“Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro” (Steve Jobs).

   Si hay algo que tengo claro es que nadie regala nada. El mundo está concebido así, y no me refiero únicamente a cosas materiales. Tengo claro esto, y que la (f)independencia es una buena manera de enfrentarse a la vida. A nada que hayas estado por aquí, habrás leído sobre habilidades técnicas, habilidades personales, y habilidades financieras. Y la conjunción de las tres es lo que te puede acercar a la (f)independencia. Por supuesto, luego está cómo trates tú cada área, que no deja de ser un algo con vida propia: cada área hay que cuidarla, alimentarla, desarrollarla. Nunca dejes de aprender.

   Y si estás leyendo esto, supongo que será porque, como poco, tu inquietud te ha hecho iniciar un camino. No sé en qué punto de ese camino estarás, pero si lo has comenzado te habrás dado cuenta de una cosa: recorrerlo te permite ser más tú… Tomar tus propias decisiones. Tomarlas tomándote tu tiempo. O simplemente, permitirte no tomarlas. (¡Fiuuuu!… ¿Cuántas personas pueden presumir de esto?)

   Y ahí está la cuestión: siempre diré que lo más valioso del universo es el tiempo. Y como nuestro tiempo es finito, sería muy triste malgastarlo bailando al ritmo de la música que tocan otros.

   A cada paso que doy en la vida, más me convenzo: las habilidades técnicas me ayudan a desarrollarme como persona, y ser humilde en el conocimiento me abre casi todas las puertas del aprendizaje. En los tiempos que corren, básicamente con tener la intención de querer aprender, nos pone delante de una gran oferta. Y la tecnología nos sirve el conocimiento en bandeja. Las habilidades interpersonales refuerzan lo anterior ayudándonos a desenvolvernos entre nuestros semejantes. Y bien alimentadas y desarrolladas incluso permiten destacar. Nos ayudan a ayudar, pero también a negociar, a expresarnos de manera clara, a transmitir un mensaje y entender su respuesta. Parece de cajón, algo que debería poder hacer todo el mundo, pero algo que parece tan obvio no es tan sencillo hoy en día. No hay mucha gente que prefiera decir “no lo entiendo” cuando realmente no entiende algo. Todos queremos saber de todo y no reconocer nuestra ignorancia. Un “no lo entiendo” a tiempo, a lo mejor podía haber librado de unas preferentes a más de uno…

     Y las habilidades financieras te acercan a quitarte una dependencia vital importante. El mundo, lo queramos o no, se mueve por dinero. No quiero ser mal interpretado, y no quiero que quede el mensaje de que no hay más. No. Hay mucho más. Pero quede el mensaje de que desenvolverse en este mundo es más fácil con algo de dinero. Si sólo contara el dinero, no hablaría de (f)independencia… sólo hablaría de dinero y ese escenario no termino de verlo aislado de los otros dos pilares que predico por aquí.

   Así que con estas líneas espero hacerte un poco más consciente del camino que has iniciado… y sobre todo eso, transmitirte la importancia de contar con un tiempo finito y acotado… el que te ha tocado vivir… ni más ni menos. Ese, es tuyo, así que “no lo malgastes viviendo la vida de otro”.

Independencia vs. Independencia Financiera… vs (f)independencia.

   En no pocas ocasiones, en alguna de las muchas conversaciones que mantengo habitualmente y en las que se habla sobre Independencia Financiera, he quedado absolutamente perplejo sobre la interpretación que cada individuo da a este término: Independencia Financiera.

   La culpa la tiene el término en sí: “Independencia Financiera”. Estoy seguro que si me refiero a ella como “vivir de las rentas”, todos tenemos la misma idea en la cabeza (sí, esa de la hamaca en la playa, el coctel y la puesta de sol).

   Pero tras el término ”Independencia Financiera”, escucho de todo: que si vendo todo y me quedo con lo justo, que si monto esto o aquello, que si mi propio negocio, que si una franquicia, que si invierto en acciones… Todo un batiburrillo.

   Llegados a este punto… (y ruego disculpas a los que lo tengan clarísimo), creo que no estará de más aclarar un poco cada concepto.

   Como he dicho, la independencia financiera no es ni nada más, ni nada menos, que lo que hasta hace relativamente poco se llamaba “vivir de las rentas”. Sin tener que hacer nada. Eso, la imagen de la hamaca…

   Pero montar un negocio, no lo es, o por lo menos no lo es hasta que puedas tenerlo funcionando en “modo automático”, con todo delegado… cosa, harto difícil. Montar un negocio puede darnos algo de independencia, sí. Pero de “puertas afuera”. No os quepa la menor duda, que cuando uno abre su propio chiringuito, incluso antes de abrirlo ya está forjando una pesada cadena que le une a él. Independiente, sí… pero con matices.

   La franquicia, peor todavía: abres un chiringuito con las reglas de otro… y encima tienes que pagarle. Este punto de vista lo describe muy bien el libro de Chris Guillebeau “The $100 Startup: Reinvent the Way You Make a Living, Do What You Love, and Create a New Future”. En él, ejemplifica todo esto con una persona que trabaja por cuenta ajena y cobra 47.000$ mensuales por su trabajo. Es entonces cuando decide “hacerse independiente” haciéndose con una franquicia por la que paga 250.000$… que paga como buenamente puede… En el mejor de los casos, con los ahorros de toda una vida. En el peor, endeudándose. Y luego pueden pasar dos cosas: que la cosa vaya mal… y cierres teniendo que saldar tu deuda a un franquiciador que rápidamente encontrará a otro candidato para abrir una nueva sucursal… O que la cosa vaya bien, caso éste en el que, después de gastos, puede ser que llegues a cobrar 47.000$… después, eso sí, de infinidad de quebraderos de cabeza y sobre esfuerzos…

   Es un ejemplo un poco decepcionante… pero seguro que real en algunos casos.

   También está quien decide no tener nada, venderlo todo, y echarse a rodar. No está mal, pero para esto hay que tener la cabeza muy bien preparada. Y sobre todo, saber qué hacer con todo el dinero que se supone que no estás gastando. Bien invertido, poder resultar. Pero, por ejemplo, no tener una casa en propiedad, tampoco te dará luego la posibilidad de hacer un “downsizing”. Y si no llegas a ese punto en el que lo que generas supera lo que gastas… la cosa puede ponerse complicada.

   Y finalmente, está la (f)independencia, que busca terminar en esa hamaca de la playa, con el coctel… y lo hace uniendo conocimientos técnicos, habilidades interpersonales y habilidades financieras para tratar de acelerar y asegurar todo el proceso. Para permitirte negociar en términos con los que tus interlocutores no estarán acostumbrados, con un inconformismo racional. Para evitar caer en trampas de franquicias… o por lo menos ser consciente de lo que puede esconder la supuesta “independencia” de tener tu propio negocio. Para conocer la propias limitaciones a la hora de gestionar tu patrimonio y permitirte evaluar si es mejor tener algo en propiedad o no llegar a tenerlo pero convertirlo en activos con un rendimiento adecuado y sostenible.

   Estoy seguro de que lo tenías muy claro, pero con haber hecho reflexionar a una sola persona, me doy por satisfecho. Y seguro que el tiempo invertido en esta lectura, le ha hecho un poco más ¡(f)independiente!

Poderoso Caballero… pero cómo se las gasta.

   En la búsqueda de la independencia financiera llega un momento en que se cruza una línea indefinida que, aun sin haber alcanzado la meta, nuestra relación con el dinero cambia, y percibimos una sensación de seguridad. Es ese momento en el que eres consciente de que estás en el camino, y empiezas a disfrutar de ello. Los imprevistos, aunque imprevistos, dejan de ser problemas, y se pueden afrontar de mejor manera. Es un momento en que los individuos pasan a gestionarse como empresas. Existe un plan e intención, y esto es un arma muy poderosa.

   Y esa gestión como empresa, sin nosotros darnos cuenta, nos permite vivir mejor. O por lo menos, más tranquilos.

   Cuando este proceso, con el paso del tiempo se magnifica, la sensación de seguridad es directamente proporcional en magnitud. Y en algún momento, pasa a suceder que ese viaje que parecía un disparate, deja de parecerlo. Y haremos bien en disfrutarlo, porque vidas sólo hay una, y aunque algunas líneas más arriba haya hablado de alcanzar la meta, lo que realmente hay que disfrutar es el camino. En algunos casos el más rico del cementerio es el más miserable en vivencias personales. De alguien habréis oído decir eso de “era tan pobre que no tenía más que dinero”.

   Y luego, algunos pocos llegan a la “abundancia”. Nosotros, que no somos tantos, sabemos que quien antes cambió el paso, más puso el tiempo a su favor, y antes podrá cruzar esa línea.

   Pero pasa, que cuando se cruza esa línea, nos volvemos “raros a los ojos y entendimiento de los demás”. Y me explico: resulta que como fruto de nuestro esfuerzo, nos ganamos (si, NOS ganamos) afrontar la realidad con una perspectiva diferente a la de la gente que nos rodea. Tenemos menos miedo a perder el trabajo, nos afectan menos las acciones de terceros, y las noticias de subidas de impuestos, suministros, etc. nos afectan de manera diferente. No es que nos insensibilicemos. Que no. “Nos lo hemos ganado”, con todas las letras y el esfuerzo que creo conocéis bien.

   Y puede pasar, y pasa, que a pesar de nuestro esfuerzo, nos sentimos incomprendidos porque nuestro esfuerzo no es valorado. Y me vuelvo a explicar: hay un extraño halo de “desvirtuación” de lo que hacemos: resulta que nuestro propio dinero nos eclipsa, y hace que nuestro esfuerzo quede eclipsado. Poderoso caballero. Cómo se las gasta…

   Una vez que hay dinero, ya no hay mérito que valga: si creas una empresa, fue tu dinero y no tú. Eres “despreocupado” y te quejas menos… porque tienes dinero. Haces cosas y disfrutas más… porque tienes dinero. Todo es más fácil… con dinero… Es verdad, pero nadie se plantea el camino que se ha recorrido hasta llegar a tenerlo. Nadie parece pararse a pensar en el esfuerzo de años (muchos años) que ha costado alcanzar esa situación. El poderoso caballero, una vez que está ahí empaña nuestro esfuerzo pasado y vela la realidad del presente: un pasado precisamente sacrificado… para alcanzar el estado presente… malentendido.

   Y como el dinero está demonizado, la gente no habla de dinero. Y los que sí lo hacemos, encima resultamos frívolos (si llegamos a tener la oportunidad) a la hora de tratar de explicar nuestra dedicación.

   Al final, todo nuestro esfuerzo queda visto como… nada. En el presente, la gente ya sólo ve… dinero, dinero, dinero…

   Y sólo nos queda el consuelo de los que hablamos un lenguaje común. Y lo hablamos porque hemos recorrido o estamos recorriendo un camino parecido.

   Entonces sí. Se habla, se entiende, y uno se siente un poco más… ¡(f)independiente!

P.D.- A vosotros, lectores. Quiero creer que vosotros sí me entendéis. 😉

Conciencia del entorno.

   Como he dicho en alguna ocasión, la (f)independencia se fundamenta en tres pilares: las habilidades técnicas, las habilidades interpersonales y las habilidades financieras.

   Aunque estoy muy convencido de esto, hay una habilidad qué no sé bien donde encaja: es lo que yo denomino “conciencia del entorno”, que no es ni más ni menos que desarrollar la capacidad de abstraernos de nuestro día a día, para contextualizar quienes somos, dónde estamos, y a donde vamos… pero no nosotros, sino teniendo en cuenta nuestro contexto entero (nosotros, marco familiar, marco laboral, marco regional, marco mundial… con más o menos capas de visión).

   Voy a ver si consigo exponer esto, porque tiene algo de miga:

   En alguna ocasión ya he dejado caer por aquí que si estás leyendo esto es, tal vez, porque te nueve una inquietud y necesitas “hacer algo”.

   No es extraño. De un tiempo a esta parte cada vez más gente siente esa inquietud, aun teniendo un trabajo “aparentemente estable”, tiene la necesidad de hacer algo.

   Pero, ¿por qué? ¿Por qué de repente mucha gente tiene ese mismo sentimiento en el mismo momento?

   La respuesta no es sólo una, pero si hacemos un ejercicio de análisis del momento en el que estamos (si tenemos conciencia de nuestro entorno), tal vez hallemos algunas respuestas.

   Voy a hacer una pequeñísima parte de este ejercicio y voy a aportar aquí mi punto de vista:

   Bienvenidos al año 2000: como suena. Resulta que el año 2000 está llegando casi con 20 años de retraso. Todas las maravillas tecnológicas que no llegaron entonces… parece que empiezan a materializarse ahora… y lo hacen muy disruptivamente. Aparecen Drones, coches eléctricos… y una promesa a corto plazo de coches auto conducidos que no nos acabamos de creer del todo pero intuimos que terminaremos por ver (Londres ha solicitado la licencia para que estos coches puedan operar en sus calles ya en 2020). Llevamos en el bolsillo un móvil con muchísima más capacidad de proceso de la que tenían las que enviaron al hombre a la luna… y aunque cada vez las utilicemos menos para hablar, nos permiten compartir experiencias en tiempo real.

   Y hablamos con máquinas… cada vez más… La inteligencia artificial empieza a preocupar a la comunidad científica… que se ve capaz de construir máquinas más inteligentes que sus propios creadores… o, en igualdad de condiciones de inteligencia, infinitamente más rápidas en ejecución.

   Y un sinfín de cosas más: impresoras 3D que fabrican casas, prótesis e incluso órganos vitales. El internet de las cosas también empieza a sonar como un término común…  (y un largo etcétera).

   Y en medio tú. Hagas lo que hagas, me da igual, estoy convencido de que parte de esa inquietud puede deberse a que sientes que de alguna manera toda esta revolución puede afectarte. Si ya eras consciente de esto… ¡enhorabuena!, tal vez puedas reaccionar. Y si no te has parado a pensarlo, te pongo un ejemplo que tomo prestado de Dominic Barton (Director Gerente de McKinsey & Co a nivel mundial), para ver si consigo incomodarte un poco (discúlpame, la intención es buena):

   Barton, ejemplifica un “efecto lateral” entre un cirujano del corazón y el proyecto de los vehículo auto conducidos.

   – Pero… ¿qué tiene que ver la velocidad con el tocino?

   – Que los cerdos también corren, y que si estos vehículos, que hoy son casi una realidad, se implantan, y efectivamente los accidentes disminuyen, puede ser que el cirujano cardiovascular tenga algo menos de trabajo, tanto por la atención menos requerida a los heridos de accidentes, como por la disminución de los trasplantes de órganos por la menor mortalidad en dichos accidentes

   Creo que el ejemplo es claro: ninguna industria quedará al margen de las disrupciones tecnológicas.

   La consecuencia de esto, es que nuestra zona de confort y nuestra zona de seguridad, que hasta hace poco se superponían… se han desplazado… llegando en muchos casos a disociarse…

   Y para muestra otro ejemplo: que hacemos discutiendo sobre la viabilidad de tener el servicio de plataformas como Uber (dedicada al transporte de viajeros por conductores particulares en sus vehículos privados)… si en 2020 incluso Uber verá comprometido su modelo de negocio por coches que conducen solos. (que sí, que Londres ha solicitado la licencia para que estos coches puedan operar en sus calles en 2020)…

   “Sotp & Think”. Párate y piensa. Es la mejor manera de ser consciente de tu entorno.

   ¿Cómo te afecta a ti la disrupción tecnológica?

   Bienvenido al año 2000, donde los cambios son tan rápidos, que si no eres consciente de ello, corres un gran riesgo… ¿qué piensas que puedes hacer al respecto?

   ¿Qué habilidades técnicas deberías potenciar de cara al futuro? (Mi respuesta) Profundizar mi conocimiento sobre procesos y Lean.

   ¿Qué habilidades interpersonales? (Mi respuesta) Aprender chino (con tiempo y paciencia, que mi primer acercaminento no ha sido demasiado productivo).

   ¿Qué habilidades financieras? Tal vez invertiría antes en Tesla (vehiculo + eléctrico + posibilidad de autoconducción en el futuro) antes que en Uber…

   P.D.- Conciencia del entorno. Si te he hecho pensar un poco, me doy por satisfecho. Hay que tener en cuenta que la disrupción tecnológica es sólo un aspecto entre muchos. Hoy en día también está la explosión demográfica de China salpicando de personas el mundo, las capacidades del gigante Indio, la sostenibilidad de determinados modelos de negocio, el envejecimiento de la población…

   Mucha miga. “Sotp & Think”.

¡(Casi) He conseguido la independencia financiera!… así que voy a comprarme un suspensorio…

   Le he pedido a mi amigo Ernesto Bettschen que nos deje por aquí alguna de sus reflexiones. Y esto es lo que me ha remitido. Tal cual me llega, lo transcribo aquí.

 << Por mi edad, pude ser uno de los que se sentó en una de las primerísimas bicicletas de montaña para comprobar que con ella se podían bajar hasta las escaleras del Metro, visité Birmania cuando nadie lo hacía, y buceé por muchas partes del mundo cuando todavía había más peces que buceadores.

   No quiero ser malinterpretado: no es alarde de nada, son simplemente mis aficiones.

   La cosa es plantear la cuestión de cuánto merece la pena la independencia financiera. Quede claro que soy un gran buscador de la misma. Pero debe ser que hoy me he levantado con el pie izquierdo, y aprovechando que me han pedido que escriba algo, de paso, me desahogo un poco.

   Y eso: ¿realmente merece la pena el esfuerzo? Quiero decir, en mi caso, ese esfuerzo es, simplemente, enorme. Y el esfuerzo (os vais a reír), no viene tanto de aportar, aportar y aportar, años y años, y lidiar con los altibajos del mercado. Viene más por la parte de “la pérdida de la oportunidad”… y ahora no estoy hablando del mercado, la empresa, o lo que quiera que hagamos pensando en nuestra futura independencia financiera.

   La “pérdida de oportunidad” a la que yo me refiero es la personal. Todo lo que dejo de hacer en busca de ese (tal vez) Santo Grial. El esfuerzo económico, es grande. El sacrificio de vivencias personal, enorme. Y luego, también afecta el verse rodeado, en muchas ocasiones, de gente con ninguna preocupación económica, que… sinceramente, la debería tener. Ni plan de pensiones, ni inversiones, ni ahorros. Ni siquiera para un imprevisto un poco “aparatoso”. Lo que viene se lidia a golpe de tarjeta de crédito… ¡y ya está!

   Como dicen por ahí (y por aquí), “quien ríe el último, ríe mejor”… pero nadie dice nada de lo sacrificado que es esperar toda una vida a que los demás dejen de reír.

   Y luego, cuando por fin llega el momento de echarse una buena carcajada (aunque en mi caso, todavía no sea así)… no te rías demasiado fuerte, porque ya tienes unos añitos… una hernia de disco (ahora entendéis el “alarde” de la bici y el buceo) y algunas otras averías con las que tal vez te pensarías el viajar a un país como Birmania…

   Cuando estamos pensando en nuestra independencia financiera, nos vemos siempre igual. Pero los años pasan, y lo que es fantástico para nuestro dinero, no lo es tanto para nosotros mismos… Y no es que yo esté mal, que me encuentro “de cine”, pero ese pie roto, esa hernia, ese músculo de la pierna que dijo basta y una dioptría que me condena a unas gafas de cerca que odio no entraban en mi plan. A día de hoy, afortunadamente, sigo dándole a la bici (aunque lo de las escaleras del Metro me parece un poco temerario), y al buceo (aunque ya casi hay más buceadores que peces), y sí, tengo en mente seguir viajando de vez en cuando, porque comparto con Fansworth que la meta no existe. La meta es recorrer el camino disfrutando… todo lo que se pueda, de la mejor manera que se pueda, y sobre todo, poder seguir teniéndolo en mente “mientras el cuerpo aguante”. Y… si aguanta, que me viene a la cabeza aquello de “certus est an incertus quando”. Sería una buena mofa del destino, ¿eh?

   Pero, ¡qué dura es la vida del buscador de independencia financiera! En días como hoy, me pregunto si realmente merece la pena todo ese esfuerzo… aunque solo con ver cómo está el patio, inmediatamente me recompongo y me digo ¡por supuesto! >>            

   Interesante reflexión. Muchas gracias. La verdad es que cuando he pedido a Ernesto su aporte, no esperaba ni de lejos una reflexión tan personal. Pero no por personal deja de tener todo el sentido del mundo. Ya tendréis tiempo de conocerle, porque es quien me ayuda con el aspecto tecnológico de este blog en un “quid pro quo” con el que los dos aprendemos muchísimo, y pasamos enormes ratos de disfrute.

  P.D.- El título de la entrada también es suyo. Hacer tratos es lo que tiene, que hay que cumplir con la palabra… y mi compromiso (entre risas) fue no cambiarle ni una coma.

«Downsizing».

  En algunas ocasiones de mi vida me han pedido consejo sobre asuntos de dinero. No sé si es un defecto o una virtud, pero en materia de dinero no tengo pelos en la lengua. Hablo claro y sin tapujos. A día de hoy sigo sin entender por qué es un tema que se trata tan cuitadamente. La frase “hay dos cosas que casi seguro que harás hoy: cagar y mover dinero” es mía. Aunque no nos demos cuenta, el simple hecho de despertarnos y encender la luz ya implica un gasto…

   En alguna de las conversaciones que mantengo, veo planes de inversión con potencial, viables y bien pensados. Pero en muchas ocasiones pasa que falta uno de los ingredientes para que la cosa llegue a buen término: o falta capital, o falta tiempo. Y viendo las cifras sé que el plan no terminará tan bien como debería. Y el dinero no se puede “inventar”, y el tiempo, menos.

   El escenario es el siguiente: se llega a la edad de jubilación en peor (normalmente “mucho peor”) circunstancia que durante la vida laboral. Y eso es duro. Pero no hay más tiempo, y aunque durante los últimos años de aportación al sistema de inversión se hizo un esfuerzo especial, en el momento en que se deja de recibir el salario y se empieza a cobrar la pensión, la minusvalía es muy significante.

   Y eso que ahora todavía hay pensión. En el futuro, ni siquiera eso. Y formar una cartera lo suficientemente robusta como para simplemente cubrir lo que la pensión daría, es un esfuerzo muy grande. Enorme si se tienen otras obligaciones (hipoteca, hijos, etc.)

       –  ¿Entonces?

   Entonces casi lo único que se pude hacer es un “downsizing” de tu vida. No es plato de gusto, pero es bastante lógico. Y de lo que se trata no es de vender todo para tener dinero, sino cambiar muchas cosas, para generar “músculo” en la cartera y poder vivir modestamente de lo que ésta nos dé… pero poder hacerlo indefinidamente.

   En este sentido es probable que haya que cambiar la vivienda familiar por algo más asequible. Suena duro, y lo es. Pero tiene mucha lógica: a medida que pasan los años se supone que los hijos deberían haber abandonado el hogar, y casi seguro que parte de la casa ya no tiene tanto sentido. Es sensato plantearse un “downsizing”: en el mejor caso, venderla para cambiar por otra más pequeña y destinar la plusvalía obtenida para reforzar la cartera. Pero también caben otras opciones: que el alquiler de esa vivienda familiar pague el piso más pequeño al que cambiarse (se conserva la vivienda). O, directamente, vender y encontrar algo que alquilar con el rendimiento de lo obtenido.

   El “downsizing” puede tener otras formas: en ocasiones un mero cambio de provincia (o de país, para los más avezados… aunque a los 65 me consta que nos “desinflamos” bastante en esto del “avezamiento”) puede significar una rebaja significante en el coste de la vida.

   Pero también hay que contar con el “downsizing natural”, que viene dado por el paso del tiempo, y las obligaciones que con ello desaparecen: se supone que los hijos se marcharán del hogar, y con ellos los gastos asociados. La edad misma, que hace que nuestro gasto en ocio sea más comedido (pero quizá tenga una contrapartida en gasto sanitario o de atención).

   A lo que voy: el futuro es muy incierto, pero somos nosotros mismos quien determinamos (ligeramente, todo hay que decirlo) el grado de incertidumbre que se nos viene encima. En el mundo de la inversión, no hay nada escrito, y puede pasar de todo. Podemos ser ligeramente previsores (por ejemplo: cuando la actual generación del “baby boom” español llegue a la edad de jubilación… unos cuantos miles de millones saldrán del mercado –por la recuperación de los planes de pensiones, por ejemplo-, y esto tendrá una consecuencia notable. Puede pasar que la gente se quede entrampada en la Renta Variable. Puede pasar que esa salida de capital provoque una disminución en el dividendo de las empresas españolas…).

   Llegado a este punto, las conclusiones que hay que obtener deben poder responder a preguntas como: ¿Cuánto capital neto estimo que percibiré de mis inversiones cuando me jubile? ¿Tendré que recurrir forzosamente al “downsizing”?.

   Y es lo que hay. Si no hay suficiente capital o si no disponemos del suficiente tiempo para ejecutar nuestro plan financiero, el “downsizing” (si es factible) tal vez pueda llegar a mejorar nuestra existencia… y, no lo sé, pero tal vez sea ese poquito que nos faltaría para llegar a la (f)independencia.

Imprevistos previsibles.

   Un plan no deja de ser un plan. Y la ejecución del plan casi nunca resulta en lo esperado. No nos engañemos. La realidad es así.

   Esto viene a colación de esa hoja Excel que todos hemos hecho en algún momento. Tú sabes cuál es: esa en la que hemos puesto nuestra cartera, los años, nuestro incremento anual, el tipo de interés… y lo hemos estirado hasta ese hipotético futuro en el que todos somos millonarios.

   En el mejor de los casos, habrás contado con la inflación…

   Ese es el plan.

   Pero, ¿qué pasa luego con la ejecución? Pues eso, que, para variar, nunca resulta en lo esperado.

   El plan empieza, normalmente bien, pero casi siempre pasan cosas, y se producen desviaciones sobre lo previsto.

   Una avería en el coche.

   Un imprevisto en la boca.

   El capricho sobre el que no fuiste capaz de evitar la tentación.

   Una dioptría que se presenta sin avisar + montura + cristales.

   La caldera, que ha empezado a hacer un ruidito…

   …

   Váyase Vd. A saber.

   Y cada línea, con su importe asociado, claro.

   Pero nuestra hoja Excel no contempla nada de esto… Nosotros aportamos, y el papel lo soporta todo. Y a los 65, todos millonarios.

   Pero el coche ya tiene casi 12 años, ese dolor en la muela te resulta cada vez más insoportable, tu bicicleta nueva es una pasada (también de cara), llevas gafas y la caldera está a dos duchas de dejarte en mitad del aclarado.

   Son sólo algunos ejemplos… Los imprevistos aparecen, y tú lo sabes.

   Está claro que no es lo mismo un imprevisto de 1000€, que tener que cambiar de coche. Y por supuesto, los imprevistos no afectarán del mismo modo a una cartera de 10.000€ que a una de 100.000€. Pero ahí están. Fuera de los planes de casi todos. Y con una afección real sobre todos.

   Limarán tiempo. O limarán dinero. Tardarás más en llegar a tu meta, o lo harás en condiciones un poco peores.

   De lo bueno que sea tu plan (y de lo previsor), dependerá que puedas hacer frente a imprevistos de 1000, 2000, 3000 €uros sin despeinarte… o incluso que prefieras pagar un coche “a toca teja”. Pero el plan se verá afectado: habrá que reponer el dinero del colchón de seguridad o habrá que posponer esa compra de acciones que te rondaba la cabeza…

   Lo malo de los imprevistos, es precisamente eso, que son imprevistos… Pero ¿siempre es así?

   Será cuestión de nomenclatura. Pero tal vez pueda preverse que no merece la pena mantener un coche más allá de 20 años, que habrá algunos gastos inevitables en salud, en la casa o algún capricho irresistible. Tal vez se pueda. Y si se puede, pues dejemos que esa dosis de realismo empape nuestro plan, porque así nos defraudará menos y, por el contrario, nos motivará a ser más ambiciosos a la hora de trabajar para llegar a la meta.

   El papel lo soporta todo. Incluso los imprevistos.

   Pero nunca diré nada malo de los planes. Jamás. Los planes son necesarios. ¡Tienes un plan!… y eso ya es mucho (muchísimo más) de lo que la mayoría tiene. Es tú plan, el compromiso que te gustaría poder adquirir. Tu declaración de intenciones. Y, tenerlo, en mejor o peor modo, estoy seguro de que te ayuda a acercarte a tu objetivo. Y si los imprevistos que planeaste finalmente no llegaron a materializarse… ¡estupendo!… ¡antes llegarás a conseguir la (f)independencia!

Las cuentas claras y el chocolate espeso.

   Un comienzo para darte cuenta de por qué no consigues hacer despegar tu situación financiera es ser consciente de que ganas mucho menos de lo que te crees. No te culpo. Hay un interés general en que no seas consciente de ello.

 Precisamente, ser consciente de esto te va a permitir reaccionar ante ello.

   Si has vagabundeado por este blog, en una de esas te has topado con el ejemplo de la nómina de Juan. Tal vez te parezca una exageración, pero es tan real como aterrador.

   Por si no lo conocías, este ejemplo de Juan es el máximo exponente de los Intereses Ocultos sobre los que hemos hablado en alguna ocasión. Supongo que te estarás preguntando porque en tu nómina no aparece todo ese desglose, incluyendo lo que tu empleador paga por ti al estado. Vaya. Yo también me lo pregunto.

   – ¿Y tu?, ¿sabes realmente cuánto ganas?

   Antes de responder, incluso conociendo el ejemplo de la nómina de Juan, voy a hacer un pequeño ejercicio con sus números.

   Pues comencemos: Juan. Netos, antes de cualquier gasto percibe 1227, 84€ (si has visto el video, esto es lo que le queda a un “dosmileurista” después de pasar por la “muela” del estado. El cálculo corresponde a los 2000€ brutos – 511,35€ de Seguridad Social – 166,28€ de retención del IRPF – 69,97€ de Contingencias Comunes – 24,56€ de Formación y desempleo).

   Pero a los números de Juan todavía les faltan algunas matizaciones que nadie calcula: el coste de ir a trabajar, que puede variar bastante, pero sobre el que pongo un ejemplo bastante común.

   Dos trajes al año (por eso de tener uno de repuesto mientras el otro va al tinte). A 100€ por traje (y ya nos cuesta dar con esta oferta), suman 200€.

   Dos pares de zapatos al año (a 40€/par, y de nuevo ya va siendo complicado dar con la oferta), suman 80€.

   Transporte público (un abono o equivalente, redondeado a 50€/mes), al año laboral, 11 meses, contando con que tienes un mes de vacaciones, 550€.

   Y pongo transporte público para que no te eches a llorar, porque si tu opción es tu coche particular, una cuenta bien echada pasaría por calcular la parte proporcional destinada a llevarte al trabajo de impuestos, seguro, mantenimiento, y si me apuras, del coste del vehículo.

   Y si te tomas un café por la mañana, a un eurito, sumaremos 20€ al mes, totalizando 220€ por 11 meses. (Espero que no dejes de tomar café después de leer esto… no te vuelvas un tacaño. Es un gran estimulante y… por algo es la segunda materia prima, después del petróleo, más negociada del mundo).

   En resumen, un cálculo rápido, contabiliza que el simple hecho de ir a trabajar todos los días te cuesta 1050 €urazos. Si lo dividimos entre los 11 meses que trabajas, sale a otros 95,45 €uros a restarle a tu neto.

   Pobre Juan, a sus 1227,85 hay que restarle otros 95,45 €. Al final, neto, antes de meterse en gastos, y descontando este, llamémosle, “coste operativo” (lo que te cuesta ir a trabajar), le quedan 1132,4 € al mes.

   Si me lo llevo con un burdo –pero ya verás que ilustrativo- cálculo, a un mes de 4 semanas, Juan gana 283€ a la semana. Y si la semana es de 40 horas, a Juan la hora le reporta 7,07 €.

   Espeluznante. Puede que Juan no sea el primero que para poder ir al trabajo pague a alguien que te arregle la casa… a 9 o 10 €uros la hora… pagando esas horas, sin haberse pardo a pensarlo (y en muchos casos sin alternativa), a más dinero del que gana en el mismo periodo de tiempo.

   A lo que voy. Las cuentas claras y el chocolate espeso. De este cálculo barato que he dejado caer por aquí, matizable y criticable de mil maneras, y desde mil puntos de vista, lo que tiene que quedar bien claro, es el detalle al que hay que entrar para tener las cuentas claras. Y con mayor o menor acierto, pensar y hacer las cuentas. Por lo menos eso, pensar en ese “coste operativo” que casi toda actividad tiene asociada.

   Esto vale tanto para lo que uno gana, como para comprarse un coche nuevo, como para elegir entre hipotecarse o alquilar… El “yo me compro un piso, porque el alquiler me saldría igual”, ha sido una frase muy oída durante muchos años… y muy pocas veces cierta si se echan bien las cuentas. Una casa en propiedad soporta IBI, averías, comunidad, derramas, seguro… Un alquiler, una cuota única más gastos (luz, agua, gas, teléfono). Pero si se rompe la caldera, para el inquilino el coste seguirá siendo el mismo, mientras el propietario se rasca el bolsillo.

   Las cuentas, claras. Porque el que madruga todos los días para trabajar, eres tú. Y estoy seguro de que tener las cuentas claras te acerca un poco más a la (f)independencia.

Por que tú lo vales… pero más te vale hacer algo al respecto.

   Estoy casi seguro de que si te digo que casi para todo lo que haces tú principal enemigo eres tú mismo, no te estoy diciendo nada nuevo. Seguro que lo has oído más de una vez. Pero puede ser que no lo hayas pensado detenidamente.

   En una ocasión, cuando era mucho más joven, alguien me dijo “yo creo en ti mucho más de lo que a día de hoy crees tú mismo. Voy a invertir en ti, pero no te quepa duda de que luego me lo cobraré”. La historia es larga, pero puedo dar fe de que efectivamente ese alguien apostó por mí, invirtió su tiempo y dedicación, y finalmente, tal como me dijo, se lo cobró. Es más, a día de hoy, sigo pagando esa “renta”, pero es algo que se paga a gusto, porque realmente creo que no sería la misma persona si todo esto no hubiese pasado.

   Ese alguien, cuando me dijo todo esto, efectivamente creía más en mi de lo que yo realmente lo hacía. Es lo que tiene ser joven. Es lo que tiene ser inexperto. Es lo que tiene ser inseguro.

   Y básicamente lo que esa persona me proporcionó, fue eso: experiencia, seguridad en mi mismo, autodeterminación…

   Es una larga historia, pero el mensaje, a tiempo pasado, es fácil de exponer: sé tú mismo. Y nada más. Y nadie más.

   Puede sonarte obvio, pero:

   Tú no eres tus padres.

   Tú no eres tus hermanos.

   Tú no eres tus amigos.

   Tú no eres (pon aquí lo que quieras)

   Tú eres tú. Y cuanto antes lo asumas, antes te quitarás inseguridades y dudas. La mejor manera de aprender es equivocándote. La mejor manera de no equivocarte es aprender. La mejor manera de aprender es reconocer que no se sabe. La mejor manera de reconocer que no se sabe es ser humilde en ese sentido.

   Dale la vuelta a este proceso, y verás su potencial. Es decir: reconoce tu ignorancia, y llegarás a ser una persona de las que pisa fuerte.

   Llegado a este punto, hago una observación: si bien respeto el “coaching” como medio de mejora personal, no soporto el “coaching” para blandengues, ese del “tú puedes”, “el mundo es fantástico”, “la energía está en ti”… porque la vida se las gasta duras y todo eso luego se queda un poco vacío. Ahí fuera, lo que hay son tiburones, y si quieres lidiar con tiburones, más te vale que prepares para ello. No se negocia con un “porque yo lo valgo”… se negocia con argumentos y con estrategia… Y si se acompaña de visión (¿qué puede objetar mi oponente?) y empatía (¿si yo digo esto, cuál va a ser su reacción?)… más probabilidades habrá de tener éxito. Es sólo un ejemplo.

   El tema da para demasiado, pero trataré de hacer un breve resumen, tocando los tres pilares de la (f)independencia.

   En el campo de las habilidades técnicas, el saber no ocupa lugar… (aunque esto solo pasa desde que existe internet. Si ves mi biblioteca en papel, no te lo creerías). En tú disciplina, intenta hacer más y de la mejor manera posible. Sea lo que sea. Aquí, no te dejes engañar por estadísticas baratas que habrás seguramente oído… esas del 75% de actitud y 25% de aptitud. Sólo les doy la razón en aquellos casos en los que a la gente no le gusta lo que hace. Si tienes pasión por lo que haces, estoy seguro que das el 100%, en actitud, y aptitud (párate a pensar en cómo desarrollas tus aficiones). No te engañes: actitud + aptitud no es un cálculo de suma 100.

   En el campo de las habilidades interpersonales, te enfrentas a un campo por sembrar. Ser tú mismo requiere tu propio círculo de influencia. Te lo repito, tú eres tú. Está muy bien que respetes y tengas en consideración a los amigos de la infancia, de la familia etc. Pero ya verás como el tiempo me da la razón y muchos lazos aparentemente indestructibles, se van erosionando con el tiempo… Y especialmente si tú lo permites. Que algunos lazos se deshagan, es inevitable. Pero (aquí es donde debes actuar tú, proactivamente, en juego), es posible crear lazos nuevos. Discúlpame si te digo que somos muy tontos… tendemos a quedarnos con un único círculo de amistades, y luego nos quejamos que a medida que nos hacemos mayores “es más difícil conocer gente”. Es una excusa. Y te aseguro que a mí me queda por conocer gente apasionante a la que admirar. En algunos casos, será el destino quien te ponga delante a personas apasionantes (como me ha pasado con Domingo Gaitero), en otros, he sido yo quien me he preocupado de conocerlas (como me ha pasado con Ernesto Bettschen).

   No me extiendo más, sólo espero que llegue el día en que como yo hago con mi agenda, procures hacer hueco casi cada día a números que utilizar con frecuencia. Llena tu agenda. Y utilízala. Fuerza recordar, y que te recuerden. Y no te olvides de mandar una felicitación navideña todos los años, descolgar el teléfono a cada cumpleaños, y llamar porque hoy es hoy. Las redes sociales están muy bien… pero por si no te has dado cuenta, cuanto más conectado estamos a través de ellas, más solos estamos en la vida real. ¿Cuántas llamadas en persona recibiste en tu último cumpleaños vs. Cuantos mensajitos de “whatsapp”? Si según te lo estoy contando me das la razón, ya has dado el primer paso para cambiar esto. Te recuerdo que si haces lo que hace la mayoría… simplemente pasaras a ser eso, mayoría. Yo, discúlpame, pero prefiero hablar contigo directamente el día de tu cumpleaños.

   En el campo de las habilidades financieras, si por el motivo que sea has terminado leyendo este u otros blogs de temática parecida, creo que estás en el buen camino. El tema es recurrente: si actúas como la mayoría… ya sabes lo que te espera. Es hora de cambiar el chip, y empezar a tomar decisiones propias y diferentes. La mayoría de la gente vive al día. Sin un fondo de emergencia. No invierte. Y tiene deudas. No les culpo, no es porque nos lo hayan enseñado, que en este país la educación financiera brilla por su ausencia. Es precisamente po esa ausencia que la gente aprende finanzas con la única escuela del día a día. Así vamos, que nos cuelan lo que quieren (opciones, preferentes, fondos mal gestionados, etc.). y luego está lo que no te ha contado nadie: que un rico de verdad no vive de su dinero, sino de lo que produce su dinero. Bien sea en inversiones, bien sea en forma de empresa. Pero en ninguno de los dos casos, se gasta el principal.

   Más del 90% de los millonarios, tiene inversiones financieras en forma de acciones o fondos de inversión.

   Sin embargo, la mayoría de la población, aun teniendo importantes ingresos, no invierte nada. En el mejor de los casos, llegados a una edad se inclinan hacia el plan de pensiones que les vende la entidad de turno.

   Y… ya está…

   No para ti, que como te digo estás leyendo esto. Y por algo será. Que no te vendan motos (ni planes de pensiones). Yo sí que te propongo un plan. Y ya verás que rápido: busca un buen puñado de acciones (diez, quince a lo sumo) que hayan repartido dividendo sin interrupción los últimos 15 años, y ve comprando de poco en poco las que puedas (si sólo puedes poner 50€ al mes, hazlo cada cuatro meses, con los 200€ que sumes, para que la comisión de compra te merezca la pena). Empieza hoy, y no pares nunca. Y reinvierte los dividendos. Ya está. Sólo con esto, y tiempo por delante, llegará un día en que te reirás de lo fácil que era, y lo engañado que estabas. Verás cuando empieces que no hay que saber mucho. Y que de repente, las acciones no están caras ni baratas, que simplemente están “más caras o más baratas que cuando las compraste la última vez”. Y tú sólo serás capaz de decidir que comprar, y cuándo comprar. Quitándote de un plumazo todo el ruido del mercado, que por si no te has dado cuenta lo único que hace es jugar con el miedo y la ambición.

   Esta es sólo una estrategia. Ya lo ves. 10 líneas para cambiarte la vida. No es ni la mejor, ni la peor. Pero es una fácil de ejecutar. Si la quieres más sencilla, también la tengo: cómprate un fondo indexado a la evolución del mercado mundial (por ejemplo un fondo que replique el índice MSCI World), y haz tu aportación periódicamente.

   Dos líneas. Y también te cambiarán la vida.

   Una vez que empieces, lo más difícil es mantenerse firme. Ya lo verás.

   Las dos estrategias que he contado pueden mejorarse. Lo sé. Pero empezar, si no lo has hecho ya, es lo más importante. Desde el primer céntimo de €uro que inviertas, habrás dado un paso de gigante que te aleja de la inercia de la mayoría.

   Lo importante para nadar es meterse a la piscina, poco a poco. Todo lo demás, es teoría. Y cuando te metes en el agua, es cuando aprendes que el cuerpo no sólo no se hunde, sino que ¡flota!…

   Tiempo habrá para aprender a tirarse de cabeza, dar la vuelta bajo el agua o nadar a mariposa.

   Cuando inviertes por primera vez, es cuando aprendes que el dinero que se mete en el mercado poco a poco, no se multiplica ni esfuma como te han contado en esas historias en las que alguien se forra o se arruina en un par de días. Simplemente fluctúa. Como tu cuerpo en el agua.

   Tiempo habrá para aprender sobre fondos indexados, datos de la cotización de las acciones, porcentajes de renta fija y renta variable, estrategias Bogleheads, Harry Browne, ETFs, etc., etc., etc.

   No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero si analizas los tres aspectos que te he comentado, y los llevas a la práctica, por lo menos tendrás alguna opción más de optar a un futuro menos oscuro. Porque tú, eres tú. Independientemente de todo y todos los que te rodean. Porque tú lo vales… y aplicando esto es una forma de empezar a saberlo.

   ¡Con un poco de suerte, y algo de tiempo por delante, incluso podrás llegar a conseguir la (f)independencia!

Uno más uno igual a tres.

   El otro día, hablando con mi amigo Ernesto Bettschen sobre el mundo del emprendimiento y las “startups” que tan de moda están, me hizo un par de observaciones que me hicieron reflexionar.

   La primera, liviana, pero interesante, fue sobre todas las facilidades que “aparentemente” hay para montar empresas hoy en día, cómo se fomenta la actitud emprendedora, y todo lo que rodea el “mundillo” emprendedor. Ernesto me comentaba que era una evolución generacional normal. Que el trabajo tal como lo hemos conocido hasta ahora ha terminado y la volatilidad (en casi los mismos términos en que se aplica a los mercados) ha llegado al mundo laboral para quedarse.

   Básicamente, lo que está pasando es que la zona de seguridad y de confort se han separado… y eso tiene una afección clara sobre los puestos de trabajo. Esto unido a la falta real de empleo por cuenta ajena, hace que mucha gente opte (o le hagan optar forzosamente) por el auto-empleo.

   Y lo interesante de la observación no venía por todo esto, que está a la vista y es más que evidente, sino por lo que no se vé: todas las facilidades tienen una “cara B” de la que inicialmente no se habla: ¿cuál es la dificultad de disolver una startup de nueva creación? De eso casi nadie habla. Pero desafortunadamente la estadística habla por sí sóla: a fecha de hoy, sólo una de cada diez startups supera los tres años de vida. Eso sí, durante todo ese “vía crucis” (que en muchos casos lo es, un camino tortuoso en el que las deudas puedes crecer demasiado), encima hay que pagar, y bien, a “Papá estado” (el peor padre del mundo) incluso sin llegar a facturar un euro…

   Y si finalmente hay que abandonar el barco… ¿cómo es de fácil? Aquí, Ernesto proponía una solución tipo “matrimonio a la americana”: antes de casarte, cuando te quieres un montón y todo es de color de rosa… deja establecidas las cláusulas de la separación, porque las estarás pensando y estableciendo desde la perspectiva del bien común… y no desde el odio. Suena frívolo. Aunque si lo pensamos bien, tiene su parte –sino toda- la razón. Me parece un punto interesante, y bastante práctico, la verdad. Sobre todo eso, práctico. (¿Acaso no conocemos algún matrimonio que se deshace, y cuya separación al final se basa en tratar de hacer la vida imposible al otro?)

   La segunda observación interesante que me hizo Ernesto, vino a raíz de esta primera: la forma, en parte, de evitar esta separación desventurada, y con el doble objetivo de dotar a la iniciativa de una mayor probabilidad de éxito, consiste en dotar a la propia empresa de personalidad propia. Y lo explico un poco: básicamente, si tú y yo montamos una empresa… en la empresa somos tres: tú, yo, y la propia empresa. Y ésta tiene los mismos derechos que nosotros (y las obligaciones se las reserva para el futuro, por si se ponen las cosas feas).

   Es decir: si decidimos ponernos un pequeño sueldo a partes iguales, la empresa deberá cobrarlo también, y en la misma proporción. Se la paga igual que a una persona. Así el arranque es todavía más difícil, pero estaremos dotando a la empresa, de un músculo bastante interesante. Al principio será un sobreesfuerzo (todos cobramos menos para poder pagar la parte correspondiente a la empresa), pero luego tiene bastantes ventajas.

   Tras el esfuerzo inicial, en caso de éxito, la empresa podría participar también el caso de tener que aportar capital, como lo haría un socio más.

   Y de la misma manera, aportaría su parte en caso de tener que disolverse.

   El punto de vista de Ernesto, da mucho que pensar. Resulta interesante. Yo le veo bastante simplicidad, bonanza y practicidad al sistema. Y lo veo bastante alineado con llegar a conseguir la (f)independencia.