El Plan C.

   Cuando uno se convence de todo lo que contamos por aquí, y finalmente se decide a comenzar su plan de inversión personal, casi siempre sucede lo mismo.

   Al principio todo es prudencia. La cantidad a aportar es muy moderada, y desde que la tecnología lo permite, uno se tira, varias veces al día, varios días a la semana, echando un ojo para ver cómo van las cosas. Y sí, la cosa fluctúa… pero desde luego no me estoy arruinando de un día para otro.

   Así se forja la confianza en el sistema personal, y de los temores y prudencias iniciales, en cuanto se han cobrado unos pocos dividendos, se pasa a un momento de angustia por haber estado “ciego” tanto tiempo, por no haber empezado antes, por haberse dejado llevar por la inercia de una masa que dice “eso es muy arriesgado” sin ni siquiera haberlo experimentado…

   Y entonces, el tiempo perdido trata de recuperarse a golpe de aportación. Y se incrementa el importe o se incrementa la frecuencia de las aportaciones. Y ya no se mira tanto. Que ya nos lo sabemos, hoy más, mañana menos, al otro también y vuelta a empezar. La cosa pasa a ser más bien un “bueno, voy a ver qué ha pasado desde la última vez”.

   Y… ya está…

   – (Tú) … ¿Ya está?

   Pues sí. Ya está. ¿Acaso esperabas un final escabroso? Seguro que hay mil historias que lo tienen, pero no es mi intención contarte algo que ya sabes (o deberías saber antes de meter un duro en cualquier lado). Se ha hablado de ello por aquí: que si Zutano puso todo en Bolsa y lo perdió. Que si mengano se Forró…

   Zutano era un pardillo. Y Mengano, pues también, pero con suerte.

   Pero estoy seguro que la secuencia que os he contado muchos la habéis vivido en primera persona. Y vuestra intención inicial de poner X al mes, ha pasado a ser de 2X o 3X… en ocasiones hasta un límite que puede volverse imprudente, sobre todo si el sistema de ahorro no ha contemplado una cantidad líquida para imprevistos, imprevistos previsibles, auto financiación o lo que sea.

   Y esa imprudencia, puede volverse contra nosotros de otro modo, mucho más peligroso, y es dejando de invertir en lo realmente importante… Que básicamente es… ¡en nosotros!

   Por esto la independencia financiera es diferente de la (f)independencia. Porque en el camino de esta última además del aspecto relacionado estrictamente con el dinero, entra en la ecuación el desarrollo de las personas y la relación con su entorno (habilidades técnicas), y la conciencia de que las limitaciones que uno tiene, pueden paliarse en una comunidad (habilidades interpersonales) que a su vez realimente nuestras habilidades técnicas.

   ¿Para qué sirve un esfuerzo de inversión tan prolongado en el tiempo, si cuando vienen mal dadas el mercado laboral no te quiere, no eres capaz de desempeñar una actividad profesional por ti mismo, y contactos tienes los justos…? En este punto, párate a pensar que en la actualidad, con 45 años, el mercado te mira desde arriba… Si has conseguido la tan afamada “independencia financiera” (lo que toda la vida ha sido “vivir de las rentas”), estupendo. En caso contrario (siento desanimarte, pero a esa edad es más que probable), prepárate para asumir un descenso a los infiernos…

   45 años. A 27 años vista de la jubilación…

   Sí, has acertado, cuidar este aspecto, supone un aporte adicional, en esfuerzo, tiempo y dinero. Así que trata de plantearte qué es lo próximo que vas a aprender, y repasa tu agenda para ver qué contactos reales tienes, y no hablo de Facebook o LinkedIn… no… hablo de esos esos que te reconocen nada más cogerte el teléfono y que te harían un favor incondicionalmente…

   Como verás, no todo es dinero. Tal vez haya que empezar a pensar y preparar también un PLAN C…  (porque el A supongo que será tu trabajo, y el B, tu plan de inversión personal…)

   Y sí, si cuidas también estos aspectos, no dudes de que te estarás acercando a la (f)independencia.

10 opiniones en “El Plan C.”

  1. Muchas gracias por la entrada.

    Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar. – Mark Twain.

    Creo que vamos en la senda correcta.

    Gracias por aportar desinteresadamente.

    1. Sonrisa,

      Creo que dices bien. Debe ser eso que llaman «Sentido común» (el menos común de los sentidos). Pero es pasmosamente obvio: si uno actúa como la mayoría, es muy probable que obtenga el mismo resultado que la mayoría. Y sin embargo, lo que me sorprende, es que ¡esa mayoría sigue siendo mayoría!. Mi no entender. Será que nos ha tocado algún tipo de varita mágica… y vemos el mundo y la vida con otros ojos…

      ¡Gracias por tu conetario!

  2. ¡Uff!, duro de leer. Es verdad. Ya, ni con plan B. Los tiempo que corren son peliagudos. Y ya no hay refugio: el trabajo o los clientes te pueden dar la espalda en cualquier momento. Y más nubes en la lejanía intuímos los que pensamos que «Papá Estado» (el peor padre del mundo, como dice Fansworth) no será capaz de echarnos una mano.
    Y con… 43 en mi caso… puede que sea práctico pensar en ese Plan C (mmmm… puede que en mi caso pase por «reinventarme»…).

    Plan… ¡C!. Ya lo dicen por ahí: «No hay dos sin tres».

  3. Creo que todos intentamos refugiarnos en la masa. Perece que los errores compartidos son menos errores (mal de muchos consuelo de tontos).

    También ocurre el efecto llamada en las inversiones, no solo a nivel particular sino pienso que incluso en los que se dedican a gestionar fondos de los Clientes.

    Si la mayoría de los gestores apuestan, por ejemplo, por la Tecnología y un gestor sigue la senda y resulta que a posteriori resulta una pésima inversión, nadie le pedirá cuentas pero si ese mismo gestor, en contra de «la mayoría» apuesta por Banca y resulta que sale mal… Cai seguro que le despiden por ir por libre y equivocarse.

    No toleramos el error individual y, sin embargo, el error de muchos lo obviamos…

    ¿Podremos innovar así? Me refiero como país, no a nivel de inversor individual.

    1. Sonrisa,

      Estupenda observación. Permiteme que me quede con el mensaje, por si me da por escribir una entrada sobre el asunto: el error de todos es de todos… pero no se ve como un error individual. ¡Y lo es!.

      Gracias por tu comentario.

  4. El equilibrio es fundamental. Si vuelcas todo demasiado en un aspecto, descuidas los otros y acaba traduciéndose en «infelicidad». Cultiva tus finanzas, tu familia, tus amigos, tu salud, tus capacidades. No te lo juegues todo al 23 rojo…. no sea que salga el 12 negro.

    Un abrazo,
    Czd

    1. Je, je, je… aunque en la ruleta, el 12 es Rojo , el ejemplo es buenísimo. Lo triste es que además del 12 Rojo… antes que el 23 (este sí que es Rojo) puede salir casi cualquiera. Así que, lo mismito que en la vida real. ¡hay que decidir¡…¡Hagan juego, Señores!

  5. Un gran artículo. Hace tiempo comprendí que tenía que diversificar mis fuentes de ingresos, y en esas estoy. Actualmente estoy mucho más tranquilo mirando hacia el futuro.
    Un fuerte abrazo.

  6. Un gran artículo.
    Hace tiempo que comprendí que había que diversificar en fuentes de ingresos. Ahora estoy mucho más tranquilo.
    En cuanto a cultivar las relaciones con mi familia no es problema, siempre ha sido lo primero, otra cosa es con el resto de seres humanos, me cuesta más.
    Un fuerte abrazo.

  7. Cuánta razón tienes, Fansworth; qué fácil es dejarse llevar por el entusiasmo de recuperar el tiempo perdido en el aspecto económico y descuidar los otros aspectos tan importantes que siempre mencionas. Las habilidades técnicas e interpersonales son como una planta, si no las cuidas, si no las atiendes, terminan por marchitarse. Y con mucho recorrido por delante para llegar a la edad del retiro, con la espada de Damócles del paro pendiendo sobre nuestras cabezas, más nos vale cultivarlas por lo que pueda suceder.

    Y, por supuesto, no olvidarnos de trazar nuestro plan «C»…!!!

    Gracias por compartir tus reflexiones y un saludo.

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