Discreción.

   Ya te lo he dicho. Me llamo L. Fansworth, y soy rico.

   Tú lo sabes. Yo lo sé. Y pocas personas más… es una decisión personal. Importante. Y, desde mi punto de vista, sabia.

   Dado que conoces poco o nada sobre mí, aparte de las pinceladas que dejo por aquí acerca de mi forma de pensar, a veces me pregunto cómo te imaginarás que soy. La verdad es que no tengo ni idea de lo que se te puede pasar por la cabeza… y (no te incomodes por esto), la verdad es que tampoco me preocupa. Y, además, casi seguro que (tú como la inmensa mayoría), te equivocas.

   La gente comete un error estadístico en su percepción de la riqueza y hace una asociación equivocada: cuando se habla de que una persona es rica, automáticamente viene a sus cabezas un estereotipo de “rico”, con una mansión con enorme jardín, cochazo a la puerta, cena en el restaurante del más selecto club, yate, y una mujer despampanante, cubierta con un elegantísimo vestido sobre el que resalta el brillo de unas joyas de valor casi incalculable.

   Bueno. Eso puede ser riqueza, pero también ostentación. En el peor de los casos, puede ser sólo ostentación. Se puede ser rico, o simplemente parecerlo. Y de verdad que hay una gran diferencia entre las dos situaciones. Cuando baja la marea, se descubre quien se estaba bañando desnudo. No me cansaré de repetirlo: “el dinero que rápido viene, rápido tiende a marcharse”.

   Pero no va por ahí mi discurso de hoy. Retomando el asunto de la percepción de la riqueza y la asociación equivocada, te voy a hacer reflexionar con algunas pregunta: en el supuesto de considerásemos rica a una persona con un patrimonio financiero de un millón de €uros, ¿qué hay más: personas con un millón de €uros en activos… o personas con más de diez millones? ¿En qué proporción? ¿Y con más de cien millones? ¿Y más? La respuesta ya la sabes: súper-millonarios hay pocos: algunos deportistas, estrellas de cine o de la mundo de la música, banqueros, gestores de fondo, profesionales (abogados, cirujanos) de gran prestigio…

   Pero te sorprendería saber que, proporcionalmente, hay muchísimas personas más con un patrimonio financiero de un millón de euros. No he dicho “muchos”. Digo (y créeme que hablo con conocimiento de causa) “muchísimos”. Millonarios que no distinguirías del común de los mortales. Personas que huyen sistemáticamente de una mansión con enorme jardín, cochazo a la puerta, cena en el restaurante del más selecto club, yate, y una mujer despampanante, cubierta con un elegantísimo vestido sobre el que resalta el brillo de unas joyas de valor casi incalculable.

   Gente discreta.

   Error estadístico (hay muchos más millonarios anónimos que públicos). Error de asociación (la mayoría de los millonarios no son ostentosos).

   La próxima vez que te pares en un semáforo y al lado tuyo se pare un cochazo, parate a pensar si lo que hay al volante es un millonario de verdad, o simplemente un gran préstamo con ruedas.

   Y li lo que se para a tu lado es un turismo convencional… trata de averiguar si el ocupante es un millonario real, ¡porque la probabilidad es mucho más alta!.

   Por otro lado, cuando alcanzas la riqueza (y aquí ya me da igual el medio por el que llegues a conseguirlo), resulta que todo tu esfuerzo queda desvirtuado… y parece que no eres tu quien consigue logros, sino que todo el mérito se lo lleva única y exclusivamente el dinero. Si creaste una empresa, es porque ya tenías dinero. Si hiciste esto o aquello, es porque el dinero te lo permitió. Hagas lo que hagas, consigas lo que consigas, es porque tienes dinero. Cualquier esfuerzo, se difumina. Y de ahí la discreción. No dejes que tus logros sean vistos como lo que no son: “cosas pagadas”.

   Como verás, (y repito lo escrito un poco más arriba) es una decisión personal. Importante. Y, desde mi punto de vista, sabia.

   En 1996 salió a la luz el libro “The Millionaire Next Door”, de Thomas J. Stanley and William D. Danko. Si no has leído este libro, estás tardando. Básicamente es un estudio realizado durante veinte años sobre las personas adineradas de los Estados Unidos. Entonces verás de lo que te hablo. Y además, casi seguro que cambiará tu percepción sobre el mundo del dinero. Es una lectura fundamental para disociar el concepto de riqueza del de ostentación. Y adicionalmente obtendrás sabios consejos: ¿sabías que hay gente que hipoteca literalmente su vida y su capacidad de generar riqueza por algo tan frecuente como irse a vivir cerca de sus padres? ¿Sabías que ayudando al “débil” podrías estar fomentando precisamente su debilidad? (sí, ayudando más al niño al que le cuesta hacer los deberes, es probable que lo que hagas es fomentar su debilidad al saber él que dispondrá de tu ayuda para hacérselo todo más fácil). ¿Sabías que la mayoría de los millonarios viven en el más absoluto anonimato?

   No te desvelo más (que lo hay, y no es poco). Es una lectura fundamental que te acercará en muchos sentidos, a ser más (f)independiente.

Un comentario en “Discreción.”

  1. Ese libro, «the millonaire next door», me dejó boquiabierto. Es muy recomendable. Los ricos suelen ser personas anónimas, que si te invitan a casa tal vez te ofrezcan una copa de whisky del bueno (de esa botella que les regalaron en la comunión de los niños…), pero como abras su nevera veras las latas de cerveza del super.

    Coincido contigo en diferenciar ostentación y riqueza.

    Por mi trabajo, colaboro con gente de generosos salarios. De vez en cuando sale el tema de que «no llegan a fin de mes» ¿¡pero cómo es posible!? Y aunque suelen ser varios, en la misma mesa suele haber otras personas silenciosas, que conducen coches de segunda mano, teléfonos móviles low-cost… intuyo que son de los nuestros…

    Por cierto, es curioso que casi nadie «llega a fin de mes», independientemente de su nivel de ingresos, e independientemente de su nivel de gastos (hijos, personas dependientes, jubilados). El gasto se ajusta a los ingresos como un gas al recipiente.

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