Aceptación social 2.0

«Aceptación Social 2.0» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   El otro día, en una de esas conversaciones que tuve con mi amigo Fansworth, filosofamos sobre los mensajes que reciben las nuevas generaciones sobre el éxito, y la verdad es que (llegamos a la conclusión de que) en este sentido el mundo, a nivel de emisión y recepción de información, se ha vuelto bastante más complejo de lo que era hace sólo unos pocos años

   Por mi edad, he conocido un mundo de información unidireccional, en el que (libros aparte, que ese tesoro, desde que tengo uso de razón,  siempre ha existido) un par de canales de televisión, 4 o 5 periódicos y algunas revistas temáticas era casi todo lo que uno podía consumir para mantenerse informado.

   El mundo de, hoy,  se ha tornado en algo mucho más complejo, donde la información ya es prácticamente omnidireccional, y donde lo realmente complicado no es consumirla, sino determinar qué es lo relevante, qué es cierto, quien está detrás de esta o aquella información, qué intereses la mueven. Todo con derecho a opinión y réplica. Y con una variedad de canales (páginas web, vídeos, redes sociales, foros, etc.) que hace sólo unos pocos años costaba imaginar.

   Muchos jóvenes siguen queriendo ser futbolistas, sí, pero también “youtubers”. Lo que sucede de nuevo es que nos encontramos (esto sí que no ha cambiado) con una expectativa que gestionar. El éxito (tanto para un futbolista como para un youtuber o como para el director de una gran corporación) no es fácil. Requiere siempre gran esfuerzo y dedicación… una habilidad especial, un conocimiento… Talento.

    Y así, la conversación derivó en la elevada posibilidad de frustración que un joven de hoy en día puede sufrir, en muchos casos porque ese altamente complejo mundo de información que recibe le muestra continuamente vidas paralelas exhibidas en forma de biografía exitosa… (que en muchos casos no deja de ser una exposición pública de momentos que nada tienen que ver con la realidad de cada uno, pero eso ya es otra historia)

   Y nuestra reacción primaria (me atrevería a decir que es parte de nuestra naturaleza) es compararnos con lo que vemos de nuestros semejantes… con esos “mejores momentos” que comparten con nosotros. Y aspirar a lo mismo que vemos. Quererlo. Envidiar… pero sin un análisis mayor.

El joven (y no tan joven) de hoy ¿percibe éxito o consumismo?

Ese “éxito”… ¿es real?…

El mundo de nuestros semejantes se nos muestra en forma de mejores momentos capturados y expuestos para obtener una aprobación. Y eso casi que nos fuerza a actuar de manera similar para obtener una aprobación social, para pertenecer al grupo, para poder ser uno más.

«Ser uno más». ¡Uff!. En este blog que predica que si haces lo que todo el mundo obtendrás los mismos resultados que todo el mundo… se me forma un nudo en la garganta al escribirlo…

Para mí, que tengo hijos, se me  abre un importante frente de educación. Importante y complejo.

Una educación que pasa por poner en el ring la aceptación social (que pese a todo lo dicho no deja de tener su importancia) frente a un comportamiento que me atrevería a llamar “borreguil”…

Bueno, creo que ser consciente de la situación ya es algo.

Con los números en nuestra contra.

«Con los números en nuestra contra» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


En alguna ocasión he mencionado por aquí que en el mundillo de los buscadores de independencia financiera hay un factor determinante que eleva las probabilidades de su éxito: el convencimiento.

Yo lo tengo. Pero siendo racional, llego a la conclusión de que sólo ese convencimiento no es suficiente para sacar adelante el plan. Además, hace falta un poco de conocimiento (muy poco), mucha determinación, y sobre todo, eliminar el “ruido del ambiente” que trata de apartarnos de nuestro plan, o de viciarlo…

Algunos números no nos dan la razón: por ejemplo, es bastante desolador ver que si una inversión de 1000€ sube un 10% para caer luego otro 10%… nos deja peor que al principio. Los primeros 1000€, tras la subida, sumarían 1100€, pero con la bajada… se quedarían en 990€. Y si le damos la vuelta al escenario, tampoco salimos muy bien parados: si perdemos un 10% y luego lo volvemos a ganar… también salimos mal: los 1000€ iniciales se quedarían en 900€ y tras la subida se quedarían en 990€. ¡Vaya plan, oiga!

Y luego, está la erosión que suponen las comisiones de compraventa de activos, por un lado, y la voracidad recaudatoria del estado, que sólo si ganas quiere participar de la “fiesta”…

Pero aun así, algunos (no demasiados), exprimimos los números, trazamos un plan viable, y nos atamos a él cuando todas las señales indican que lo contrario es más prudente… y que el camino es demasiado largo y frágil como para que todo salga medianamente bien. Pero ahí seguimos.

Para dar un poco más de emoción al asunto, el “terreno” sobre el que nos movemos, tampoco es demasiado favorable… Comisiones, inflación, volatilidad… y un nada cierto que hace que cualquiera sin ese convencimiento y determinación nos mire como fuéramos locos. Eso, y lo que yo denomino el “ruido del ambiente”, que no es más que la infinidad de señales que se generan cada día… y que al final, poco o ningún fundamento tienen, porque en el corto plazo, nadie sabe qué va a pasar. Así, la prensa salmón y muchos blogs especializados en finanzas… no ayuda demasiado, presentando noticias (y en ocasiones augurios) que luego no tienen un reflejo real en el mercado. Siempre justificando con datos pasados por qué tal o cual escenario no se materializó…

También las personas, que nos persuaden de invertir. Muchas sin ni siquiera haber invertido un solo €uro en su vida más allá de una cuenta de colores con una “alta rentabilidad”, que dejó de ser tan alta (e incluso tan rentabilidad, si se tiene en cuenta la inflación) hace ya bastantes años. O con le vertiente de vernos como tahúres que nos jugamos los haberes en un casino global en el que estamos todos condenados a perder. O tratando de alejarnos del “maligno” mundo de las empresas, que es verdad que algunas tienen un “reverso tenebroso”, pero muchas, muchas otras generan empleo, tienen labor social, prestan servicios o crean productos que nos hacen la vida mejor. O contándonos la experiencia de Zutano, ese que contraviniendo toda lógica inversora puso todos sus huevos en el mismo saco y se arruinó en un periquete… (tal vez porque la historia de Mengano, que se tiró veintitantos años invirtiendo poco a poco, sin prisa pero sin pausa, y con un pelín de lógica resulta bastante menos sensacionalista…)

Sin duda alguna, ser inversor es lo peor. Pero ahí seguimos.

Con todo esto encima de la mesa y en nuestra contra… ¿por qué unos pocos seguimos convencidos de que la inversión mejora sustancialmente nuestras vidas?…

¿Por qué?

Yo puedo dar una razón… o, mejor dicho, una simple opinión: con todos esos números en nuestra contra, hay uno que nos permite apoyarnos en él: el mundo crece. La población aumenta… Y consiguientemente, a un nivel global, consumimos más. Y tras ese consumo están las empresas. Y entre ellas, las cotizadas y todo el mundo de la inversión, que se mueve con ese trasfondo de crecimiento global. Lento pero constante.

Así, nuestro modelo inversor (por lo menos el mío) debe ser consecuente: lento, pero constante. Al fin y al cabo… tampoco puedo permitirme otra cosa 😉

Y con todo… a los inversores nos queda siempre esa incertidumbre de ¿qué pasará?…

Los matemáticos y los físicos, cuando un problema no llega a la solución exacta, tiran de trucos y formulan la solución dejando una pequeña parte sin resolver… implícita en la solución (ese diferencial de X de las integrales… que es lo que hace falta para llegar a un resultado coherente)…

Así que, como hacen los matemáticos y los físicos, determinaré que para tener éxito en la inversión, hay que tener un mínimo de conocimiento, convencimiento, determinación, constancia, y d(x)… o sea un puntito indeterminado de locura.


P.D.- La tesis del crecimiento global, mejor que yo la cuenta Paramés en su libro “Invirtiendo a largo plazo”. La idea de utilizar d(x), se la debo a una sobremesa con JPP y EADV, con los que aprendo mucho y de la manera más amena.

Gestión de expectativas.

En  ocasiones he comentado por aquí lo traidora que es nuestra imaginación a la hora de imaginarnos en ese maravilloso escenario de independencia financiera: nos vemos física e intelectualmente igual que ahora… y financieramente libres. Pero la realidad es casi siempre diferente. La vida da muchas vueltas, los años pasan, y mientras llevamos a cabo nuestro plan de independencia financiera, suceden muchas cosas que alteran nuestro entorno y a nosotros mismos. Tal vez uno se case y tenga hijos, tal vez haya una crisis, tal vez se pierda el trabajo o nos toque la lotería…

Pero hoy, nosotros nos vemos en ese futuro idílico fenomenalmente conservados…

La realidad, casi siempre es bien distinta. La independencia financiera requiere constancia y tiempo, y si bien lo primero puede ser relativamente fácil de conseguir con disciplina, lo segundo en muchos, muchísimos casos, no deja demasiado margen de maniobra.

La experiencia me dice que la inquietud inversora normalmente no empieza a los 20 años… y ni siquiera a los 30. Es más bien hacia los 40 cuando más que interés la gente empieza a mostrar preocupación. Y con 40 años, el recorrido para ejecutar el plan es un camino muy estrecho.

Está claro que cada persona tiene un escenario diferente: edad diferente, ingresos diferentes, capacidad de ahorro/inversión diferente, pero en todos los casos conviene gestionar la expectativa de cada plan. ¿Qué puedo llegar a conseguir en mi situación?

En el mundo de la inversión, dar cifras ciertas es imposible. Pero yo considero que siempre es conveniente saber qué se puede alcanzar dado un determinado escenario de partida.

Hay muchos blogs sobre independencia financiera que alaban el maravilloso poder del interés compuesto… pero hay que ser realista. No todo vale ni es tan fácil como parece. Repito que manda la prudencia y conviene gestionar la expectativa.

En mis conversaciones sobre inversiones, cundo las personas acuden a mí para aprender y empezar a invertir, trato de hacer ese ejercicio de gestión de expectativa. Os pondré un ejemplo tomando como base lo que conozco sobre “Miss Y”, de la que ya hemos hablado en alguna ocasión por aquí…

¿A qué puede aspirar (financieramente hablando, claro) “Miss Y” ?. Veamos qué información tenemos disponible…

Capital invertido hasta 2018: 9.000€, que según su extracto han pasado a ser 11.000€ (he redondeado ambas cifras para simplificar los cálculos).

Actualmente realizando aportación mensual de 135€.

Bueno, pues ese es el escenario de partida a día de hoy. Sin cambiar ningún parámetro, veamos qué puede esperar “Miss Y” de su plan inversor si lo mantiene sin variaciones hasta los 65 años.

A “Miss Y” le quedan por delante 25 años para aportar a su plan hasta los 65 años.

Sólo con ahorro, llegada esa fecha, “Miss Y” podría disponer de 51.500€ (40.500 más los 11.000€ iniciales). Pero hace años que “Miss Y” decidió dejar de ahorrar para pasar a invertir, por lo que la proyección de su capital a futuro es mucho más variable. Su vehículo de inversión es un fondo que invierte en la zona euro, con una distribución de 70% en renta variable y el 30% en renta fija.

Si continúa su plan inversor, el análisis de Montecarlo (*) arrojaría el siguiente resultado:

En el peor de los casos, “Miss Y” podría obtener algo más de 61.000€. En el mejor, 247.000€, y usar la media nos indica que lo más probable es que la cantidad ronde los 123.000€. (Esta cantidad ya contempla los 11.000 € iniciales).

Primera conclusión: los datos históricos nos indican que la inversión da sopas con honda al ahorro.

Supongamos ahora que “Miss Y”, vive tras su jubilación otros 20 años (85 años es una edad respetable, pero bastante asequible para los tiempos actuales en el mundo desarrollado).

Con el capital acumulado, “Miss Y” podría optar por complementar su pensión con 410€ al mes y comprarse una pistola para el caso de que su vida se prolongase más allá de los 85 años.

O bien, podría seguir manteniendo su inversión, retirando una pequeña cantidad al mes o al año. Esta cantidad, aunque no esté escrito en ningún lado, no debería superar el 4% anual. Y así, “Miss Y” podría tener una renta “vitalicia” y además, dejar un pequeño patrimonio a sus herederos.

Esa renta vitalicia, partiría de unos similares 410€ al mes (correspondientes al 4% de los 123000, dividido entre 12 meses), pero que poco a poco, según indica el dato medio, se iría incrementando…

Y con la ventaja de que si la vida se prolonga más allá de esos 85 años, la pérdida patrimonial no sólo no existe, sino que además, lo que se produce es un pequeño incremento: a los 85 años, «Miss Y» dispondría de casi 149000€, 26.000€ más que cuando empezó a retirar dinero de su plan inversor.

Como vemos, es difícil que «Miss Y» alcance la tan ansiada Independencia Financiera… pero con un análisis como éste puede tomar mejores decisiones sobre qué quiere para ella… y para la de los que la rodean. Os recordaré que «Miss Y» reveló que su marido había hecho exactamente las mismas aportaciones», con lo que su unidad familiar es probable que tenga algunos menos sobresaltos en un futuro…

Esta es la gestión de la expectativa: qué se puede llegar a conseguir con una aportación mensual de 135€. El ejercicio admite todas las variaciones posibles, pero no dudéis en que realizarlo nos acerca un poco más a la (f)independencia.

… ¿Y tú?… ¿Has hecho ya tus cálculos?.


(*) El método de Montecarlo proporciona soluciones aproximadas a una gran variedad de problemas matemáticos posibilitando la realización de experimentos mediante la utilización de un computadora. Para ello utiliza muestreos de números y realiza multiples iteraciones.

Los resultados que se muestran en este ejemplo son fruto de un análisis de este tipo sobre un total de 10000 carteras de inversión.

En el primer caso, el saldo inicial de cartera es de  de 11,000$ y se realizan aportaciones mensuales de 135$, utilizando los datos de rendimiento histórico de los mercados, disponibles de enero de 1994 a diciembre de 2017.

En el segundo, el saldo inicial de cartera es de  de 123,000$ utilizando también los datos de rendimiento histórico de los mercados, disponibles de enero de 1994 a diciembre de 2017. El rendimiento histórico de la cartera seleccionada para este período fue 8.52% de rendimiento medio (7.40% CAGR) con 12.85% de desviación estándar de rendimientos anuales. Los resultados de la simulación se basan en los rendimientos nominales generados y en los retiros fijos del 4,00% anual. El modelo de inflación simulada utilizó inflación histórica con 2.22% de media y 1.19% de desviación estándar con base en los datos del Índice de Precios al Consumidor (IPC-U) de enero de 1994 a diciembre de 2017. Las muestras de inflación generadas se correlacionaron con los retornos de activos simulados basados en correlaciones históricas. El período de tiempo de la simulación estuvo restringido por el historial disponible para los Bonos Globales (sin cobertura) [enero de 1994 – julio de 2018].  La herramienta utilizada para este análisis y los gráficos generados se han obtenido de www.portfoliovisualizer.com.

Pero… ¿por qué haces esto?

«Pero… ¿por qué haces esto?» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Cuando empecé a escribir en (f)independencia lo hice con la idea de trabajar en un proyecto de divulgación, sin ánimo de lucro y con el convencimiento de que lo que iba a hacer podría ayudar a algunas personas. A día de hoy, creo que (f)independencia sigue respetando los principios de su génesis.

En años anteriores ya había tenido encuentros presenciales con algunos lectores, pero 2018 me ha permitido acercarme con más frecuencia a algunos de ellos, y hemos compartido más que interesantes momentos…

Como primera observación, me quedo con que a la gente le preocupa el dinero y me contacta exclusivamente por este motivo. Atómicamente. Y esto me dice que debo trabajar un poco más en los tres aspectos sobre los que se fundamenta la (f)independencia (habilidades técnicas, habilidades interpersonales y habilidades financieras), y no sólo sobre la vertiente financiera, aunque sea lo que más demanda la gente. El dinero tiene que ser una consecuencia, y para que así sea, los otros dos aspectos deben cuidarse con el mismo interés.

Como segunda observación, diré que la experiencia me está encantando. De cada reunión que he mantenido me llevo unas cuantas lecciones aprendidas… y por analogía con el mundo financiero que tanto interesa, esto para mí es como una reinversión de dividendos pero en conocimiento.

En las reuniones que mantengo aparece recurrentemente una pregunta: “Pero… ¿por qué haces esto?”. Y percibo con la pregunta la incredulidad de que alguien pueda estar dedicando su tiempo sin otro interés que el divulgativo… que el de tratar de ayudar… que el de aportar algo…

Al principio a muchos les cuesta creer que no tenga otro tipo de interés, que no trabaje para nadie o sea intermediario de alguna entidad o me lleve comisión por algo… No les cuadra. No lo conciben. No entienden que alguien pueda hacer algo sin esperar nada a cambio.

La verdad es que no espero nada a cambio. Pero tengo que reconocer que desde la primera vez que me senté con alguien, empecé a obtener una renta que puede ser que resulte complicada de entender… Aparte de la propia experiencia de conocer gente diversa, salgo de los encuentros con motivación, con satisfacción personal, con ideas nuevas…

Y entonces la respuesta a la pregunta de “¿por qué haces esto?” se vuelve sencilla: lo hago porque me gusta, porque puedo hacerlo, y porque puedo hacerlo así, sin interés ni dependencia con nada ni con nadie. Por convencimiento personal. Porque si fuese de otra forma tal vez se viciaría de algún modo. Tal vez me hiciese volverme más ambicioso… y todo se desvirtuase…

Y también, por mi familia. Para que por lo menos tengan la referencia de lo que a mí me funcionó. Para que me conozcan un poco mejor por lo que dejo escrito y para que se lleven como herencia la enseñanza de la pesca y no los peces.

Suma y sigue.

Los que se hayan dado un paseo por aquí, a lo mejor leyeron en su momento y recuerden la historia inversora de «Miss Y».

Haciendo un breve resumen, os diré que «Miss Y», no tenía ni idea de inversión, pero como muchas personas sentía esa voz interior que le decía «tienes que hacer algo».

La diferencia es que «Miss Y», efectivamente hizo algo: tras una conversación que mantuvimos allá por el año 2011, compusimos un plan de inversión para el que no había que saber absolutamente nada de finanzas. Nada. Y lo único que le pedí fue un poquito de dinero, y sobre todo lo demás, mucha constancia.

Tan sencillo como suena. Tan real como pudisteis leer cuando conté su historia por primera vez: «Miss Y» empezó con 50 euros al mes en 2011, y en 2016 (fecha en la que yo conté su periplo inversor) acumulaba un pequeño patrimonio de 6708,65€.

Pero, ¿qué pasó con «Miss Y»?. ¿Siguió con su plan?¿Fué capaz de continuar su aventura inversora?.

Hace poco nos volvimos a ver, y como fruto de esa coincidencia, no encuentro mejor maneras de contaros lo que ha sucedido desde entonces:

 

Efectivamente, «Miss Y» ha seguido fiel a su plan. Los 50€ que estuvo dispuesta a perder «por probar» en 2011 se han convertido en 77,59€. Los 50€ que puso al mes siguiente «porque no había pasado nada», se han transformado en 80,54€. Los 50€ de su tercer mes, como continuó porque «al fin y al cabo tampoco la cosa varía tanto», valen hoy 77,40€… y así, hasta el día de hoy.

Los 6708,65€ de 2016 quedan atrás. En abril de este año, «Miss Y» había puesto de su bolsillo (tan poco a poco como se ve en su extracto) 8945€, y el valor de esos euros invertidos es de 11.164,96€. Mil fluctuaciones por el camino, pero a día de hoy ella ya se siente muy confortable con eso.

Si realizamos un análisis superficial, podremos concluir que «Miss Y» ha tenido suerte. Tanta, que en el momento que refleja este último extracto, ni siquiera las participaciones más recientes tienen minusvalía. Pero el camino no ha sido así, en el camino ha habido muchos altibajos que la constancia ha conseguido superar.

Una vez más, el tiempo se confirma como un muy buen aliado para poner orden en el aparente caos del corto plazo. Y si profundizamos un poco más en nuestro análisis siguiendo el hilo de la primera vez que conocimos a «Miss Y»… ¿cuánto deberían caer los mercados para que el extracto de «Miss Y» refleje una pérdida de dinero en sus primeras aportaciones?. Pues os facilito el cálculo: más de un 35%. No es imposible un descalabro de esta magnitud, pero no pasa ni mucho menos todos los días…

Por la parte que me toca, pues la verdad es que esta es de esas cosillas que le enorgullecen a uno: lejos de la tónica general, prácticamente lo único que le sugerí a «Miss Y» fue una cosa: constancia. Y algo aparentemente tan sencillo parece que está dando resultado.

Si le preguntamos a «Miss Y» sobre su experiencia, no nos sorprenderemos de escuchar cosas como «la verdad es que no me doy ni cuenta porque las aportaciones  no son muy grandes» o «llegan a pasar varios meses en los que ni siquiera lo miro»… que se resume finalmente en un «parece que no… pero poco a poco la cantidad empieza a resultar interesante» y el inevitable «si lo llego a saber, hubiese empezado con todo esto muchísimo antes».

Y para concluir, una última reflexión: independientemente de lo que suceda (que el mercado suba, o baje, que se descalabre o que se vaya directamente a la luna), lo que sí que pasa, y sigue pasando, es el tiempo, que es como el viento que empuja el barco inversor de «Miss Y»… quien un día de 2011 apartó sus temores y se embarcó en un viaje que todavía no ha terminado y tiene visos de seguir por muchos años.

   Y quien sabe… «Miss Y» es joven. El tiempo corre a su favor. Tal vez con un poco más de esfuerzo, con un poco más de suerte, y con la misma constancia, ¡alcance el puerto de la (f)independencia!


Desde aquí, de nuevo mi agradecimiento a “Miss Y” (nombre ficticio) por facilitarme una vez más su extracto y permitirme publicarlo aquí.

La muerte del trabajo tal como lo hemos conocido.

La muerte del trabajo tal como lo hemos conocido” es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Ser padre es uno de esos hitos vitales que dan un giro a la vida de cualquiera. Cualquiera que haya pasado por ello sabe a qué me refiero. Los que no, podrán imaginarlo, aunque me temo que la realidad supera con creces cualquier expectativa.

En cualquier caso, creo que sí es fácil imaginar el aumento de las satisfacciones/preocupaciones que el “equipaje” familiar conlleva (el término “carga” lo encuentro algo peyorativo, el equipaje se lleva casi siempre voluntariamente). Y como parte de las preocupaciones que pueden pasársele a cualquier padre o madre por la cabeza está, como no pude ser de otra forma, el futuro de sus hijos.

Sobre este aspecto quiero dejaros por aquí mi especulación personal sobre el escenario que creo puede materializarse más a medio plazo que a largo…

El trabajo, tal como lo hemos conocido, se ha acabado. Ha muerto. Creo que no soy capaz de imaginar el futuro la continuidad del sistema actual. Un sistema que empieza a notar síntomas de agotamiento… Creo que en alguna ocasión he intentado transmitir desde estas mismas páginas que donde todo el mundo veía una crisis económica, unos cuantos veíamos un cambio de modelo económico, y este “no terminar de salir de la crisis” forma parte de él.

Sinceramente, ¿podemos esperar para nuestros hijos puestos de trabajo como los hemos conocido nosotros? ¿Contratos indefinidos? ¿Una nómina? ¿Un puesto de trabajo “fijo” al que acudir?  El cambio creo que ha empezado a hacerse visible: ahora se trabaja casi desde cualquier lado: la irrupción de la tecnología y la conectividad entre las personas permite un esquema mucho más dinámico para todo. Más dinámico, más productivo, más eficiente… pero mucho más volátil.

Si nos paramos a pensar… el conocimiento y la manera de hacer de nuestros años de estudiante… ¿dónde han quedado? (¡Uf!, me siento MUY mayor viendo mi primer trabajo hecho con una máquina de escribir). ¿Cómo ha evolucionado? Creo que no hay ningún área de conocimiento que se haya salvado de la disrupción (más que irrupción) tecnológica.

Pero ya no es sólo eso. Si miramos a un pasado más reciente, correremos el riesgo de sorprendernos de lo efímeras que son las cosas del siglo XXI. Las tangibles, y las intangibles.

Vivimos en una época en la que casi cualquiera que tenga acceso a internet puede resolver situaciones antes reservadas a especialistas: desde arreglar un electrodoméstico viendo un tutorial en YouTube, a realizar algún trabajo más complejo siguiendo un tutorial, o reutilizar el conocimiento obtenido en una web especializada como punto de partida para una nueva investigación.  El conocimiento se apoya ahora en un conocimiento previo, compartido y accesible casi inmediatamente… que nos otorga un punto de partida con ventaja, para todo. Y casi en cualquier materia.

Con este punto de partida ventajoso, ¿Quiénes serán los profesionales más buscados?, ¿los que acumulen gran cantidad de conocimiento o técnica?… ¿o los que sepan buscar ese conocimiento o técnica rápidamente… y cambiar también rápidamente de una disciplina a otra?

Lleva ya acuñado algunos años el término “knowmads”: un juego de palabras que viene a tratar de definir a las nuevas generaciones de estudiantes y profesionales como “nómadas del conocimiento”, precisamente para designar ese perfil que vive en un cambio constante, adaptándose a él, saltando de un área de conocimiento a otra… y entiendo que también, de un trabajo a otro.

Con esto en la cabeza, enfrento nuestros métodos de ahorro e inversión a los que un trabajador “nómada” puede permitirse… El ahorro periódico y sistemático se vuelve complicado con la “volatilidad laboral”.

Pero todo va a la par… Y la inversión tampoco se libra de la disrupción digital: tal vez la solución de nuestros hijos pase por utilizar sistemas automáticos de inversión o “robo advisors” para gestionar su economía.

Con todo esto, tampoco podemos pretender que la educación de los hijos siga igual. Si queremos prepararles para el siglo XXI será cuestión de ponerles delante lo que seamos capaces de anticipar que les espera. El mundo está cambiando y también los términos que definen lo que está pasando (“disrupción tecnológica”, “knowmads”, “gentrificación”, “gamificación”… “robo advisors”, “community manager”, “YouTuber”, “viral marketing”…). Tal vez un buen comienzo sea conseguir entender y emplear su mismo lenguaje, con lo efímero de su contexo y plazos, y toda esta volatilidad que empieza a ser frecuente en casi todo de nuestro mundo.

… y tal vez así, consigamos añadir a éste particular diccionario el término (f)independencia.  🙂

Pronósticos para 2018.

Con el fin de año y la llegada del año nuevo sistemáticamente aparecen en la prensa sepia y revistas especializadas los inevitables pronósticos sobre el mercado: que si EEUU hará esto o lo otro, que si tal valor tiene un potencial de revalorización de tanto, que si el oro dejará de ser valor refugio para dar protagonismo a la renta variable… bla, bla, bla… Y así, todos los años.

Pero luego pasan cosas. Cosas que proporcionan la justificación de por qué el pronóstico no se cumplió… ¿Quién iba a prever que esto o aquello pasase?…

Nadie.

Y, efectivamente: a día de hoy, nadie es capaz de predecir el futuro. Y sin embargo, ahí tenemos todos los años la misma retahíla de pronósticos

Mi experiencia, y el escepticismo que ésta me ha proporcionado sobre este asunto en concreto, me lleva a afirmar que con los pronósticos pasa lo mismo que con las acciones de una cartera de valores: si los diversificamos, con alguno acertaremos… Y será exclusivamente ese al que nos agarremos para demostrar lo acertado de nuestra predicción. Nuestra valía como analista. Nuestro bagaje como “gurú”.

Personalmente, me quedo con el pronóstico asombrosamente breve e infaliblemente exacto de J. P Morgan, el financiero más poderoso de finales del siglo XIX y principios del XX: el mercado fluctuará.

Y simplemente esto nos proporciona a nosotros, pacientes inversores de largo plazo, una inestimable información para seguir con nuestro monótono y aburrido (pero efectivo) plan.

Y con el único objetivo de que comencemos el año con el ego potenciado, os dejo por aquí una observación que no por simple deja de ser cierta: en lo que a finanzas se refiere, el que más sabe, no sabe nada de lo que va a pasar.

Con esta premisa, mis pronósticos se quedan en algo mucho más superficial (pero infinitamente más práctico): si no haces nada, nada cambiará. Si haces lo mismo que el resto de la gente, obtendrás los mismos resultados.

Para 2018 te animo a que te des la oportunidad de ser (f)independiente.

Y por supuesto, quiero desearos a todos un ¡feliz año nuevo!.

2046.

“2046” es un artículo escrito por Ernesto Bettschen.


Año 2046. Todos nos equivocamos. Así es. Nuestro temor nunca se materializó. Llegamos al final de nuestra vida laboral, y las pensiones se siguen pagando. Nunca pasó nada. Nunca llegó ese fatídico momento en el que algún político nos comunicó desde su atril que se acabó. No pasó. Llegó la edad de jubilación, y nos jubilamos. Algunos ni siquiera tuvieron esa oportunidad, la de llegar al final y terminaron abruptamente antes de tiempo, pero esa es otra historia. Los que mejor o peor llegamos a la jubilación, aquí estamos… aquí seguimos… Nunca pasó nada.

Lo que tal vez no nos explicaron bien fue esa suerte de cambios regulatorios que tan silenciosamente quitaron el lustre a esos años dorados que teníamos como expectativa… y ahora vivimos un drama social, consentido y aceptado por casi todos. Y es que casi todos no hicieron nada. Se dijo durante años que el sistema podía quebrar. Que las pensiones no se pagarían, que todo era una especie de sistema piramidal… pero eso no pasó. O no pasó como esperábamos que pasase. Sin embargo, resulta que la cuantía de la prometida pensión resulta que no cubre ni las necesidades básicas. Digamos que es un pago que no deja de ser algo simbólico… Pensado fríamente, una broma de muy mal gusto gastada año tras año, euro a euro, hasta hoy.

Debimos darnos cuenta cuando allá por 2014 el gobierno desligó el aumento de las pensiones del IPC. Cuando crearon ese mínimo excepcional de subida del 0,25% que paradójicamente, más que excepcional se convirtió en la norma. El máximo propuesto (la inflación más el 0,25%), nunca se materializó… Pero la vida seguía su curso, y ese IPC no dio tregua. Hubo años, que fue bajo, pero los precios, subían… como siempre lo han hecho. Más o menos, pero subían. Y no dejaron de hacerlo. Y así en poco más de 20 años (como nos indica la media histórica), el coste dela vida se incrementó casi el 50%… Mientras que la cuantía de nuestra pensión apenas llegó al 6%…
Algunos que vimos las orejas al lobo hicimos cosas: planes de pensiones, inversiones… y entonces éramos vistos casi como “bichos raros”… Frívolos, como poco, dispuestos a “jugarnos el dinero” en los mercados financieros. Otros no hicieron nada…

Bichos raros entonces y bichos raros ahora, porque esa pequeña diferencia en nuestro abono de haberes, fruto de nuestra inversión, nos hace sentir incómodos en medio de la miseria generalizada. No es mucha diferencia, pero se nota. Y poderse permitir alguna licencia en estos tiempo que corren, a veces genera envidias. Casi nadie nunca vio ni entendió el esfuerzo y sacrificios de años y años de ahorro y de inversión… de preparación para este momento. Y ahora que nuestro momento ha llegado y recogemos el fruto, a veces despierta envidias. Pero ¿cómo explicarle ese esfuerzo a muchos que incluso han tenido que vender sus casas para llevar una vida digna y completar de ese modo la irrisoria pensión? ¿Cómo explicarles que con la esperanza de vida actual, incluso el efectivo de la venta de su casa se irá agotando en el plazo de unos cuantos años?…

Y luego está la rabia. La rabia por esa confianza depositada en esas promesas que no se incumplieron, pero que en la práctica resultan una estafa. Cobramos sí… pero ¿toda una vida aportando a un sistema para esto? ¿Para no poder costear ni siquiera una existencia mediocre? ¿Cómo hemos podido ser engañados de esta manera y que no haya pasado nada? En el fondo, muchos se sienten culpables de no haber hecho nada… y precisamente por eso empezaron a callar, en la misma medida en la que miseria se engrandecía sin promesas incumplidas, pero inexorablemente… Y el remordimiento por no haber actuado hace que nos desayunemos nuestra propia rabia… a grandes dosis, pero una vez más, en silencio.

Sutil. Muy sutil. Así fue todo. Nunca pasó nada… pero pasó todo.

P.D.- Una gran diferencia del ser humano con otras especies reside en que el primero es capaz de imaginar escenarios alternativos a la realidad y prever sus consecuencias. Es una capacidad exclusivamente humana, pero que permite salir a la calle con paraguas, por si acaso llueve. Algo que actualmente no esté sucediendo, pero que puede pasar. Imaginar escenarios de realidades alternativas tiene un sinfín de utilidades. Una de ellas, por ejemplo, nos permite escribir relatos de ficción… y otra, es poder ser previsor. Por si «llueve» en 2046.   😉


Y esta entrada se la dedico a mi hermana Blanca Bettschen, que acaba de ganar el primer premio de novela en castellano en la XLII edición de los Premios Literarios Kutxa Ciudad de Irun, con su obra «Juegos de Lógica«.

Cómo crear un pequeño patrimonio financiero.

Estoy realmente convencido de que la creación de un pequeño patrimonio financiero puede llegar a gestionarse de forma relativamente fácil: la cosa pasa por aportar un poco de dinero. Y repetir esto una y otra vez, con paciencia y constancia. Y ya está… casi.

Y digo “casi”, porque lo segundo, es tratar de asegurar que ese dinero crezca. Y para ello tendremos que vencer a tres grandes enemigos: por un lado, la inflación, que tratará implacablemente de hacer que ese dinero aportado con esfuerzo cada vez valga menos. No que tengamos menos dinero, sino que con la misma cantidad de dinero podamos comprar menos cosas.

Por otro, los impuestos: que complementan el daño provocado por la inflación, quitándonos directamente, esta vez sí, cantidades nada despreciables de dinero. Sobre los fastidiosos impuestos, sólo me pronunciaré diciendo que deben existir por el bien social… pero su cuantía depende de la gestión de los gobiernos…

Y finalmente, el peor de los enemigos: nosotros mismos… débiles almas en lucha constante contra el sinfín de tentaciones de este mundo. Pecadores todos, de alguna u otra manera. Y es que, al fin y al cabo, hay que vivir. Y vivir, cuesta. Y la vida sin caprichos, es una vida algo peor. Lo que termine costando, ya depende de cada uno. Y ahí es donde el sentido común, la prudencia, la paciencia y la sensatez deberían mostrarnos un camino por debajo de nuestras posibilidades (manida frase ésta, pero no por manida deja de tener razón).

Sobre la creación del pequeño patrimonio, la primera parte (aportar dinero) es relativamente sencilla. Si hay trabajo podríamos decir que está prácticamente resuelta.

La segunda (tratar de asegurar que el dinero crezca) es algo más complicada, pero para quitarle esa complejidad tenemos al de nuestra parte el factor tiempo. Y es que una inversión mantenida a lo largo del tiempo, es poco probable que sea ruinosa… La inflación y los impuestos, son inevitables… Cuidarse de uno mismo, no tanto…

Contado así, suena estúpidamente sencillo: acumular capital en el tiempo y asegurar que el dinero crezca.

Parece sencillo. Y lo es. Sin embargo, tal como he comentado, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, que nos creamos obstáculos donde no los hay. Vemos complejidad donde no la hay. Difíciles decisiones, donde no existen. Trabas, una tras otra, que justifican el no hacer nada…

Comodidad.

Llegar a crear un pequeño patrimonio puede ser tan sencillo como hacer una transferencia periódica a un fondo de inversión que tenga una distribución mixta de renta fija y renta variable. Y olvidarse de ello hasta la jubilación.

Y ya está. ¿A qué suena estúpidamente sencillo? Lo es. Si quieres empezar, no valen excusas.

Feliz cumpleaños, Ernesto Bettschen.

“Feliz cumpleaños, Ernesto Bettschen” es un artículo escrito por Ernesto Bettschen.


Feliz cumpleaños, Ernesto Bettschen.

45 años. Nada más y nada menos. Y tú que siempre que pensaste que tu fecha de caducidad eran los 27. No sé por qué. Pero aquí estas. 45.

Es una buena edad. No entraré en muchos detalles. Pero a mí me lo parece. Es un momento en el que todo lo que has vivido está ahí, con lo bueno y con lo malo, y ha sido la forja de lo que eres hoy. Y es lo que tienes, junto con lo que aprendas, para lidiar con el incierto futuro. La incertidumbre… es algo con lo que se aprende a vivir. Al fin y al cabo, hemos llegado hasta aquí, ¿no?

45. Y, hasta ahora, bien “amortizados”. Que me quede como estoy… No es una mala reflexión.

En este sentido, creo que he tenido que llegar a esta edad para interiorizar realmente la enseñanza de Fansworth de que lo más valioso de todo es el tiempo. El tiempo, que como el dinero, si se ha invertido bien, nos aporta una rentabilidad en forma de enormes recuerdos que de un modo u otro me siguen haciendo disfrutar. Que bien invertido, me ha permitido seguir en compañía de personas que siguen generándome enorme interés. Y que bien invertido, espero me reporte una renta a futuro en forma de inquietudes, retos, intenciones… Un sinfín de cosas que me hacen mirar hacia adelante con entusiasmo.

“El tiempo es lo más valioso del mundo”. Yo tampoco me cansaré de repetirlo. Cuando digo que he tenido que llegar a esta edad para interiorizarlo, puede sonar a tarea sencilla, Pero nada más lejos: ser consciente de la conjunción de esto con la imprevisibilidad del futuro, y llegar a aceptarlo, a mí, no me ha resultado tarea fácil. No es sencillo aceptar las posibilidades que la vida me ha enseñado no se rigen por probabilidad. La incertidumbre que nos pone delante el inescrutable futuro puede depararnos un final “abrupto”, o una existencia tal vez más larga de lo esperado. Incluso la situación “normal” es algo difícil de asimilar: los años van pasando. Y hoy es el primer día del resto de mi vida. Mañana no sé si estaré mejor o peor, pero una cosa es segura, un día más vivido es un día menos por vivir. Y es decisión mía hacer una inversión en tiempo a corto plazo.

Pero aquí también deben aportar algo esos 45 años de experiencia en este mundo: eso de vivir cada día como si fuera el último, suena fenomenal. La teoría es preciosa, pero en mi caso, la práctica es inasumible. La frase “soy comedido en mis excesos” es mía. Cada cual que la interprete como quiera, pero doy fe que pone en la balanza una existencia de disfrute.  Y enfrenta lo inenfrentable: comedimiento y excesos. Estoy seguro que quienes me conocen, me dan la razón…  😉

Y ese balance entre comedimiento y excesos se alinea poderosamente con lo que Fansworth llama (f)independencia, y aporta un puntito de sensatez a la ecuación vital de uno. El “carpe diem” está muy bien… pero si el “carpe” de hoy, compromete el “diem” de mañana, a ver cómo te las ingenias para poder “carpe” mañana… No sé si me explico. El papel lo aguanta todo. La realidad, no tanto.

Y así, buscando el Santo Grial de la (f)independencia (que personalizado en Fansworth parece hasta alcanzable), el futuro tan incierto se vuelve un poco más generoso… y si el final es “abrupto”, creo que los míos no quedarían desamparados… y si, por el contrario, la cosa sigue… de momento creo que podrá seguir, espero que como hasta ahora: con un algo de comedimiento, y otro poco de exceso. Y mientras tanto, trabajando por mi (f)independencia.

45. Feliz cumpleaños, Ernesto Bettschen.