Nos quieren impacientes.

«Nos quieren impacientes» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen. 


   “Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”.

   Así define el diccionario de la Academia de la Lengua Española el término “Paciencia”.

   Esa que en estos tiempos empieza a ser una cualidad humana escasa. Y no sin motivos.

   Pero ahondar sobre éste término, puede que nos dé alguna interesante pauta sobre nuestro comportamiento.

   Uno, que aunque esté y se sienta como un chaval pero empieza a ser perro viejo, percibe que los tiempos que corre son “anti-paciencia”. No sé si es simple percepción (acertada o no), o que realmente todo cada vez vaya más rápido. Me temo que la segunda opción gana puntos sobre la primera.

   Lo cierto es que, cada vez más, queremos todo más rápido. Y nos pasa con todo: queremos recibir nuestro pedido más rápido (hace poco un par de días nos bastaba, ahora ya, el día siguiente es la realidad), y con todas las facilidades del mundo para satisfacer nuestro ansia cuanto antes: si no llego yo, vendedor, te ofrezco que vengas a buscarlo tú… Y así, satisfacemos «nuestros» deseos en pocas horas… El tuyo, de comprar. El mío, de venderte… cada vez más. Cada vez más rápido.

Es la droga del S.XXI y los comerciantes (los que se subieron al tren tecnológico y conocen nuestro perfil con un detalle mayor incluso del que nosotros tenemos de nosotros mismos) lo saben. Nos quieren impacientes. Quieren un deseo satisfecho en horas, porque eso significa que el siguiente deseo insatisfecho ya estará fraguándose.

   Y esa impaciencia termina por contagiar la conducta: ¿cómo convencer a un niño para que dedique tiempo a leer un libro, si una consola le produce un “chute” de emoción casi instantáneo sin tener que esperar a componer un escenario, presentar unos personajes y , al fin y al cabo, recorrer muchas páginas con la vista? Demasiado tiempo. Mejor el crío se echa una partidita.

   Nos hemos convertido en impacientes. Somos víctimas de la cultura de la “inmidiotez” (el término es mío). Queremos mucho, cada vez más, y lo queremos ya.

   El pilar financiero de la (f)independencia también se ve afectado por este mal y cada vez se vende más y mejor el uso del “trading” como la panacea del enriquecimiento rápido. Para qué hacer un plan y mantenerlo en el tiempo… Mucho más fácil el beneficio rápido, la emoción, el riesgo… Desde luego, suena mucho más apetecible… pero luego está la realidad: la mayoría de la gente sale “escaldada” del mercado financiero por haber intentado un “pelotazo”…  Y después del fracaso, tampoco se han parado a reflexionar sobre qué se ha hecho mal… Y simplemente queda esa afirmación de que invertir “es muy arriesgado”.

   La buena noticia es que simplemente ser conscientes de esto, se puede poner orden en algunas cosas: combatir el impulso comprador, priorizarlo (¿qué es lo que realmente me gusta?¿son cosas “materiales” o mis mejores recuerdos son de “experiencias”?). Y seamos coherentes: una buena experiencia… ¿también deseamos que termine rápido?

Menos cosas. Más experiencias.

Un buen plan a largo plazo, permite disfrutar experiencias por el camino… que disfrutar el día (con experiencias, no hacen falta demasiadas cosas), no está reñido con tener un plan a largo plazo.

Así que ya sabes, “si quieres (f)independencia, ejercita la paciencia”. 😉

P.D.- Lo sé, querido lector, una entrada rara… Creo que tengo sobredosis de ordenador…

Sinsentido común.

«Sinsentido común» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   Como en muchas otras ocasiones, lo que los entendidos (ya confesé que yo no lo soy) llaman “el sentimiento del mercado” ha dado un giro de 180 grados. Todo lo negro que se veía, parece ahora de color de rosa. Y sólo han bastado un par de noticias –tal vez ni siquiera eso… sólo han sido “esperanzas” publicadas – para obrar el cambio.

   Una vez más. Nada nuevo. Hoy luce un día fantástico. Pero no me cabe duda que las nubes volverán a formarse y que nuevas tempestades nos esperan de nuevo… en un ciclo sin fin (si, esto ha sonado mucho a “El Rey León”, je, je, je)

   Pero no va por ahí mi reflexión de hoy. No. Mi punto de crítica hoy se centra en muchos de los comentarios que he leído y escuchado durante ese apesadumbrado camino por la zona roja que los tiempos recientes han dejado a la mayoría de los inversores. Por un lado, parece que efectivamente permanecer en el mercado es realmente difícil. Ceñirse al plan, y mantenerlo es complicado, pero el papel lo aguanta todo y cuando la realidad llega, muchos, víctimas de la aversión a la pérdida, cambian de estrategia o directamente se bajan del barco a la espera de que las turbulencias amainen. El peor enemigo de la inversión, somos nosotros mismos.

   Comprensible. No tanto, que una parte de éstos atemorizados marineros, traten además de buscar compañeros de bote para abandonar el barco… para sentirse arropados en la decisión… para acertar o equivocarse, pero no solos…sin hacer el análisis de que equivocarse en grupo, es también, al fin y al cabo, equivocarse individualmente.

   Y finalmente, de  entre este grupo, hay un subgrupo que no sólo abandona el barco y busca compañeros… sino que además trata de quemar el barco que abandona. “Hay que salirse del Ibex”, “USA se hunde”… etc, etc..

   Al final, aparente inversores de largo plazo, se delatan como especuladores (con todo mi respeto por el término y las personas que se dan a ello, que conozco algunos buenísimos, pero que nunca trataron de ocultar lo que son. Simplemente no es lo mío). Lo que me fascina es que, por poner un ejemplo, personas que viven y trabajen en España, por un sentimiento, que normalmente suele ser más ambición que otra cosa,  no quieran invertir precisamente en el país que viven y trabajan. Personas que se delatan con un pensamiento de quiero ser rico en España, pero sin invertir un duro en España…

– ¿En serio? ¿Eso cómo se come?…

 Si no hay inversión en empresas locales que proporcionan bienes y servicios, ¿qué calidad bienes y servicios locales podemos esperar? No quiero con esto alejarme del esquema de diversificación global que tanto me gusta. Pero no seamos incoherentes, porque (será porque nos gusta por algo) vivimos aquí.

Un análisis barato.

«Un análisis barato» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   Una vez más tenemos un escenario de incertidumbre y no se sabe qué va a pasar en los mercados.

   Bueno… ¡ejem!. Esto no es nuevo. Después de unos cuantos años por aquí, he llegado a la conclusión de que precisamente ésta es la situación normal del mercado: casi siempre hay algo que “amenaza” la situación actual.

   Creo que no me equivoco si digo que las noticias de los medios… llamémosles “comunes” (canales de TV especializados y prensa salmón), siguen siendo cortoplacistas. Y digo “creo”, porque hace ya mucho tiempo que dejé de seguirlos. Pero aun así, como uno está en el mundillo, no puede dejar de escuchar “ruido de fondo”. Y así, uno se entera de que hay una “sensación generalizada” de que el mercado de EEUU está únicamente sostenido por los valores tecnológicos.

   Puede ser. Pero me voy a permitir hacer un análisis barato, por el puro gusto de remar contra corriente. Y antes de nada, aclararé que este análisis tampoco va a producir ningún cambio en mi modelo inversor de aportaciones periódicas y diversificadas.

   Efectivamente, el mercado de EEUU lo están sosteniendo los valores tecnológicos: las primeras posiciones del índice, ordenadas por capitalización, las ocupan Apple, Microsoft, Amazon, Facebook y Google, cuyas respectivas cotizaciones es verdad que están sosteniendo el valor del índice en color verde.

   Y aquí viene mi análisis barato, que parte de preguntarme si estas empresas realmente están sobrevaloradas. ¿Lo están? ¿O simplemente reflejan un poco de lo que está pasando, no simplemente en EEUU, sino en el mundo entero?.

   Porque lo que yo percibo directamente es que todo lo que está pasando hace que su modelos de negocio no sólo se vea respaldado por nuestras acciones (desde hace mucho tiempo ya: Facebook tiene 16 años, Google 22, Amazon 24, Apple 44 y Microsoft 45), que cada vez somos más usuarios, y cada vez consumimos más de sus servicios… hasta tal punto que ese consumo en ocasiones es sin ni siquiera tener conciencia de ello e incluso sin quererlo.

   ¿Quién no lleva hoy en día un móvil? ¿Quién no se comunica por mail? ¿Quién no realiza búsquedas en la web? Las personas “analógicas” son una especie en extinción… y, aunque suene duro decirlo, quien esté desconectado lo tiene todo un poco (por no decir bastante) más difícil. Sinceramente, no veo a nadie enviando un CV por carta, consultando el callejero (aquel libro con apariencia de biblia que no faltaba en ningún coche), o enviando un fax… Ese punto de inflexión hace tiempo que se ha alcanzado: el mundo es digital y la revolución tecnológica ha llegado para quedarse. Y esto es sólo la parte que se ve, por la que podríamos decir que esas empresas tecnológicas… funcionan, y consecuentemente tienen beneficios.

   A esto, hay que añadir el beneficio que no es tan fácil de ver: por poner un ejemplo, cuando una persona hace una reserva para un alojamiento mediante AirBnB (la plataforma que más reservas gestiona a nivel mundial), la infraestructura tecnológica de todo ese negocio, la presta Amazon (mediante AWS -Amazon Web Services-, la plataforma de computación en la nube de Amazon, con la que factura más que con su negocio de venta y distribución).

   Lo dicho. Hace mucho tiempo ya que el mundo es digital, y vivimos conectados. Lo que está pasando es simplemente una evolución, pero que yo creo que tiene muy largo recorrido: por un lado la expansión de la conectividad a las cosas cotidianas. Eso que se conoce como “el internet de las cosas”, y por otro la evolución de la robótica, impulsada por la Inteligencia artificial.

   Conviene recordar también, que estas empresas no han tenido en sus orígenes un afán recaudatorio: Gmail, Facebook, etc, son servicios inicialmente gratuitos para sus usuarios… que ya se están monetizando por vías alternativas, pero que tienen recorrido para monetizarse por una vía mucho más directa, con servicios añadidos, cuentas para empresas, almacenamiento adicional, etc.

   Y con toda esta mecha encendida y ardiendo a buen ritmo… llega la tragedia del Covid19, que lejos de perjudicar, ha sido el gran acelerador de muchos escenarios digitales, como el del tele trabajo, que gracias a una tecnología que ya existía desde hace mucho tiempo, se ve adoptado de la noche a la mañana por casi todos los que en su día a día acudían a un centro de trabajo para ponerse delante de un ordenador…

   Sinceramente, no sé si las empresas tecnológicas estarán sobrevaloradas, o es que realmente navegan a todo trapo en un mar en el que vientos y corrientes se han alineado con su ruta. Y viendo la evolución de todo esto, creo que tienen viento de cola para rato.

Y para terminar este análisis barato, dejaré caer por aquí que todo esto consume electricidad… mucha electricidad. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Yo confieso.

«Yo confieso» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Cada vez estoy más convencido de que, en lo relativo a inversiones, lo que hago y cómo lo hago es bueno (al menos) para mí.

   Hoy va a ser el día en que os haga una confesión: no tengo ni idea de finanzas, ni de economía, ni de casi nada de lo relacionado con el mundo del dinero…

   Sí. Confieso ser un completo ignorante en ese pilar fundamental de la (f)independencia… y sin embargo, es un área sobre la que he trabajado y sigo trabajando bastante… y que, a nada que eches un vistazo a lo que escribo por aquí, verás que ocupa muchas páginas.

   Pero no tengo ni idea. Y por eso precisamente, cada vez estoy más convencido de que el modelo de gestión pasiva es el más adecuado para mí. De verdad que me encantaría poder tener interés y tiempo para ponerme a analizar empresas. Pero desafortunadamente, el interés no aparece (o no lo hace con la suficiente intensidad), y el tiempo prefiero destinarlo a otras cosas…

   Para terminar de completar mi ignorancia, confesaré también que, aunque sí que he leído (y sigo leyendo) libros y blogs sobre inversión, en el día a día huyo de la prensa salmón y otras fuentes de noticias económicas de reconocido prestigio… que desde mi punto de vista están muy orientadas al corto plazo, con el que no comulgo. Lo considero y denomino “ruido”… porque me he dado cuenta de que es como un “run run” molesto que lo único que hace es tratar de desviarme de mi plan a largo plazo.

   Durante muchos años he afirmado que “el que más sabe de todo esto no sabe nada”, pero a estas alturas tengo que reconocer que he conocido inversores (que paradójicamente aparecen poco o nada en esa prensa salmón y fuentes de reconocido prestigio) con esa capacidad de leer e interpretar estados financieros con un elevado porcentaje de acierto.

   Yo (vuelvo a confesar) no soy capaz. Y además, creo que cada vez las empresas tienen mayor grado de sofisticación a la hora de elaborar sus balances… que deberían ser cristalinamente claros… pero que desafortunadamente no lo son y en muchos casos todo es fruto de una cuidadísima labor de “maquillaje”. Y yo no soy maquillador… así que desconociendo las artimañas del gremio, en el minuto uno habría quedado fuera de la partida.

Ante esta confesión, podría llegar a concluirse, que mi ignorancia me reporta cierta tranquilidad… ya que, ante cualquier escenario, simplemente tengo que continuar haciendo exactamente lo mismo. Y esto es lo que me permite seguir avanzando en mi plan. Otra manera de hacer, creo que me llevaría a una especie de «parálisis por análisis».

   Así que para mí, al final, un plan a largo plazo, con aportaciones periódicas y constantes a fondos indexados sigue siendo la mejor opción y la que menos tiempo me lleva. De este modo, sin tener ni idea de casi nada, obtengo unos resultados que no serán ni los mejores, ni los peores (pero cuyos resultados en todo tipo de ciclos cada vez me convencen más)… con un coste razonable, sin tener que analizar el momento y beneficiándome de una gran diversificación.

   ¿Qué más puede pedir un ignorante cómo yo?

El título de este post es un tributo a «I confess» (Yo confieso), película de 1953 dirigida por Alfred Hitchcock.

Invertir es más fácil que ahorrar.

Corren tiempos inciertos. No sé si son comparables a otras épocas que yo haya vivido con anterioridad. En los cambios que se han producido en el día a día, seguro que no he vivido nada parecido. En lo económico, pues crisis, sí, ya llevo unas cuantas.

En este escenario, muchas de las personas que han empezado a invertir recientemente, me trasladan su preocupación. Y digo “invertir”, porque muchos de los que no distinguen entre “invertir” y “especular” me consta que han quedado fuera de su propia partida… pero claro quien les iba a decir a ellos que todo esto iba a pasar…

Pero ha pasado. Tal vez a los que invertimos a largo plazo no nos haya cogido por sorpresa porque por otras causas y con otros nombres, ya hemos aprendido a convivir con los movimientos “abruptos” del mercado… esos que precisamente dejan fuera de la partida de un plumazo a los más arriesgados.

Y en ocasiones, en este tipo de situaciones, con el resquemor que produce la pérdida, el espíritu especulador es cuando muestra interés por el espíritu inversor… ¿por qué a los inversores de largo plazo les afectan las crisis de manera diferente? ¿O es que directamente no les afectan? ¿O es que –sería increíble- incluso lleguen a sacar algún tipo de beneficio de toda esta situación?

Pues veamos qué le ha sucedido a nuestra inversora de largo plazo <<Miss Y>>, perteneciente a ese grupo que podría denominarse como el común de los mortales,  que no tiene ni mucho ni poco… y que únicamente trata de poner sentido común a la inversión valiéndose de la constancia.

<<Miss Y>>, empezó con 50 euros al mes en 2011, y en 2016 (fecha en la que yo conté por primera vez su periplo inversor) acumulaba un pequeño patrimonio de 6.708,65€.

Volvimos a contar su travesía en Mayo de 2018, cuando «Miss Y» había puesto de su bolsillo (a golpe de transferencias mensuales cercanas a los 100€ y según cobraba la nómina) 8.945€, y entonces el valor de esos euros invertidos era de 11.164,96€. Y en Septiembre de ese mismo año vimos la gestión de expectativas de su perfil inversor.

Y ¿qué es del patrimonio financiero de <<Miss Y>> en medio de este escenario enrarecido que tenemos. ¿Está también medio hundida o siguen el tiempo y la constancia remando a su favor?

Pues veamos…

Parece que <<Miss Y>> no sólo sigue a flote, sino que mantiene el rumbo en todos los sentidos. Sigue siendo constante en sus aportaciones y su evolución es lenta, pero lineal. Ha hecho pequeños incrementos en la cantidad de sus aportaciones, pero bastante asumibles. Empezó con 50€ en 2011, y en 2012 subió su aportación a 100€.

En 2013, subió a 105€, y en 2014 a 120€. En 2016, a 135€. Y ya en 2020 a 150€, que es lo que aporta en la actualidad.

En Junio de este año, así, casi sin darse cuenta, <<Miss Y>> ha acumulado 12.545€, que en esa misma fecha valen 12839,21, tan sólo 294,21€ más de lo que ella ha puesto.

– “¿Tan sólo?”

   Puede parecer un resultado mediocre, pero a mi, no me lo parece. Resulta que <<Miss Y>>, únicamente con transferencias periódicas ni siquiera tiene un balance negativo (no hablo de perder dinero, porque para eso, <<Miss Y>> tendría que apearse de su vehículo inversor, y creo que no está muy dispuesta a ello). Esa ha sido toda la gestión necesaria para no quedar fuera de la partida.

En la imagen, la flecha roja indica el momento en que aparece la primera aportación que vale menos de lo que se pagó por ella, así que no parece casualidad que las aportaciones que más se han mantenido en el tiempo sean las que mejor resisten los embates de una crisis. Su fondo de inversión, que en 2018 llegaba a acumular un 24% de rentabilidad media, tiene que conformarse ahora con una rentabilidad media del 2,34%

Pero para <<Miss Y>>, salvo el día a día, en lo que a inversión se refiere, todo sigue igual: “Es un dinero que de otra manera no hubiese llegado a tener. Invertir es más fácil que ahorrar”.


   Desde aquí, una vez más, mi agradecimiento a “Miss Y” (nombre ficticio) por facilitarme su extracto y permitirme publicar sus pasos por aquí.


Se hace camino al andar.

«Se hace camino al andar» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


En el mundo de la inversión, los compañeros de viaje son muy importantes.

Para mis primeras andanzas en este mundillo, me dejé aconsejar por la banca tradicional… Ellos, al fin y al cabo, se supone que son quienes mejor saben de finanzas, y quienes mejor podrían aconsejarme.

Pero… no salió del todo bien. Luego, con esa experiencia aprendida, hice un parón para evaluar las causas, para recomponerme, para estudiar…

Esa primera lección, la suelo resumir en una frase mía: “la banca no es tu amiga, es tu herramienta”…. Y la experiencia, mejor que yo, la resume Warren Buffet: “Cuando el hombre con dinero se encuentra con el hombre con experiencia, éste se queda con el dinero y aquél con la experiencia”.

Esta primera lección aprendida me sirvió para poder continuar mi camino. Un poco más sólo, eso sí, pero ya sabes, más vale sólo que mal acompañado

Fueron años apasionantes de aprendizaje, de experimentar, de hacer, de probar, con dinero virtual, con dinero real, con fondos, con ETFs, con acciones, con bonos, materias primas, divisas, en mercados primarios, y secundarios, con opciones y futuros, con sistemas automáticos de trading, haciendo, delegando, con compañeros de viaje que a ratos se iban cruzando por el camino… cada cual con mejor o peor fortuna.

De esta época, otra enseñanza aprendida: aunque las intenciones sean buenas, equivocarse en grupo, es al fin y al cabo equivocarse individualmente.

Y de equivocación en equivocación, poco a poco, uno va aprendiendo. Lo grave no es equivocarse, lo grave es no dar la oportunidad ni siquiera a la equivocación. No hacer nada. Tengo claro que me he equivocado en muchas cosas, pero la actitud frente a esto es que la próxima vez, me equivocaré mejor…

Luego, me di cuenta de que aunque se escribe muchísimo sobre finanzas, el 99’9% de todo ello está orientado al corto plazo, a la inmediatez, a fomentar un escenario en el que hay que operar, y cuanto más mejor…  Una vez más, esto no era tan bueno para mí… y ganara o perdiera yo, era siempre bueno para los intermediarios (tasas de bróker, canon de bolsa, etc).

A cada paso que daba, leyendo, estudiando, experimentando, me iba dando cuenta de una cosa: “si haces lo que todo el mundo hace, obtendrás los mismos resultados que todo el mundo obtiene”. Y entonces, pude decidir cambiar el paso.

El 0,1% restante de información fue una revelación. Resulta que, lejos de la prensa salmón, de grandes medios, de publicaciones oficiales o libros de autores de reconocido prestigio, una pequeña comunidad parecía haber llegado a las mismas conclusiones que yo… y estaban ahí, de forma modesta, pero no sólo disponibles, sino deseando compartir su conocimiento. En esos círculos fue mi primer acercamiento a la inversión (alejándome cada vez más de la especulación), a términos como “largo plazo, ”value”… y llegando al paradigma de la indexación (que no será lo mejor, ni lo más rápido, ni lo definitivo, pero a mí, desde entonces y hasta ahora,  me funciona).

Echando la vista atrás, veo un largo camino recorrido. A la gente que ha empezado a invertir siempre les digo que la única diferencia entre ellos y yo, es que yo empecé antes. Que las cifras neta no importan, ni siquiera el %… que el tiempo que tenemos por delante es el mejor y más seguro apalancamiento con el que uno puede contar.

Al final, esto me ha dejado el convencimiento de que el tiempo es el activo más valioso que hay. Porque el dinero mal invertido, al fin y al cabo, puede llegar a recuperarse…

Y tras echar la vista atrás, pues toca mirar al frente y delante de mi se perfila el  camino por recorrer (esperemos que por mucho tiempo).

Sigo fiel a la búsqueda de la (f)independencia, tratando de mejorar mis habilidades técnicas (leyendo, estudiando, experimentando, no sólo sobre asuntos laborales, que es vital no descuidar las aficiones), mis habilidades interpersonales (con networking presencial o no, quedadas, conferencias) y mis habilidades financieras (sin dejar de aprender o experimentar, ahora mismo con roboadvisors y plataformas de crowlending). Conocimiento , personas, dinero.

Un camino que se presenta lleno de incertidumbre, pero que sólo hay una manera de recorrer: empezando a andar. Dando un nuevo paso. Y luego otro, y otro más…  Con determinación primero, añadiendo persistencia después. Porque no hay camino, se hace camino al andar.

Tal vez lo que persigo es que cuando la muerte me encuentre, me encuentre muy vivo.

Y hoy, por ser hoy, dejo por aquí dos pildorillas motivadoras: una cita y un vídeo de esos que merecen la pena revisitar de vez en cuando.

La cita:

“Nothing in the world can take the place of persistence. Talent will not; nothing is more common tan unsusccessful men with talent. Genius will not; unrewarded genius is almost a proverb. Education will not; the world is full of educated derelicts. Persistence and determination alone are omnipotent. The slogan ‘Press On’ has olved and always will solve the problems of human race.»


«Nada en el mundo puede tomar el lugar de la persistencia. El talento no lo hará; nada es más común que los hombres sin éxito con talento. La genialidad no lo hará; la genialidad sin recompensa es casi un proverbio. La educación no lo hará; El mundo está lleno de educados abandonados. La persistencia y la determinación son omnipotentes. El eslogan «Press On» ha resuelto y siempre resolverá los problemas de la raza humana».

(Calvin Coolidge. Trigésimo presidente de EEUU).

Y el vídeo:

Las aguas tranquilas no hacen buenos marineros.

«Las aguas tranquilas no hacen buenos marineros» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Creo que una vez más, los mercados nos están enseñando su lado más irracional. El tsunami demoledor que parecía estarse formando en marzo, apenas tres meses más tarde sólo ha sido una ola más o menos grande que ha suspendido algunos dividendos y realizado una corrección en las cotizaciones… Bastante moderada, a mi parecer. No digo que no sea nada. Simplemente digo que aparentemente (y no está dicha la ultima palabra) no ha sido para tanto.

Pero… ¿esto es real? ¿Están reflejando los mercados la realidad de lo que realmente está pasando? Y lo más preocupante: ¿han reflejado ya lo que está por pasar?

Creo que basta con hacer un análisis simple, para darnos cuenta de que esto no es así. Que los mejores barcos sigan a flote, no significa que muchas embarcaciones menores no se hayan quedado por el camino, devoradas por la tormenta. Y por cada embarcación, muchos tripulantes. Y por cada tripulante, tal vez familias enteras que sufren su pérdida.

Y con esta situación, el largo plazo… Todavía más preocupante.

El cóctel es explosivo: todavía no habíamos terminado de achicar el agua de la tormenta de 2008, cuando se vuelve a abrir una nueva vía de agua que vuelve a lastrar las cifras del progreso. Cada vez más gente está en estado de necesitar ayuda.

Esto que pasa hoy es demoledor para el largo plazo: si ya está encima de mesa la insostenibilidad del sistema de pensiones, la merma en las cotizaciones de la gente que pierde su trabajo ahora agrava mucho el problema. Los escollos en la ruta tienen nombre de tasa: tasa de dependencia (ratio de los que cotizamos para pagar las pensiones vs los que ya son consumidores de una pensión) y tasa de sustitución (la diferencia de lo que un pensionista cobra con respecto a su último sueldo).

   No pinta bien: en cuanto a la tasa de dependencia, a cada pensionista le pagan entre dos trabajadores y medio, con una tendencia descendente desde hace tiempo. En cuanto a la de dependencia, actualmente está cerca del 80%, pero con previsión de caer hasta el 50%, que es por donde se mueve la media europea).

Póngase en la coctelera también el resto de ingredientes: los “baby boomers”, que aportan a esta compleja ecuación 2 explosivos: son la generación más numerosa (la banda más ancha de la pirámide de población y resulta también que una parte importante de ellos se mueven en unas bandas de cotización altas (ganan más y pagan más al sistema). Llegarán todos juntitos a cobrar la pensión sobre el 2040… Pero, ¿qué pasará entonces, cuando esta masa de gente pase a ser demandante de la pensión? Se supone que deberán cobrar todos y además cobrar pensiones de acuerdo con lo que ahora están aportando… Las cuentas no salen, y si encima parte de ellos pierden con esta tormenta su trabajo y dejan de cotizar… menos todavía.

Puede ser muy frustrante (y creo que lo será) tratar de llegar a tierra, en un bote que hace aguas, achicando por el camino… para comprobar que la isla a la que llegamos también se está hundiendo.

Pero con esto no quiero ser alarmista. Simplemente dar mi punto de vista sobre una preocupación que yo llevo tiempo intentando gestionar a mi manera. Y me preocupa también que mucha gente no tenga la misma preocupación que yo… porque tal vez estén pensando que cuando llegue el momento ya verán…o que “pasará algo” (¿mágico?, ¿necesariamente positivo?, ¿exclusivamente para ellos?), o que tal vez piensen que el mundo les debe algo… y que en algún momento hará por pagar.

Si este es tu caso, siento decírtelo tan directamente… pero… El mundo no te debe nada.

Así que lo que no hagas tú, nada ni nadie te lo va a solucionar. Ni ahora, ni en el futuro. Y si quieres que la palabra futuro tenga todas sus letras… ¿qué vas a hacer HOY para que esto sea así? Hoy es hoy. Mañana ya es tarde.

“Las aguas tranquilas no hacen buenos marineros”, así que si no te ha pillado esta tormenta, no bajes la guardia, no vaya a ser que llegues una isla que, aunque ahora no lo veas, resulta que se está hundiendo.

Dos caminos.

Si has echado un vistazo por estas páginas, sabrás que la (f)independencia va un poco más allá de la independencia financiera. La (f)independencia trata de poner foco en tres ejes, que considera fundamentales para prosperar: las habilidades técnicas, que tratan sobre lo que sabes hacer,  las habilidades interpersonales, orientadas a cómo te relacionas con los demás, y las habilidades financieras, relacionadas con tu prosperidad.

Y esos tres ejes, deben complementarse entre sí porque, si bien trabajados de uno en uno ya mejoran un poco nuestra vida, si conseguimos que se apoyen mutuamente, no me cabe duda de que seremos capaces de aprovechar mejor las oportunidades que se nos presenten. Aprovechar, cuando menos… en el mejor de los casos nosotros mismos seremos capaces de crear esas oportunidades…

Básicamente, lo que viene a “predicar” la (f)independencia es que si trabajamos una habilidad o conocimiento profundamente, estamos bien relacionados y podemos impulsar nuestras ideas financieramente… nuestra probabilidad de éxito en la vida será un poco más elevada.

La alternativa a esto, puede ser vivir esa existencia que nos lleva por el camino común… un camino por el que transita tanta gente que apenas tenemos margen de maniobra. No se vé el propio camino. No se disfruta del paisaje. Se va. Casi por inercia. Es ese camino socialmente aceptado, y casi promovido, que como andamos juntos parece más seguro. No digo que sea un camino fácil de transitar. Pero sí que sé que llega donde llega la mayoría.

Me gusta pensar que si estás leyendo esto, tal vez sea porque te has planteado si efectivamente esa es la meta a la que quieres llegar… la meta “donde llega la mayoría”.

Si es así, ¿Cuál es tu meta?¿Cuál es tu plan para alcanzarla?¿En cuánto tiempo? Si tienes respuesta para estas preguntas, tal vez ya estés cambiando el paso. Si no, simplemente espero haberte incomodado. Y entonces aprovecho para decirte que un solo paso es poco caminar, no te lleva donde quieres estar, pero es el primero que te aleja de tu punto de partida…


“Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,

Yo tomé el menos transitado,

Y eso hizo toda la diferencia”. (Robert Frost)


“Cuando un velero no sabe a qué puerto se dirige, ningún viento es el adecuado”. Séneca.

¿Te has parado a calcular qué será de tí?

«¿Te has parado a calcular qué será de tí?» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   Corría el año 2011 cuando el estado afirmó que iniciaría una campaña de información a los ciudadanos sobre el cálculo individualizado de su pensión.

   Sin entrar a valorar el porqué de esta desinformación (cosa más que sospechosa y que ya de por sí da muchísimo que pensar), ¿te has parado a pensar en ese escenario futuro?

   Llegado a este punto, ¿Cuál es tu caso?

   ¿Estás perfectamente informado? (por la cuenta –y nunca mejor dicho- que te trae) o  por el contrario no lo tienes del todo claro…

   Si éste último es tu caso, puedes seguir esperando a que el gobierno se decida a cumplir lo que anunció en 2011, pero a lo mejor, cuando te proporcionen la información puede ser que no te guste demasiado.  

   No te preocupes, seguro que ese mismo estado “cumplidor” entiende tu situación y cuando pongas el grito en el cielo se vuelca en resolver tu problema… (¡ja, ja, ja!, ¡seguro que sí!)

   Si no has entrado al detalle, te recomiendo que lo hagas. En Internet hay infinidad de simuladores que te ayudarán a hacerlo. Verás que casi todos vienen a decir lo mismo: en la mayoría de los casos, la pensión a percibir no llegará a cubrir el 100% de tu nivel de ingreso antes de ser pensionista. 

   Si la primera pelota que sobre este asunto el estado ha puesto en nuestro tejado ha sido preocuparnos de cuantificar qué pensión cobraremos, la segunda será preocuparnos de cómo gestionar la diferencia de nivel de vida que puede suponernos pasar a ser pensionistas. Y este esfuerzo no es baladí: lo más “sencillo” sería el ahorro sin más (con el término sencillo, bien entrecomillado, porque si bien la teoría es fácil, en la práctica hay todo tipo de imprevistos, tentaciones, oportunidades, gangas, etc., etc., etc., que hacen que el resultado sea bastante imprevisible). Y luego está el asunto de cómo me las apaño cuando tenga que disponer de ello. Un paso más podría llevarnos a obligarnos mediante un plan de pensiones. Esto parece sencillo. A falta de otra cosa, puede no estar mal, es fácil de ejecutar, y en ausencia de cualquier conocimiento o interés es una opción. No poder rescatar el dinero a la primera de cambio debería ayudar algo. Y luego está todo el universo de las inversiones… que suena a palabras mayores, riesgo y que aparentemente está reservado a unos pocos entendidos.

   La tercera pelota, que Papá Estado (el peor padre del mundo) nos pondrá en el tejado, puede ser una auténtica bola de plomo: gestionar la realidad de nuestra vida de pensionistas (cuando esta llegue) en el caso de que hayamos caído en la desinformación / desinterés y la falta de ayuda para retirar las dos pelotas anteriores.

   Paradójicamente, éste problemilla rodante, afectará de forma más intensa a aquellos que hayan tenido una vida laboral más próspera, porque la pensión máxima en el momento de escribir estas líneas, es de 37.231,74 € brutos anuales (2.659,41€ brutos / mes). Eso quiere decir, que si yo he sido un trabajador que ganaba por debajo de esa cifra, (siempre que haya cotizado los años necesarios), tendré que cubrir un desfase más o menos asumible. Pero si he tenido la fortuna de ganar 60.000€ brutos/ año (4.285,71 € brutos / mes), tendré que cubrir un desfase mucho mayor. O he sido previsor desde bien temprano, o estaré condenado a rebajar mi nivel de vida drásticamente, porque el máximo que percibiré será de esos 37.231,74 € brutos anuales… cuando yo tenía un nivel de 60.000€.

Y todo esto, siempre que el sistema de pensiones sea sostenible, pero no os preocupéis, que Papá Estado (sí, ese), lo tiene todo previsto. Por lo menos hasta 2046… (¡ja, ja, ja!, ¡seguro que sí!)

Al final, la verdad es que sobre este asunto… a mí me gustaría poder “hacerme el Sueco” (no sé a ciencia cierta de donde viene esa expresión, pero lo que sí sé es que Suecia aprobó en 2001 el informar a la ciudadanía sobre el cálculo individualizado de su pensión, y así lo hace desde entonces).

Nunca es suficiente.

   El dinero no da la felicidad. No directamente. Cada vez estoy más convencido de esto. En el mejor de los casos, puede llegar a proporcionar cierta tranquilidad, pero nada más. Es cierto que vivir con esa cierta tranquilidad puede contribuir a ser un poco más feliz, pero esto dista mucho de ser feliz. Estoy convencido de que la felicidad es otra historia que se escribe con una tinta muy diferente.

Realizando un análisis personal sobre el comportamiento de las personas en relación con el dinero resulta que el dinero tiene mucho en común con las drogas. Si buscamos el término “droga” en el diccionario, veremos que en una de sus acepciones, se describe como “sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”, y si lo pensamos bien, los efectos que el dinero puede causar pueden ser muy parecidos.

La analogía no sólo pasa por la definición, sino que tiene un análisis mucho más profundo en los comportamientos derivado de su uso. Y este análisis, explica muchas cosas.

La adicción es uno de ellos: y  esa adicción explica la insaciabilidad que el dinero puede generar. Para determinadas personas, parece que nunca es suficiente. Para desgracia nuestra, en muchos casos, esa adicción campa a sus anchas entre empresarios y políticos. Mal para los primeros, que en ocasiones llegan a comprometer la viabilidad de las empresas. Imperdonable para los segundos, que directamente se enriquecen a nuestra costa, con un dinero que es de todos, pagado por todos. Con mi dinero. Con tú dinero.

¿De verdad piensan que pasando de tener seis millones de €uros a tener siete, su felicidad se va a incrementar proporcionalmente? Cualquiera que lea esto, seguro que piensa,  como yo, en lo absolutamente grande que puede llegar a ser la imbecilidad humana.

El drogadicto, aunque consciente de su adicción, prima la satisfacción de la misma ante casi cualquier cosa. Y en muchos casos, sacrifica su felicidad y la de los que le rodean, por la satisfacción inmediata. Y todo en una espiral que se repite una y otra vez.

Nunca es suficiente.

Me viene a la memoria sobre este asunto, la introducción al libro “Enough”, de Jack Bogle, que comienza contando una anécdota sucedida en una fiesta en la que uno de los asistentes comentaba que el anfitrión, un administrador de fondos, había ganado más dinero en un solo día del que otro de los asistentes, un popular escritor, había ganado en toda su carrera profesional. El escritor, sobre éste asunto, respondió: “Sí, pero yo tengo algo que él nunca tendrá. . . Tengo suficiente. ”

Al final, resulta cierto que pasado un determinado umbral (que no dista mucho de tener bien cubiertas las necesidades básicas), todo lo demás puede empezar a suponernos quebraderos de cabeza. Todas las comodidades de nuestro tiempo, han ido acomodando nuestra conducta de tal manera que nos han hecho muy intolerantes a la más mínima incomodidad(*). Pero seguro que daría para un bonito debate plantear si la comodidad de estar conectados tecnológicamente ha sido para bien o para mal en nuestras relaciones interpersonales.

El dinero, por tanto, tiene ese “reverso tenebroso” de poder tener el efecto exactamente contrario a lo que esperamos. Puede hacernos sumamente infelices… por insaciables,  intransigentes, por insatisfechos, por desconfiados, por la soledad que todo esto genera. Suena horrible, pero si nos paramos a pensar, encontramos de golpe infinidad de políticos insaciables, celebridades intransigentes, millonarios insatisfechos y desconfiados, infinidad de actores que con enormes patrimonios resulta que llevaban existencias difícilmente soportables sin la ayuda del alcohol o las drogas…

¿El dinero da la felicidad? Creo que no. Por eso, la (f)independencia trasciende al mundo del dinero y debe ir más allá. Por eso se refuerza con otros sus otros dos puntos de apoyo,  que son igualmente importantes, y que son las habilidades interpersonales y las habilidades técnicas. Y entre ellas debe existir armonía (término que tiene una preciosa definición: “Equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes cosas de un conjunto.”).

(*) Un interesante análisis sobre esta apreciación lo he encontrado en el libro «Sapiens. De animales a dioses», de Yuval Noah Harari.