El otro día me preguntaron por qué opción de inversión hubiese optado si tuviera veinte años. La verdad, nunca lo había pensado. Y eso fue lo que respondí.
A priori, creo que una inversión tipo “Bogleheads” sería la respuesta. Pero, precisamente, dar respuesta a la pregunta me hizo echar un ojo a ver… “¿qué hay de nuevo, viejo?”.
Y para sorpresa mía, pues sí, encontré alguna novedad: un complemento perfecto para un viejo conocido casi por todos.
El viejo conocido es el Vanguard Dividend Appreciation ETF, VIG (https://personal.vanguard.com/us/funds/snapshot?FundId=0920&FundIntExt=INT), un ETF como pocos que conozco. Si no has oído hablar de él, merece la pena que le eches un vistazo.
Y la novedad, un complemento del que hasta ayer mismo no tenía conocimiento de su existencia: el Vanguard International Dividend Appreciation ETF, VIGI (https://personal.vanguard.com/us/funds/snapshot?FundId=4415&FundIntExt=INT). El mismo concepto, pero en versión internacional. Como he dicho, un complemento perfecto para el VIG.
Creo que no cambio mi respuesta: una cartera de fondos indexados tiene, para mi esquema inversor (ahora y a los veinte años) más ventajas que inconvenientes sobre una de ETFs, pero creo que el pequeño descubrimiento puede alegrar a más de uno y por eso lo comparto con vosotros.
Y para los que se pregunten el porqué de mi reafirmación, pues os lo cuento a modo de pros contras:
En contra de la cartera de fondos indexados frente a una de ETFs:
- Mayor comisión inherente a los fondos que a los ETFs.
A favor de la cartera de fondos indexados frente a una de ETFs:
- Menor coste por operación de aporte / retirada: los ETFs se compran y venden con comisiones similares a las que se aplican en la compra de acciones, mientras que en los fondos, esa comisión suele estar incluida en la comisión total del propio fondo. Para muchas compras periódicas, un fondo de inversión probablemente evite mucho gasto en comisiones.
- Posibilidad de rebalanceo o cambio de tipología de fondo (por activos, por riesgo, por diversificación, etc.) sin peaje fiscal.
En cuanto al reparto de dividendo de los ETF, no lo veo como ventaja o inconveniente, ya que se puede obtener el mismo resultado con ambas opciones: en mi caso yo prefiero dividendos repercutidos y no distribuidos. El dividendo distribuido (en efectivo) me obligaría, en época de aportación, a su reinversión, incurriendo, en el caso de ETFs, en una comisión de compra adicional. En época de “recepción”, el dividendo en efectivo de los ETFs podría ser de utilidad para no tener que realizar una venta de participaciones, pero en el caso de fondos puede obtenerse el mismo resultado buscando un fondo de reparto (que paga dividendo en efectivo), y el traspaso a este fondo de reparto estaría también exento de peaje fiscal. La cuestión aquí, sería encontrar un muy buen fondo de reparto, porque echando un ojo al panorama, hay muchos que utilizan el propio patrimonio del fondo para pagar el dividendo, o la utilización de derivados. Pequeñas argucias… que hay que analizar con lupa de muchos aumentos.
Pero hoy me quedo con la experiencia de cómo el análisis de una simple pregunta (¿por qué opción de inversión hubiese optado si tuviera veinte años?) me ha llevado a un pequeño descubrimiento… Y es que a veces merece la pena salir a “echar un vistazo”.