Consumo responsable.

El otro día hablaba con mi amigo Ernesto Bettschen sobre cómo ha cambiado el modelo educativo en los últimos años. Sobre cómo ha cambiado y, también, sobre cómo tiene que cambiar, porque ambos estamos de acuerdo en que hay mucho recorrido por delante en este aspecto.

Ernesto tiene dos hijos, de 5 y 7 años en el momento de escribir esta entrada, y como padre, le preocupa el incierto futuro que tienen por delante. Le entiendo perfectamente: el mundo parece que últimamente se mueve más rápido que antes, y los plazos, para casi todo se han comprimido. Y aquí también estoy de acuerdo con Ernesto que en un mundo “conectado” a casi todos los niveles, quienes tendrán las de ganar serán aquellos que sepan adaptarse al cambio muy rápidamente, y también tendrán alguna ventaja los que se además sepan diferenciar el trigo de la paja… Ya no es cuestión de cantidad de información, que nos llega con anchos de banda sobredimensionados para lo que podemos consumir…  El enfoque es algo opuesto: del inmenso todo, saber diferenciar lo veraz de un resto muy heterogéneo, con medias verdades, realidades y ficciones mezcladas, opiniones personales que se cuentan como verdades indiscutibles, etc, etc, etc.

Diferenciar, y por supuesto, cuestionar, que es donde radica la evolución.

Y todo esto (que no es poco), con la dificultad añadida de una presión social que incita a muchos a seguir patrones de actitud, de conocimiento, de consumo… que busca dóciles ovejas fáciles de pastorear. Clones de comportamiento.

Conversaciones filosóficas sobre un mundo que en muchas ocasiones funciona a golpe de “copy/paste”. Casi en todo. Sólo hay que salir al extranjero para comprobar que muchos sitios han perdido parte de su encanto: misma estética, mismos comercios, mismas marcas, misma comida… Globalización.

Un “copy/paste” que se cuela hasta en la prensa de primer orden, que en ocasiones publica sin verificar la fuente de información…

Y si esto pasa hasta en esos niveles… (y retomo el tema inicial de esta entrada)… ¿contra qué poderosas fuerzas y estímulos tendrán que luchar nuestros hijos? Porque ya hemos dejado escrito por aquí en alguna ocasión que si haces lo mismo que el resto de las personas, es poco probable que vayas a obtener resultados diferentes a ellos… ¿Cómo alejarles de esas pautas de comportamiento arraigadas tan fuertemente en la sociedad y que empujan hacia la ignorancia y una pobreza futura? Porque desafortunadamente ese esquema global presiona más a que uses tal o cual marca antes que a que leas este o ese libro… Te incita a gastar, cada vez más, y con más frecuencia…

Como reflexionaba Ernesto: ¿cómo explicarle en un futuro a un hijo que él todavía no puede tener móvil cundo todos sus compañeros ya lo tienen? (y subrayaba el “todavía”, porque la negativa absoluta pasa por la exclusión social) ¿Cómo tratar de convencer a un adolescente para que no entre en ese juego del postureo en las redes sociales que llega en ocasiones a ser un escaparate del despropósito y que además lejos de crear satisfacción puede generar un inconformismo continuo?…

En muchos casos, son los propios padres los que están atrapados en el móvil y en esa espiral de compartir la vida privada con ese “y yo más” que casi obliga a publicar en las redes sociales maravillosos viajes, fantásticos selfies en rincones paradisiacos, flamantes compras… y todo a golpe de crédito… que no hay mañana… o en una de esas sí… aunque esa posibilidad, yo, consumista no confeso, ni me la planteo, que si no, no salgo en la foto y a mí, aunque lo niegue sistemáticamente, sí me importa el qué dirán… y me gusta que vean que me he ido a Bali…

¿Cómo crear un espíritu inversor frente a un espíritu consumista?… Y no hablo sólo del aspecto económico, sino también referido al tiempo (lo más valioso de mundo)… ¿Cómo apearles de ese movimiento de inmediatez –lo quiero tener y lo quiero aquí, ahora- que domina el panorama actual, en el que lo que las grandes corporaciones del consumo pugnan por entregarte los paquetes en apenas horas para satisfacer ese deseo inmediato para que pases inmediatamente a un nuevo deseo? Parece que nuestra impaciencia ya no puede esperar ni 24 horas…

Me gustó mucho una frase salida de nuestra conversación: <<Como inversor, debo ser defensor del consumo… pero como padre, debo añadir a esta sentencia el apellido de “responsable”>>.

Comparto de nuevo con Ernesto, que la Educación, ahora más que nunca, debe ser cosa de los padres. Sin subestimar la labor del profesorado. Pero con la mente puesta en los valores que queremos transmitir a nuestros hijos. Y uno de ellos es ese: consumo responsable.

Dejo dos frases para la reflexión:

“Soy publicista: eso es, contamino tu mundo. Soy el tipo que te vende mierda y que te hace soñar con cosas que nunca tendrás. Siempre hay alguna novedad para lograr que lo anterior envejezca. En mi profesión nadie desea tu felicidad, pues la gente feliz no consume. La infelicidad es lo que estimula el comercio. Para crear necesidades, resulta imprescindible fomentar la envidia, la insaciabilidad y el dolor. Esas son mis armas, y tú eres mi blanco.”. (Frédéric Beigbeder, escritor y expublicista).

“Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar el dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan”. (Emile H. Gauvreay)

Y una tercera…

«No hay mayor felicidad que ser cómplice de la felicidad de los demás» (Carmina Martorell).

Por esto último (y por muchos otros motivos) escribo (f)independencia.

 

13 opiniones en “Consumo responsable.”

    1. Hola Concha,

      Gracias por tu comentario. Estimulante. En nuestro caso, hemos vivido el cambio de lo analógico a lo digital… Conocemos una época donde esa inmediatez (que casi roza la «inmIdiotez») no existía, y una compra implicaba un esfuerzo. Salir, ver, comparar, decidir, y finalmente (si no se había pasado el deseo) comprar… Todo mucho menos impulsivo. Pero muchos de nuestro hijos sólo conocen el remanente de ese sistema que poco a poco muere… Y su punto de partida ya pertenece al mundo «online». Un mundo de aquí y ahora. El escritor Ildefonso Falcones retrataba muy bien la realidad en una entrevista radiofónica hace algunos meses, en la que decía que para los jóvenes de hoy es mucho más inmediato meter un videojuego en la consola y recibir esa satisfacción instantánea que dedicar varias horas a leer un libro para llegar a desvelar el final… En la educación de los hijos, me comentaba Ernesto, hay que luchar por demostrar a los hijos que la vida es todo eso real (y en ocasiones muy intenso) que sucede delante de nuestros hijos… y que muy probablemente se estén perdiendo por estar mirando una pantalla…
      Creo que ya lo he dicho por aquí alguna vez: cuanto más conectados… más solitaria es nuestra realidad.

      Y reitero mi agradecimiento por tu comentario, que me impulsa a seguir escribiendo.

      ¡Gracias!

  1. Muy interesante el artículo, la verdad es que hace reflexionar y mucho.
    Estoy 100% de acuerdo en todo lo que comentas, y lo triste es que nadie podrá estar en desacuerdo, ya que es algo que se ve todos los días en todos los sitios.
    Siempre habrá gente que salga del sistema y de la espiral de la que hablas, pero serán pocos y la generación de jóvenes actuales está metida de lleno. No sé como serán las cosas dentro de 10 o 20 años, pero me da hasta miedo pensarlo…

    Saludos!

    1. Hola Opinatron,

      LLegar a salir del sistema pasa casi por la exclusión social… y la verdad, tampoco es eso. Pero sí que hay que poner un poco de sensatez frente a dejarse caer en todas las tentaciones que pasan cada día por delante nuestro.

      El futuro…¿quien sabe?… pero tal vez el sistema se regule sólo… porque de donde no hay, no se puede sacar… aunque sinceramente… ¡no tengo ni idea!

      Muchas gracias por tu comentario… que me ha dejado pensando…

  2. Saludos!

    Soy inversor desde hace unos años y seguidor habitual de tu blog. Tiene una calidad excelente.

    Llevo jugando a videojuegos desde bien pequeñito ( mas de 20 años). En el mundo del videojuego hay muchisima variedad y en bastantes casos superan con diferencia a cualquier película. No son pocos los videojuegos basados en libros. Te voy a dejar unas pinceladas de lo que me han aportado personalmente alguno de ellos:
    – Durante mi epoca 17-19años jugué a un videojuego de tiros basado en la WWII. Gracias a esa época hice grandes amigos en varias provincias, a los que fui a visitar y con los que disfrute de buenas juergas.
    – Durante mi época de 20-24 años jugué a un juego de rol masivo (MMORPG) donde hice relaciones con mas de 200 personas, llegando a entablar una amistad en el mundo real con alguno, y como no, fui a visitarlos y nos corrimos juergas e incluso algún viaje al extranjero.
    – Gracias a un videojuego de la Nintendo (shadowgate) que estaba totalmente en Ingles, me cogí un diccionario y aprendi mas vocabulario que en todos mis años de primaria. Tendría unos 10 años.
    – Hay infinidad de videojuegos mas educativos que cualquier asignatura academica: hay videojuegos de gestion de empresas, de puzzles de logica, de inteligencia emocional, de simulación, etc..
    En general me gusta el equilibrio para todos los aspectos de la vida. Aunque jugaba bastantes horas al día, tenia mis amigos de mi barrio con los que disfrutaba de mis fines de semana y en verano me iba a la biblioteca y cogía algún libro sobre papiroflexia, ajedrez, trucos de magia, etc..
    Mi visión de los videojuegos es que pueden ser una buena forma de conocer a la gente porque son el «mus» de nuestro tiempo. Mi abuelo bajaba al bar a jugar al domino o al mus y se pasaba allí la tarde bebiendo, jugando y charlando. Lo único que ha cambiado es el lugar y la forma. Eso mismo se hace ahora desde tu habitación.

    1. Hola Adrian,

      ¡Bienvenido!

      No me malinterpretes, no me refiero exclusivamente a los videojuegos… Es más soy un gran defensor de ellos, los he disfrutado… ¡y lo sigo haciendo!. Una vez más, lo que debe primar es un consumo responsable. Y es que ahora pasa algo que no pasaba antes, y es que antes el videojuego se quedaba en casa…

      Ahora, directamente, nos llevamos todo en el móvil. Y pasa una cosa muy curiosa: cuando antes uno salia y estaba con sus amigos, estaba, en cuerpo y alma. Ahora veo grupos de jóvenes, juntos físicamente… a ratos disfrutando… y muchos otros ratos pendientes del móvil…

      Si sumamos ratos delante de pantallas… entre móvil, TV e internet… hay muchas vidas que «se escapan».

      El extremo lo tienes en lo que en Japón ya tiene un nombre: «Hikikomori»… jóvenes que no llega ni a salir de casa…

      Vuelvo a insistir en que soy un gran defensor del videojuego… pero un videojuego se consume… y, por ejemplo, la lectura de un libro, hace trabajar al cerebro de manera diferente, ya que debe ir creando una imagen sólo a través de una descripción, y ese ejercicio no tiene precio… y por muchos detalles que se den, será, casi seguro, diferente para cada persona… que la imaginará de una forma distinta en su cabeza.

      Pero lo dicho… los videojuegos tienen su bonanza: crear estrategias, resolver puzzles, competir… Y, eso, que una partidita de esas de antaño al «Medal of Honor»… ¡Uf!, ¡Qué momentazo!

      Creo que nosotros teníamos más fácil hacer un consumo responsable… Es sólo una opinión.

      ¡Gracias por tu comentario!

      1. Buenas!

        Si, el tono de mi mensaje no era de reproche sino de exposicion, me disculpo si he dado esa sensación.

        Efectivamente, el juego era Medal of Honor, asi que lo mismo nos hemos matado virtualmente 😛

  3. Hola,

    Tipo listo, este Ernesto. Hacéis buena pareja 🙂

    Me ha gustado la frase de que tendrán ventaja los que sepan adaptarse al cambio rápidamente. Yo estoy en un estado de shock desde hace un tiempo. Educado para «triunfar» en un trabajo estándar, para ser el perfecto padre de familia, para vivir de acuerdo a las normas… me estoy dando cuenta de que hacer las cosas diferente es mucho mejor. Un ejemplo: el blog. Una afición sin más, pero poco a poco empiezan a llegar propuestas interesantes. Y teóricamente hay muhíiiiiisimos blogs, pero la realidad es que nadie de mi entorno tiene. Y cuando les recomiendo a los más allegados (los que más me importan) que empiecen uno para potenciar su imagen de marca, para mejorar su empleabilidad, para tener un plan B…. sólo caras de incomprensión, condescendencia o indiferencia.

    Yo creo que uno de nuestras principales labores como padres, aparte de la tradicional y consensualmente aceptada de transmitir valores, es hacer que los hijos tengan criterio, sean capaces de pensar sin prejuicios y decidir sin dejarse llevar por el entorno. Es una labor complicadísima. Y creo que empieza por preguntar a los hijos tantas veces «por qué» como ellos nos preguntan a nosotros. Y mira que lo preguntan veces 🙂

    Un abrazo,
    Czd

    1. Pues (respondo por alusiones)… ¡Gracias!.

      Labor la de ser padre… efectivamente complicadísima. Porque a lo complejo de la educación en sí, se une el fomentar que los hijos desarrollen su propio carácter… sin meterse en demasiado charcos…

      Hay una frase célebre que recuerdo me contó mi sabio padre (que lo era), y que luego he indagado para saber que se le atribuye a José Mª Pemán: «Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino»…
      Pero precisamente está en la labor de los padres no dejar (o por lo menos intentarlo) que los hijos se conviertan en el «producto» que una sociedad globalizada quieren que sean.

      Un saludo. Y, por supuesto, aprovecho para recomendar a todo el mundo el fantástico trabajo que realizas desde tu blog «Los cazadividendos» (www.cazadividendos.com). Enorme.

      1. Gracias, Ernesto.

        Ya sabéis que sigo dejándome caer por aquí para comentar de vez en cuando. El tiempo es el que es (y suele ser mucho menos del que debería) pero me obligo a comentar en los blogs que me parecen diferentes. Y este lo es.

        A Fansworth ya le propuse escribir en los cazadividendos e hizo una artículo para enmarcar. Ni que decir tiene que tú también tienes la puerta abierta. No nos iría mal otra de vuestras reflexiones en voz alta 🙂

        Un abrazo,
        Czd

  4. Suscribo la reflexión del post, en el sentido de que resulta muy complicado inculcar a las nuevas generaciones hábitos de consumo responsable que los propios padres no tienen.

    Tengo hijos (bastante) más mayores que los de Ernesto y recuerdo que, cuando aún cursaban la ESO, muchos de sus compañeros (ya graduados universitarios) tenían, a su vez, padres que en aquellos años (de burbuja total) ya estaban abducidos por las poderosas fuerzas del consumismo, compitiendo por ser el que tenía el coche más nuevo, más grande o el que viajaba a los destinos más exóticos. Y ha llovido algo. Razones tiene Ernesto para estar preocupado.

    Mención especial a las citas finales de tu artículo: sencillamente impagables.

    Un lujo leerte, como siempre.

    Un saludo.

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