2046.

“2046” es un artículo escrito por Ernesto Bettschen.


Año 2046. Todos nos equivocamos. Así es. Nuestro temor nunca se materializó. Llegamos al final de nuestra vida laboral, y las pensiones se siguen pagando. Nunca pasó nada. Nunca llegó ese fatídico momento en el que algún político nos comunicó desde su atril que se acabó. No pasó. Llegó la edad de jubilación, y nos jubilamos. Algunos ni siquiera tuvieron esa oportunidad, la de llegar al final y terminaron abruptamente antes de tiempo, pero esa es otra historia. Los que mejor o peor llegamos a la jubilación, aquí estamos… aquí seguimos… Nunca pasó nada.

Lo que tal vez no nos explicaron bien fue esa suerte de cambios regulatorios que tan silenciosamente quitaron el lustre a esos años dorados que teníamos como expectativa… y ahora vivimos un drama social, consentido y aceptado por casi todos. Y es que casi todos no hicieron nada. Se dijo durante años que el sistema podía quebrar. Que las pensiones no se pagarían, que todo era una especie de sistema piramidal… pero eso no pasó. O no pasó como esperábamos que pasase. Sin embargo, resulta que la cuantía de la prometida pensión resulta que no cubre ni las necesidades básicas. Digamos que es un pago que no deja de ser algo simbólico… Pensado fríamente, una broma de muy mal gusto gastada año tras año, euro a euro, hasta hoy.

Debimos darnos cuenta cuando allá por 2014 el gobierno desligó el aumento de las pensiones del IPC. Cuando crearon ese mínimo excepcional de subida del 0,25% que paradójicamente, más que excepcional se convirtió en la norma. El máximo propuesto (la inflación más el 0,25%), nunca se materializó… Pero la vida seguía su curso, y ese IPC no dio tregua. Hubo años, que fue bajo, pero los precios, subían… como siempre lo han hecho. Más o menos, pero subían. Y no dejaron de hacerlo. Y así en poco más de 20 años (como nos indica la media histórica), el coste dela vida se incrementó casi el 50%… Mientras que la cuantía de nuestra pensión apenas llegó al 6%…
Algunos que vimos las orejas al lobo hicimos cosas: planes de pensiones, inversiones… y entonces éramos vistos casi como “bichos raros”… Frívolos, como poco, dispuestos a “jugarnos el dinero” en los mercados financieros. Otros no hicieron nada…

Bichos raros entonces y bichos raros ahora, porque esa pequeña diferencia en nuestro abono de haberes, fruto de nuestra inversión, nos hace sentir incómodos en medio de la miseria generalizada. No es mucha diferencia, pero se nota. Y poderse permitir alguna licencia en estos tiempo que corren, a veces genera envidias. Casi nadie nunca vio ni entendió el esfuerzo y sacrificios de años y años de ahorro y de inversión… de preparación para este momento. Y ahora que nuestro momento ha llegado y recogemos el fruto, a veces despierta envidias. Pero ¿cómo explicarle ese esfuerzo a muchos que incluso han tenido que vender sus casas para llevar una vida digna y completar de ese modo la irrisoria pensión? ¿Cómo explicarles que con la esperanza de vida actual, incluso el efectivo de la venta de su casa se irá agotando en el plazo de unos cuantos años?…

Y luego está la rabia. La rabia por esa confianza depositada en esas promesas que no se incumplieron, pero que en la práctica resultan una estafa. Cobramos sí… pero ¿toda una vida aportando a un sistema para esto? ¿Para no poder costear ni siquiera una existencia mediocre? ¿Cómo hemos podido ser engañados de esta manera y que no haya pasado nada? En el fondo, muchos se sienten culpables de no haber hecho nada… y precisamente por eso empezaron a callar, en la misma medida en la que miseria se engrandecía sin promesas incumplidas, pero inexorablemente… Y el remordimiento por no haber actuado hace que nos desayunemos nuestra propia rabia… a grandes dosis, pero una vez más, en silencio.

Sutil. Muy sutil. Así fue todo. Nunca pasó nada… pero pasó todo.

P.D.- Una gran diferencia del ser humano con otras especies reside en que el primero es capaz de imaginar escenarios alternativos a la realidad y prever sus consecuencias. Es una capacidad exclusivamente humana, pero que permite salir a la calle con paraguas, por si acaso llueve. Algo que actualmente no esté sucediendo, pero que puede pasar. Imaginar escenarios de realidades alternativas tiene un sinfín de utilidades. Una de ellas, por ejemplo, nos permite escribir relatos de ficción… y otra, es poder ser previsor. Por si «llueve» en 2046.   😉


Y esta entrada se la dedico a mi hermana Blanca Bettschen, que acaba de ganar el primer premio de novela en castellano en la XLII edición de los Premios Literarios Kutxa Ciudad de Irun, con su obra «Juegos de Lógica«.