La generación de los hijos que vivirán peor que sus padres.

(“La generación de los hijos que vivirán peor que sus padres” es un artículo escrito por Ernesto Bettschen).


El otro día leía en la prensa un artículo sobre los hijos que vivirán peor que sus padres, haciendo referencia a la actual generación de jóvenes, que se mueven en un escenario de paro devastador, bajas remuneraciones, servicios sociales en decadencia y, en resumen, un horizonte poco esperanzador al que mirar.

Mi reflexión es bastante más pesimista…

Pero antes de ser juzgado, me explicaré. Y vaya por delante que el pesimismo bien entendido debe ser una poderosa fuerza motivadora: si no ves claro el futuro, mejor que hagas algo, y lo hagas ahora.

Decía que soy más pesimista porque esa generación de hijos que viven peor que sus padres creo que lleva campando bastantes años, en muchos casos, sin ni siquiera darse cuenta de su verdadera situación.

Una generación que hoy puede presumir de un estado de “bienestar”, en algunos casos bastante hipotecado, por cierto, pero bienestar al fin y al cabo, que realmente no es consciente de que sus padres, ya retirados, siguen viviendo un nivel de vida similar al que tuvieron durante su vida laboral… disfrutando de su pensión, de su previsión (si la tuvieron), y de todo su esfuerzo.

La cosa, es esa, que esa generación ya está percibiendo todo eso… y, por norma, es suficiente para mantener su nivel de vida.

Y después, pues está esa generación acomodada en el llamado estado del bienestar, que ha vivido, por lo menos hasta la llegada de la mal-llamada crisis de 2006 (no sé si voy contracorriente, pero donde todo el mundo habla de crisis yo veo, sólo para empezar, un cambio de modelo socio-económico), disfrutando de un entorno más o menos benévolo: trabajo, servicios sociales, oportunidades…

¿Y luego qué? ¿Va a ser esa generación, al término de su vida laboral, capaz de mantener por si misma su propio nivel de vida? Permítanme dudarlo. Como decía, soy pesimista en este aspecto.

Empezando porque muchos de ellos (de nosotros, que no estoy exento) probablemente no lleguemos ni siquiera a ese fin de la vida laboral de la forma que nos gustaría. Los tiempos que corren y, sobre todo, la dirección que toman, indican que la automatización, la inteligencia artificial y toda una parafernalia tecnológica muy capaz, eliminará más puestos de trabajo de los que se podrán crear. Hoy en día, quedarse sin trabajo después de los cuarenta ya implica un riesgo elevado de exclusión laboral en algunos sectores…

Añádasele la cuestionable viabilidad de las prestaciones sociales… y la combinación resulta explosiva.

Y aun llegando al fin de la vida laboral con un trabajo, si la previsión para ese momento no ha sido constante y desde temprana edad, la cosa tampoco pinta bien. En este caso, sin un plan financiero que nos haya acompañado durante nuestros años de trabajo, tampoco auguro un final feliz… Y este mal, paradójicamente, puede llegar a golpear especialmente a las rentas más altas…

Fuente de la Imagen: Expansión.

Ojo con las casillas marcadas con un asterisco indicando que «El ahorro necesario no es asumible ya que supera los ingresos del particular».    :O

Así, esta generación anclada en el “bienestar” lo está porque en gran medida es bastante inconsciente de lo que casi con seguridad nos depara el futuro. Nuestra gestión actual nos obligara a aparcar nuestros hábitos de vida, y en la mayoría de los casos hacer algo para tratar de mantenernos a flote. En resumidas cuentas, a tratar de vivir por lo menos como vivieron nuestros padres… lo que es un indicador de que muy presumiblemente estemos empezando un camino que nos lleva ineludiblemente a vivir peor que ellos.

Por eso, yo busco la (f)independencia…

La generación de los hijos que vivirán peor que sus padres somos nosotros. Yo hace algún tiempo que lucho contra ello… ¿Y tú?.

Ernesto Bettschen. Marzo 2017.

Estar mejor.

Ha pasado más de año y medio desde que mi amigo “M” iniciara su camino inversor. Hace un año y medio su escepticismo era absoluto. “Eso es arriesgado”. “Zutano lo perdió todo”. “No tengo tanto dinero como para permitirme eso”.

Pero aun así, la inquietud de “M” se convirtió en incomodidad. El tiempo pasaba, y no había dado ni un paso. En ningún sentido. Primero por las cosas que aunque estén ahí no se pueden controlar directamente: el ascenso que no llega, el trato que no acaba de cerrarse, un maldito imprevisto y un sueldo variable que al final resulta menor de lo esperado.

Segundo, por las que si podía haber realizado directamente, pero que, por esas razones que los que paramos por aquí no terminamos de entender, nunca se iniciaron. Ni ahorro sustancial, ni inversión.

Y así, tras unos cuantos cafés, finalmente “M” le dio a la tecla (es mi expresión para ese momento casi mágico de la primera órden de compra) y, desde entonces, su historia es otra.

La primera operación de «M» fue de 200€, comisiones incluídas. Y ese primer año, «M» hizo 3 operaciones de ese mismo importe. Su inversión, por tanto, es de 50€ al mes.

En el primer momento, «M» se sintió defraudado. Creo que esperaba una cosa absolutamente diferente… un ritmo frenético de cambios, de subidas de bajadas, de adrenalina brutal. Pero no es así. Es… como suele ser… al cierre del día +0,46%. Y toda una jornada, pegado a la pantalla viendo “bailar” esos 200€.

– “M, tu ya no tienes 200€. Te los has gastado. Te has gastado 50€/mes, durante 4 meses. Ya no tienes 200€, tienes 40 acciones. No hay más. Sé que en el primer momento no es fácil interiorizar esto. Pero es na realidad: si te compras 40 acciones, ya no hay dinero, hay acciones”.

Y el primer año, pasó de forma parecida… 3 operaciones, y un interés cada vez menor por ver cómo fluctuaban los euros que ya no lo eran. Al final del ejercicio, 123 acciones. Un dividendo en efectivo de unos 18€… y muchas horas delante de la pantalla, viendo dinero al principio, y acciones al final.

Y, tal como predijimos, esos 18€ de dividendo neto en efectivo dieron “sopas con honda” a los intereses generados por sus cuentas de múltiples colores, con importes invertidos mucho mayores. Objetivo cumplido.

El segundo año, el mismo «M» que veía un riesgo brutal en el mercado, que no tenía dinero y que veía en su cuenta de “alto interés” a su mejor aliad financiero, ha decido seguir. Y no sólo eso, ha decidido también esforzarse un poco más, e incrementar un poco su aportación.

En su proceso de cambio, ha influido también un poco de Networking, poniéndole en contacto personas como él, que empezaron antes. Que empezaron igual. Dispuesta a compartir su experiencia.

Alguno, perro viejo, acumula diez años haciendo exactamente lo mismo. Y esos 18€ al año rondan casi los dos mil… que suman mucho más que la aportación de esos 50€ mensuales que tanto parecían al principio. Y que, sí, pasarán a realimentar el sistema.

Y eso es, al final, lo que comparten estas personas viene a ser que el dinero invertido no es dinero, que es dinero gastado. Gastado en acciones. Pero que las acciones están ahí, y que si el dinero original se hubiera destinado a otro fin, casi seguro que no quedaría nada.

Y esa es la historia. Mejor una cantidad en acciones, que nada. Y que si además las acciones dan dividendo, pues mucho mejor. Y de eso se trata. De estar mejor.