Nunca es suficiente.

   El dinero no da la felicidad. No directamente. Cada vez estoy más convencido de esto. En el mejor de los casos, puede llegar a proporcionar cierta tranquilidad, pero nada más. Es cierto que vivir con esa cierta tranquilidad puede contribuir a ser un poco más feliz, pero esto dista mucho de ser feliz. Estoy convencido de que la felicidad es otra historia que se escribe con una tinta muy diferente.

Realizando un análisis personal sobre el comportamiento de las personas en relación con el dinero resulta que el dinero tiene mucho en común con las drogas. Si buscamos el término “droga” en el diccionario, veremos que en una de sus acepciones, se describe como “sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”, y si lo pensamos bien, los efectos que el dinero puede causar pueden ser muy parecidos.

La analogía no sólo pasa por la definición, sino que tiene un análisis mucho más profundo en los comportamientos derivado de su uso. Y este análisis, explica muchas cosas.

La adicción es uno de ellos: y  esa adicción explica la insaciabilidad que el dinero puede generar. Para determinadas personas, parece que nunca es suficiente. Para desgracia nuestra, en muchos casos, esa adicción campa a sus anchas entre empresarios y políticos. Mal para los primeros, que en ocasiones llegan a comprometer la viabilidad de las empresas. Imperdonable para los segundos, que directamente se enriquecen a nuestra costa, con un dinero que es de todos, pagado por todos. Con mi dinero. Con tú dinero.

¿De verdad piensan que pasando de tener seis millones de €uros a tener siete, su felicidad se va a incrementar proporcionalmente? Cualquiera que lea esto, seguro que piensa,  como yo, en lo absolutamente grande que puede llegar a ser la imbecilidad humana.

El drogadicto, aunque consciente de su adicción, prima la satisfacción de la misma ante casi cualquier cosa. Y en muchos casos, sacrifica su felicidad y la de los que le rodean, por la satisfacción inmediata. Y todo en una espiral que se repite una y otra vez.

Nunca es suficiente.

Me viene a la memoria sobre este asunto, la introducción al libro “Enough”, de Jack Bogle, que comienza contando una anécdota sucedida en una fiesta en la que uno de los asistentes comentaba que el anfitrión, un administrador de fondos, había ganado más dinero en un solo día del que otro de los asistentes, un popular escritor, había ganado en toda su carrera profesional. El escritor, sobre éste asunto, respondió: “Sí, pero yo tengo algo que él nunca tendrá. . . Tengo suficiente. ”

Al final, resulta cierto que pasado un determinado umbral (que no dista mucho de tener bien cubiertas las necesidades básicas), todo lo demás puede empezar a suponernos quebraderos de cabeza. Todas las comodidades de nuestro tiempo, han ido acomodando nuestra conducta de tal manera que nos han hecho muy intolerantes a la más mínima incomodidad(*). Pero seguro que daría para un bonito debate plantear si la comodidad de estar conectados tecnológicamente ha sido para bien o para mal en nuestras relaciones interpersonales.

El dinero, por tanto, tiene ese “reverso tenebroso” de poder tener el efecto exactamente contrario a lo que esperamos. Puede hacernos sumamente infelices… por insaciables,  intransigentes, por insatisfechos, por desconfiados, por la soledad que todo esto genera. Suena horrible, pero si nos paramos a pensar, encontramos de golpe infinidad de políticos insaciables, celebridades intransigentes, millonarios insatisfechos y desconfiados, infinidad de actores que con enormes patrimonios resulta que llevaban existencias difícilmente soportables sin la ayuda del alcohol o las drogas…

¿El dinero da la felicidad? Creo que no. Por eso, la (f)independencia trasciende al mundo del dinero y debe ir más allá. Por eso se refuerza con otros sus otros dos puntos de apoyo,  que son igualmente importantes, y que son las habilidades interpersonales y las habilidades técnicas. Y entre ellas debe existir armonía (término que tiene una preciosa definición: “Equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes cosas de un conjunto.”).

(*) Un interesante análisis sobre esta apreciación lo he encontrado en el libro «Sapiens. De animales a dioses», de Yuval Noah Harari.