La escala de valores.

La escala de valores” es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Hubo una época en la que yo era joven e inexperto. Ahora, como el mundo ha evolucionado mucho y han aparecido muchas nuevas áreas de conocimiento, ya no soy tan joven y proporcionalmente soy bastante más inexperto. Pero bueno, desde mi particular enfoque de la vida, ser consciente de esto no es la peor de las opciones… Ya comenté sobre este aspecto en alguna entrada anterior.

De aquella feliz época de juventud divino tesoro e ignorancia madre del atrevimiento, tengo un recuerdo muy intenso de un día en particular. Un día que me sirvió para aclarar mi existencia.

Así.

Tan profundo como suena.

Y tan ireal.

Os cuento…

Debía correr el año 2004 y por aquel entonces yo trabajaba en una empresa que estaba bajo el paraguas de una gran consultora norteamericana. Ya por aquel entonces, en la filosofía de la empresa estaba el asignar un “coach” a algunos de los trabajadores…  Resulta que lo que aquí está de moda desde hace relativamente pocos años, era plato del día para algunos de los que estábamos en grandes corporaciones. Y cuando digo “coach” lo digo con todas la letras: no era un mentor (aunque también teníamos uno), ni un patrocinador, ni mucho menos un motivador de los que apelan al tú puedes, tú lo vales… Era un “coach” para orientarnos en habilidades de cómo negociar, cómo tratar problemas, como manejar aspectos como los favores prestados y debidos, como motivar, como nadar entre tiburones y mucho más…  todo ello para hacernos comprender cómo movernos y evolucionar dentro de una gran empresa, pero también fuera… y, en mi caso, proporcionándome un enorme crecimiento personal. Y además, todo en inglés. ¡Ahí es nada!

De aquella etapa, como decía al principio, recuerdo un día muy especial: el día que hablamos sobre mi escala de valores.

Preguntado directamente sobre cuál era mi escala recuerdo perfectamente empezar a hablar básicamente de dos cosas: de casa y del trabajo. Todo en un batiburrillo mental que era algo parecido a dos enumeraciones… a dos listas. Una mezcla de “quiero” con “me gustaría”, con “es importante”…

Y recuerdo perfectamente las palabras de F. (mi “coach”):

– “Estás confundido”.

No negaré que efectivamente lo estaba. Nunca antes me había parado a pensar sobre mi escala de valores. Tenía en la cabeza ideas desperdigadas, pero nada más. Y por lo visto, había llegado la hora de poner orden en todo eso. Saber qué ocupa el primer lugar. Qué se antepone a qué. Saber si prima la familia o el trabajo. Si la ambición o algo más de tranquilidad…

Y así, enfrentarse a un papel en blanco con el objetivo de hacer una lista, una única lista ordenada, es un ejercicio que hay que hacer. Especialmente si uno está confundido (como yo lo estaba entonces) o simplemente si no se ha hecho nada parecido antes… Encajar esos conceptos sueltos y desperdigados en mi mente en esa lista única, ordenada, tangible me ayudó muchísimo a enfocar mi vida. A saber también qué quería primero, qué anteponer a qué, en que aplicar mi esfuerzo y en qué no malgastar mis energías. Y sobre esa lista, reflexionar sobre el cómo, porque la especie humana es ambiciosa por naturaleza y lo quiere todo… pero la realidad ha dicho a muchos que tener una carrera profesional de altura puede llegar a ser incompatible con la dedicación que requiere una familia. Que preferir un trabajo sólo por lo que nos pagan tal vez nos haga infelices, y que puede ser más gratificante sacrificar poder adquisitivo a cambio de algo que nos interese más.  Si prefiero dedicar mi esfuerzo a emprender, o dejar de posponerlo para poder seguir tranquilamente, como hasta ahora… ¿tranquilamente?… ¿es verdad esto o  tengo un run-run en la cabeza que me dice que estoy posponiendo algo que puede ser importante para mi? ¿y por cuánto tiempo puedo estar así antes de que llegue el desengaño?…

Esa fue mi experiencia. Me pareció un ejercicio bastante interesante que en su momento me abrió los ojos mucho sobre mí mismo y sobre mis intereses. Un ejercicio que recomiendo realizar con cierta periodicidad, porque -afirmo- ayuda mucho a establecer un punto de partida, hacia el conocimiento de uno mismo… y hacia algunas metas personales. Tal vez la (f)independencia sea una de ellas.

Y tú… ¿también estás confundido?