2020. Un año para reflexionar.

«2020. Un año para refexionar» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen. 


Si hace unos pocos meses me hubiesen dicho que financieramente cerraría el año en verde, no me lo hubiese creído. Pero al final así ha sido.

   Creo que sería muy frívolo cerrar las entradas de este año en el blog con un análisis meramente económico. Porque 2020 es uno de los años cuyas enseñanzas ratifican la necesidad de caminar hacia la (f)independencia, en sus tres pilares de habilidades, las financieras, las técnicas, y las interpersonales.

   En la vertiente financiera, pues eso. A final, contra todo pronóstico, año en verde. El mercado, en el corto plazo, vuelve a ser imprevisible… en este caso para bien de los que cuando se desencadenaba la tormenta permanecimos con el rumbo invariable. Personalmente, creo que no es un escenario que refleje la realidad de lo que está sucediendo… que la resaca está por llegar… y que si no lo ha hecho ya puede ser un artificio forzado a base de inyecciones de dinero, desde los bancos centrales. Y precisamente por esto, me limitaré a sujetar con mayor fuerza el timón… a seguir con el rumbo trazado, a tratar de llegar a buen puerto… cuanto antes mejor. Un puerto que los acontecimientos socio-políticos parecen querer alejar cada vez más… (y esto lo digo desde la más absoluta imparcialidad política, porque creo sinceramente que estés donde estés ideológicamente posicionado, nadie que no seas tú va a mover un dedo por facilitarte la existencia… o por lo menos, sin un algo a cambio). Así que si no ves tempestades ni vientos… ponte a soplar para animar las velas, no vaya a ser que la estrategia de los que gobiernan  sea dejar las cosas como están… y te veas flotando a la deriva hasta que tengan que rescatarte… con pan hoy, pero hambre para mañana, cuando una mísera pensión con nulo poder adquisitivo sea el único puerto abierto para muchos.

   En la vertiente técnica, pues el año nos deja una de las mayores revoluciones en el mundo laboral y conseguida en menos tiempo: la del tele-trabajo. Suena triste decirlo, pero la aparición del COVID-19 ha sido su mayor impulsor. Y “a la fuerza ahorcan”.

   El otro día escuchaba una afirmación con la que no puedo estar más de acuerdo: la ciencia es la gran impulsora de la humanidad, la que permite su evolución, y la que consigue variar las reglas de la naturaleza para inclinarlas un poco a nuestro favor. Este año, puede ser con una vacuna conseguida en tiempo en tiempo récord. En un futuro, quizá la nano robótica termine de inclinar la balanza con determinadas patologías. Creo que vienen años apasionantes para el conocimiento, que ahora más que nunca es asequible, compartido y actualizado. No aprovechar esta situación puede significar empezar a vivir en un mundo que no comprendemos. Ser técnicamente buenos en lo que hacemos, ha dejado de ser un privilegio (de poder pagarlo o poder asistir a un buen centro, con buenos docentes): se ha convertido en una elección personal.

   Es más, todo avanza tan rápido, que el simple hecho de mantenerse un poco al día… empezará a suponernos un esfuerzo considerable, pero creo que también apasionante.

   Y en lo que a relaciones inter-personales se refiere, pues creo que este año nos ha servido a muchos para reflexionar sobre qué es realmente importante. Sin idealismos: al codicioso le habrá servido para ratificarse en su codicia. Y a quien haya sufrido una pérdida irremplazable, tal vez para replantearse toda su existencia.

   En mi caso, 2020 me ha servido para recordar que lo que nos pasa en la vida es un 10%… y el 90% restante es la actitud que adoptemos ante eso que nos pasa. Una decisión que vuelve a ser nuestra.

 También, una vez más, para ratificar que el tiempo es lo más valioso del mundo.

   Y con esto en la cabeza, pues no quiero ser el más rico del cementerio, simplemente me conformo con tener (como decía Jack Bogle) “Suficiente”… suficiente dinero como para no tener que preocuparme demasiado por demasiadas cosas, suficiente tiempo para estar con los míos, con los que de verdad me importan. Porque como he dejado escrito muchas veces por estas páginas, a diferencia de lo que pasa con el dinero, el tiempo, mal invertido, se pierde para siempre.