad que “se podía”… y además no daba miedo perder, incluso en su totalidad. Eso de “Zutano metió todo en bolsa y se arruinó” parece que pasa de la mañana a la noche, y aunque el caso puede darse (siendo bastante temerario, todo hay que decirlo), confié en el tiempo para dejar que se alejase ese miedo “de principiante”. Y así pasó que “Miss Y” sólo tardó 6 meses en sentirse cómoda con su nuevo instrumento financiero (ni más que ni menos que aprender a convivir con la fluctuación) y por voluntad propia decidió aumentar su aportación. No me gustó demasiado la idea, más que nada, por temprana, pero como la cantidad inicial me pareció razonable tampoco puse demasiada objeción.

   50€, ese fue el empujón que necesitó “Miss Y”. No hubo más. Luego ya se “cocinó” todo sólo.

   Se “cocinó”… y, como veis, sigue cocinándose.

   El siguiente paso del análisis pasa por la rentabilidad: bueno, pues como se puede ver en el informe, hasta la última aportación, la rentabilidad neta es del 9,26%. Pero eso poco importa, porque no me cabe la menor duda (y ahora a “Miss Y” tampoco) de que el valor fluctuará. Lo que me parece más interesante de resaltar es la acción del tiempo sobre el fondo en cuestión: si miramos las primeras 32 aportaciones (hasta la flecha roja), todas tienen una rentabilidad positiva. Todas. ¿Es casualidad?… ¿O más bien es el efecto que ejerce el tiempo y la acumulación sobre el fondo en cuestión? Me inclino más por lo segundo, sobre todo convencido porque el ejemplo es muy lineal: aportaciones mes a mes, todos los meses sin excepción, independientemente de cómo esté el mercado. Y si hoy tenemos las primeras 32 aportaciones con balance positivo, creo que dentro de NN años, siguiendo en la misma dinámica, este efecto se habrá extendido unas cuantas líneas más hacia adelante.

   Y bueno, pues en la práctica, “Miss Y”, sigue sin poder, sin saber y sin entender… pero paso a paso ha ido creando algo, sencillo y fácil de ejecutar, que muy probablemente le desahogara a la hora de pagar los estudios universitarios de sus hijos, o tal vez, más a largo plazo, su propia jubilación. Ella me confesó que el mismo día que abrió su fondo de inversión, su marido, que tampoco podía, ni sabía, ni entendía, hizo exactamente lo mismo, con las mismas cantidades, periodicidades e incrementos… y aunque les quede un largo camino por delante, la constancia casi seguro que les recompensará, y dentro de unos cuantos años (que los tienen por delante), si siguen con sus aportaciones, y sus incrementos, y con una buena revalorización… quién sabe, ¡tal vez lleguen a ser (f)independientes!


   Desde aquí, mi agradecimiento a “Miss Y” (nombre ficticio) por facilitarme su extracto y permitirme publicarlo aquí.

¡Maldita inflación!

   No conozco ningún buscador de independencia financiera que no haga proyecciones sobre el futuro de su inversión. Es difícil resistirse a echar la cuenta de cómo estaré dentro de X años.

   Y si, el interés compuesto es un poderosísimo factor, pero desgraciadamente no lo dice todo.

   Además de la gran “mordida” de Papá Estado (el peor padre del mundo), está la inflación, que desgraciadamente para nosotros también se apoya en el interés compuesto para mermar nuestras inversiones.

   Una burda estadística dice que el poder adquisitivo del dinero se reduce en un 50% debido a la maldita inflación. Creo que no debe andar muy desencaminada.

   Y teniendo en cuenta estos factores es cuando nuestra proyección debería hacernos ver lo duro de nuestro plan: un prometedor inversor de 45 años, con intención de retirarse a los 65 años y una cartera de 100.000€, sobre la que hace un esfuerzo de aportación de 4.000€ anuales y obtiene una rentabilidad por dividendo del 3,5% que también revierte, incrementando un 4% anual su aportación, llegará a juntar (con una constancia que el transcurrir de la vida me permite tachar de dudosa credibilidad, y una linealidad en el mercado nunca vista) un millón de €uros al final de su estrategia. De ese millón, casi la mitad habrán sido aportaciones suyas. El resto, rentas. Y también, en ese momento obtendría unos 27.500€ de dividendos netos (después de un 21% de impuestos), con un poder adquisitivo que tras pasar por la “muela” de la inflación equivaldrían a poco más de 15.000€ netos…

   Mileurista a la vejez si Papá Estado no responde.

   Pero “más que muchos”, no te quepa la menor duda.

   Vaya, he caído en la trampa y se me ha escapado una proyección. Siento decirte que vale para bastante poco. El mundo real se encarga de hacer bailar las cifras hasta límites insospechados. Pero bueno, aunque sea una simple proyección, por lo menos va desmaquillada con unas pequeñas pinceladas de realismo (inflación e impuestos).

   Y con este ejemplo (cuestionable matemáticamente por dónde se le mire, lo sé), lejos de fomentar el desánimo, lo que pretendo es concienciar de la importancia de esas máximas que todo buscador de independencia financiera está harto de escuchar, pero sobre todo, de una:

                                      Empieza cuanto antes.

… y así, ¡lo tendrás mucho más fácil para llegar a ser (f)independiente!


P.D.- Los resultados se han obtenido con cálculos lineales y en base a los siguientes porcentajes:

Inflación:                                                              3,00%

Impuesto al dividendo:                                       21,00%

Tasa anual de incremento de dividendo:             7,00%

Tasa anual de crecimiento de la contribución:   4,00%

Un par de sugerencias.

   El verano me ha brindado la oportunidad de disponer de un poco más de tiempo para mi, y así, he aprovechado para ver un documental y una película relativos a la crisis iniciada en 2007 y que quiero compartir con vosotros.

   El documental: «Cuando estallan las burbujas», un más que interesante resumen de todo el entramado que originó la citada crisis de 2007. Resumido sencillamente: espeluznante… pero muy recomendable.

   Y, sobre el mismo tema, una película: «La gran apuesta», que trata sobre unos pocos que vieron con anticipación lo que algunos ocultaron y nadie vió, y jugaron sus cartas contradiciendo al sistema y a lo que nunca antes había sucedido.

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   Si como yo, disponéis de algo de tiempo para vosotros, tal vez dedicar vuestro valiosísimo tiempo sea realmente una buena inversión…

   Y después de ver cada uno de ellos, me ha surgido la misma pregunta: ¿Y ahora qué?… porque cómo veréis, lo pasado, pasado está, pero realmente todavía no se ha escrito la última línea de esta historia… y parece que la solución al problema de base se está dejando al azar…

   Y el objetivo de compartir esto con vosotros es únicamente haceros reflexionar sobre ese asunto mediante una sencilla pregunta: ¿tienes una estrategia de salida ? (o cómo diablos podrías empezar a vivir de tu dinero si en el momento de tener que empezar a hacerlo más del 50% de tus valores han suspendido el dividendo y las cotizaciones están por los suelos).

   Para cuando hayáis visto las dos sugerencias anteriores, de postre, os dejo también por aquí una perla humorística sobre el tema. ¡No tiene desperdicio!

   No me malinterpretéis, que no soy ni pesimista ni catastrofista, y mis activos financieros siguen en el mercado. Pero esa estrategia de salida hay que tenerla, porque el futuro está aún por escribirse y puede ponernos algun escollo en nuestro rumbo a la (f)independencia.

«Baby boom».

(«Baby boom» es un artículo escrito por Ernesto Bettschen).


Nací en 1972. En pleno “baby boom” español. En el momento de escribir estas líneas tengo 43 años.

En el colegio, muchos años, me tocó asistir a clases con más de cuarenta alumnos.

Decidí (en mi caso tuve la suerte de poder hacerlo) continuar estudiando y entré en la universidad. Como tantos y tantos otros por aquella época.

Y una vez que terminé mis estudios, salí a un mercado laboral para encontrarme compitiendo por un puesto de trabajo con los que habían sido mis compañeros de generación. Cientos. Miles. Millones… Los hijos del “baby boom”. Pertenecientes a familias con 3 o 4 hijos.

Normal. Si es que somos demasiados los del “baby boom”.

piramide

Y ahí estuve. Partiéndome la pana con todos ellos. Compitiendo. Tratando de hacerme un hueco entre tantísimos. No era raro acudir a una entrevista de trabajo y encontrarse en una sala de espera con otros diez candidatos al mismo puesto…

Normal. Si es que somos demasiados los del “baby boom”.

Y lo mismo sucedió a la hora de buscar una vivienda: tantos y tantos buscando piso al mismo tiempo creó una demanda tal y una escalada de precios que duró hasta 2006, y qué fue de tal envergadura, que por mucho que haya explotado la “burbuja inmobiliaria”, aun así, deja un escenario bastante complicado a los que vienen detrás, precios más baratos, sí, pero aun así, bastante inaccesibles.

Normal. Si es que somos demasiados los del “baby boom”.

Por aquel entonces, ya empecé a sospechar que “Papá Estado” tal vez no fuera a velar por nosotros, por lo menos, como hasta entonces… Sólo la sospecha. La verdad es que hasta entonces no tenía motivos de preocupación.

Y entonces encontré a una mujer maravillosa, me casé, y tuve un hijo.

Y por entonces fue cuando descubrí la primera verdad a medias de “Papá Estado”, que decía que me ayudaba a mantener a mi hijo con una ayudita… pero por la que luego me hacía tributar…  Vamos, que sí que dicen que te dan 100€ al mes, pero luego de esos 100 te reclaman veinte.

Luego llegó mi segundo hijo (hija en este caso). Y para entonces, a Papá Estado ya no de debían salir demasiado las cuentas, porque no obtuvo la misma ayuda… (para entonces, mi desconfianza en “Papá Esado” ya era tal que pude ser previsor).

Normal. Si es que somos demasiados los del “baby boom”.

Y desde entonces, como no puede ser de otra manera, todo ha ido en esa dirección…  Se eliminaron las ayudas a la maternidad, y también, con efectos desde 1 de enero de 2013, la desgravación por adquisición de vivienda habitual.

A estas alturas, “Papá Estado” me parece “el peor padre del mundo” (así lo define Fansworth siempre).

Normal. Si es que somos demasiados los del “baby boom”.

Y, ahora dime: ¿crees que vamos a llegar a cobrar una pensión de jubilación?…

– No.

Normal. Si es que somos demasiados los del “baby boom”.

Ernesto Bettschen. Julio 2016.