En muchas ocasiones siento envidia.

«En muchas ocasiones siento envidia» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Creo que ya ha quedado escrito en una de estas páginas nuestra manera de pensar sobre la propiedad: aquí, “lo que es tuyo es tuyo, y lo que es de todos no es de nadie”. Esto, en contraposición a los países nórdicos, donde “lo que es tuyo es tuyo y lo que es de todos también es tuyo”, nos hace un flaco favor.

Esta forma de pensar, inunda todo lo que la rodea. Se cuela en nuestra vida cotidiana por cada resquicio. Así, el mobiliario público se vandaliza, metiéndonos a todos en una rueda de pagar excesivos costes de mantenimiento por todo. No se respetan vagones de metro y autobuses, ni bicicletas públicas. Ni marquesinas de autobuses. Nada del mobiliario urbano. Ni siquiera se respetan las más elementales normas de convivencia: las calles están sucias, se deterioran… No nos damos cuenta de lo caro que nos sale pensar así.

Me da la impresión de que aunque tengamos casos de éxito donde mirar… de dónde copiar… no aprendemos…. No queremos aprender.

Me llevo el ejemplo también a la política: parece que los presupuestos, pagados a l final entre todos, más que ser lo que son, se convierten en una arma política… un juguete en manos que ya no dudo ni un ápice que no son las más adecuadas. Esos presupuestos también son nuestros. Y con eso no se juega. Parece que no nos damos cuenta, pero la política pone a su merced todo lo que toca: los presupuestos… pero también los planes de pensiones, la seguridad social, la educación… Se negocia sobre nuestros derechos… pero como si no fueran nuestros individualmente. Como son para todos, no son para nadie… y así se prestan al menudeo. Al vandalismo.

Y así nos cuestan lo que nos cuestan. Mantener ese “vandalismo” nos sale carísimo. Pero ahí seguimos, como espectadores de una “pachanga” en la que la pelota son nuestros derechos. Un espectáculo lamentable, con un público pasivo y, de alguna forma, anestesiado.

Lo más grave, es que encima, una vez depositado nuestro voto en la urna, los “jugadores”, hacen exactamente lo mismo con sus responsabilidades: el voto de todos se convierte en el de nadie, y entonces ya vale todo: donde dije “digo”, digo “Diego”… y aquí no pasa nada. La responsabilidad de los políticos debería ser casi sagrada. Un cargo electo asume la enorme responsabilidad de representar a todos sus votantes. Y debe hacerlo impecablemente.

Envidio cosas como esta:

El parlamentario británico dimite por llegar unos minutos tarde y no estar presente en el momento en que tenía que responder a una consulta. Una respuesta que lleva detrás el voto y confianza de miles y miles de personas. Representar a miles de personas es una responsabilidad muy grande. (¿Llegarías tú tarde a la hora de cobrar «el Gordo» para tus compañeros?… Seguro que no. También es una responsabilidad muy grande… pero ínfima al lado de la que ostenta cualquier cargo público. Y los presupuestos del estado seguro que llevan muchos más ceros que el premio de la lotería…).

Esto pasa en otras partes del mundo mientras nuestros políticos juegan con el móvil en el congreso.

Al final, nosotros somos en parte culpables: culpables por lo menos de aceptar las cosas como son… y no hacer nada por transformarlas en lo que deberían ser. Por asumir que los políticos, sólo por serlo, pueden hacer lo que les venga en gana, en lugar de representarnos, que es para lo que realmente están.

De lo que nos cuesta, ya hablaré en otra ocasión.

 

Un par de sugerencias.

   El verano me ha brindado la oportunidad de disponer de un poco más de tiempo para mi, y así, he aprovechado para ver un documental y una película relativos a la crisis iniciada en 2007 y que quiero compartir con vosotros.

   El documental: «Cuando estallan las burbujas», un más que interesante resumen de todo el entramado que originó la citada crisis de 2007. Resumido sencillamente: espeluznante… pero muy recomendable.

   Y, sobre el mismo tema, una película: «La gran apuesta», que trata sobre unos pocos que vieron con anticipación lo que algunos ocultaron y nadie vió, y jugaron sus cartas contradiciendo al sistema y a lo que nunca antes había sucedido.

la-gran-apuest-the-big-short

   Si como yo, disponéis de algo de tiempo para vosotros, tal vez dedicar vuestro valiosísimo tiempo sea realmente una buena inversión…

   Y después de ver cada uno de ellos, me ha surgido la misma pregunta: ¿Y ahora qué?… porque cómo veréis, lo pasado, pasado está, pero realmente todavía no se ha escrito la última línea de esta historia… y parece que la solución al problema de base se está dejando al azar…

   Y el objetivo de compartir esto con vosotros es únicamente haceros reflexionar sobre ese asunto mediante una sencilla pregunta: ¿tienes una estrategia de salida ? (o cómo diablos podrías empezar a vivir de tu dinero si en el momento de tener que empezar a hacerlo más del 50% de tus valores han suspendido el dividendo y las cotizaciones están por los suelos).

   Para cuando hayáis visto las dos sugerencias anteriores, de postre, os dejo también por aquí una perla humorística sobre el tema. ¡No tiene desperdicio!

   No me malinterpretéis, que no soy ni pesimista ni catastrofista, y mis activos financieros siguen en el mercado. Pero esa estrategia de salida hay que tenerla, porque el futuro está aún por escribirse y puede ponernos algun escollo en nuestro rumbo a la (f)independencia.

«Concursante»

   Alguna vez he hablado por aquí sobre el “coste estructural” de cada uno (el coste de ser tú y vivir como vives).

   “Concursante” es una película española dirigida por Rodrigo Cortés y ganadora del premio de la crítica en el Festival de Málaga del año 2007. Trata sobre un concursante que gana un concurso de preguntas y respuestas y recibe un premio valorado en tres millones de euros. Para mucha gente, esto sería convertirse en “millonario” de la noche a la mañana… pero esta película viene a desmontarnos esta teoría… y nos desvela una triste realidad sobre el coste estructural.

   No soy crítico de cine, y no voy a entrar a valorar si merece la pena su visionado. Tiene algún fragmento curioso, como este que os dejo por aquí, y sí que creo que puede tener un valor didáctico.

   Y aunque (a la vista de este fragmento) pueda parecer que hay un auténtico complot para despojarnos de todo nuestro dinero (cosa que no comparto en absoluto)… mucho ojo con lo te compras, lo que cuesta, y sobre todo, lo que te cuesta mantenerlo… no vaya a pasarte como al “Concursante”.

Y si el dinero no importara, ¿qué harías?

Si no conocéis el vídeo que viene a continuación, os voy a hacer un pequeño regalo…

Os sugiero que lo veáis en un momento tranquilo (y si lo tenéis complicado para conseguir esto, por lo menos usad unos auriculares), porque casi seguro que os va a hacer reflexionar…

No digo más.

¿Y bien?. (No soy muy perseguidor de los comentarios. El objetivo de este blog no es ese, pero sí que me interesa lo que se te está pasando en este mismo momento por la cabeza, así que -si no es demasiado intenso- tal vez quieras compartirlo).

Este vídeo tiene, en parte, la culpa de que un proyecto de independencia financiera se transformara en (f)independencia, porque no todo es dinero, no sólo es dinero… y ahí es donde hacen su aparición las otras dos «patas» en las que se apoya la (f)independencia: las habilidades técnicas (en todo su espectro, incluso las relacionadas con el ocio) y las interpersonales (contando por supuesto, también con la rama afectiva). Así, el proyecto, cobró sentido, porque lo dicho: no todo es dinero, no sólo es dinero.